El hombre con cara de asesino

Matti Rönkä

Fragmento

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Índice

Portadilla

Índice

Nota introductoria

Mapa

Pakila, Helsinki

Kesälahti

Tallin

Sortavala

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Notas

Sobre el autor

Créditos

Grupo Santillana

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Nota introductoria

 

En Rusia —más tarde en la Unión Soviética y hoy de nuevo en Rusia— siempre han vivido finlandeses y gente relacionada con ellos, ya sea por familia o por el idioma.

Los carelianos son una nación que puebla ciertas zonas de la frontera Este de Finlandia. Tras la Guerra Civil finlandesa de 1918, muchos de los que lucharon en el bando perdedor —es decir, en el bando rojo— escaparon a Rusia. Durante la Depresión de los años veinte y treinta, miles de finlandeses emigraron a la Unión Soviética llenos de esperanza e ilusiones, con la idea de construir el paraíso de los trabajadores. Gran parte de ellos procedía de los Estados Unidos y Canadá, donde como inmigrantes habían tenido que sufrir la decepción que supuso la Gran Depresión.

A Ingria le pertenece una estrecha franja que se halla situada en las inmediaciones de la ciudad de San Petersburgo, al noreste, y que llega hasta el Golfo de Finlandia. Los primeros asentamientos finlandeses en la zona datan de los siglos XVI y XVII, cuando el Reino de Suecia intenta afianzar su poder y el de la Iglesia Luterana en dirección al este. Ingria llega a tener doscientos mil habitantes que hablan finés, cantan canciones finlandesas, acuden a las iglesias luteranas y llevan a cabo sus quehaceres cotidianos de forma diferente a la finlandesa.

Ya en tiempos de la Unión Soviética, y al igual que el resto de las minorías, los finlandeses ingrios pasaron por grandes aprietos. Durante las purgas de Stalin fueron desterrados a los campos de trabajo, las familias fueron desmembradas y la población fue deportada a los confines de Rusia.

La Segunda Guerra Mundial añadió otro amargo capítulo a su historia, cuando Alemania ocupó Ingria durante la llamada Guerra de Continuación (1941-1944) y sus habitantes fueron trasladados a Finlandia. Los ingrios trabajaron en granjas y fábricas, tuvieron lugar numerosos matrimonios con finlandeses, los huérfanos que quedaron fueron adoptados... Los soldados ingrios que eran hechos prisioneros estaban obligados a incorporarse a las filas del ejército finlandés —en un batallón especial, el Heimopataljoona o «batallón hermano»— y se les prometió que tendrían un futuro en la Gran Finlandia cuando la guerra acabase.

Pero Finlandia salió vencida y las condiciones de paz fueron muy crueles. Todos los ciudadanos soviéticos tuvieron que ser devueltos sin demora alguna a la Unión Soviética. Así, cerca de sesenta mil ingrios fueron hacinados en vagones de tren y transportados al otro lado de la frontera, entre ellos decenas de niños que habían sido adoptados por familias finlandesas. Algunos consiguieron quedarse gracias a documentos de identidad falsos, o huyeron directamente a Suecia.

En la Unión Soviética, a los ingrios les esperaba un trato inclemente. Fueron diseminados a lo largo y ancho de la gran nación, pero retornaron paulatinamente a su tierra o se establecieron lo más cerca posible de ella, muchos en la Carelia Rusa, mientras que otros lo hacían en Estonia, e incluso en Ingria.

Al hundirse la Unión Soviética, el entonces presidente de Finlandia, Mauno Koivisto, anunció en 1990 que los finlandeses ingrios tenían derecho a retornar a la madre patria y obtener la nacionalidad.

Unos treinta mil aprovecharon la ocasión que se les brindaba, a pesar de que muchos de ellos ya no tenían vínculo alguno con la Finlandia del momento, ni siquiera el idioma. Tras el entusiasmo inicial, tanto Finlandia como los retornados tuvieron que enfrentarse a grandes problemas como el desempleo, la discriminación, la desconfianza mutua y la añoranza.

 

El protagonista de este libro, Víktor Gornostáyev, nace y se cría en la Unión Soviética. Es ingrio por parte de padre y finlandés por parte de madre, ya que la familia de ésta escapó a la Unión Soviética tras la Guerra Civil finlandesa de 1918. Víktor se instala en Finlandia y cambia su apellido Gornostáyev —«armiño»— a su original en lengua finlandesa, Kärppä.

 

MATTI RÖNKÄ

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