La ciudad

William Faulkner

Fragmento

 Indice

Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

Uno. Charles Mallison

Dos. Gavin Stevens

Tres. Charles Mallison

Cuatro. V. K. Ratliff

Cinco. Gavin Stevens

Seis. V. K. Ratliff

Siete. Charles Mallison

Ocho. Gavin Stevens

Nueve. V. K. Ratliff

Diez. Charles Mallison

Once. V. K. Ratuff

Doce. Charles Mallison

Trece. Gavin Stevens

Catorce. Charles Mallison

Quince. Gavin Stevens

Dieciséis. Charles Mallison

Diecisiete. Gavin Stevens

Diediocho. W. K. Ratliff

Diecinueve. Charles Mallison

Veinte. Gavin Stevens

Veintiuno. Charles Mallison

Veintidós. Gavin Stevens

Veintitrés. V. K. Ratliff

Veinticuatro. Charles Mallison

Notas

Sobre el autor

Créditos

Dedicatoria

Para Phil Stone

Reímos a medias durante treinta años

UNO Charles Mallison

UNO
Charles Mallison

Yo no había nacido aún, de manera que fue primo Gowan quien estuvo allí, con edad suficiente para ver y recordar y contármelo después a mí cuando ya era lo bastante mayor para entenderlo. Es decir, fue primo Gowan más tío Gavin o quizá tío Gavin más primo Gowan. Primo Gowan tenía trece años. Su abuelo era el hermano del abuelo, de forma que cuando el parentesco llegó hasta nosotros, ni él ni yo sabíamos en qué grado éramos primos. Así que él nos llamaba «primo» o «prima» a todos menos al abuelo, y todos nosotros, excepto el abuelo, hacíamos lo mismo con él, y así nos arreglábamos.

La familia del primo Gowan vivía en Washington, donde su padre trabajaba para el Departamento de Estado, y de repente lo mandaron durante dos años a China o a la India o algún otro sitio así de lejano; su madre también se fue, de manera que enviaron a Gowan a vivir con nosotros y a que fuera al colegio de Jefferson hasta que volvieran. «Nosotros», por entonces, eran el abuelo, padre, madre y el tío Gavin. Así que esto es lo que Gowan supo del asunto hasta que yo nací y crecí lo suficiente para enterarme también. Y cuando hablo de «nosotros» y digo «creímos» me refiero en realidad a Jefferson y a lo que Jefferson pensaba.

Al principio creímos que el depósito de agua era sólo el monumento a Flem Snopes. Estábamos así de poco enterados. Pero más adelante comprendimos que aquel objeto a poca altura en el cielo por encima de Jefferson, en el Estado de Mississippi, no era un monumento sino una huella.

Un día de verano Flem Snopes entró en la ciudad por el sudeste en una carreta de dos mulas que contenía a su mujer y a su hijita y una reducida cantidad de mobiliario y accesorios domésticos. Al día siguiente se hallaba tras el mostrador de un pequeño restaurante a trasmano que pertenecía a V. K. Ratliff. Bueno, sólo a medias, porque tenía un socio. Ratliff se pasaba la mayor parte del tiempo en una calesa (eso fue antes de que comprara el Ford modelo T) recorriendo el condado con una máquina de coser de cuya marca era representante y con la que hacía demostraciones. Es decir, creíamos que Ratliff era aún el otro socio hasta que vimos al desconocido con el delantal manchado de grasa detrás del mostrador: un individuo rechoncho y nada comunicativo con una diminuta corbata de lazo, ojos opacos y una sorprendente nariz, pequeña y ganchuda, como el pico de un halcón diminuto; una semana después Snopes había instalado una tienda de lona detrás del restaurante y él, su mujer y la niñita vivían allí. Y fue entonces cuando Ratliff le dijo a tío Gavin:

—Déle un poco de tiempo. Déle seis meses y también sacará de ese café a Grover Cleveland (Grover Cleveland Winbush había sido su socio).

Aquél fue el primer verano, el primer Verano de los Snopes, lo llamaba tío Gavin, que estaba en Harvard por entonces, preparando su licenciatura. Después continuaría estudios de derecho en la universidad de Mississippi, dispuesto a convertirse en socio del abuelo, aunque a decir verdad ya pasaba las vacaciones ayudándole en sus tareas como fiscal municipal; apenas había tenido ocasión de ver a la señora Snopes, de manera que no sólo no sabía aún que iría a Alemania para estudiar en la universidad de Heidelberg, sino que ni siquiera estaba enterado de que alguna vez tendría ganas de hacerlo: tan sólo se trataba de una idea agradable que acariciar o utilizar como tema de conversación.

Ratliff y tío Gavin hablaban con frecuencia. Porque si bien Ratliff nunca había estudiado en ningún sitio mucho tiempo seguido y se pasaba la vida recorriendo el condado para vender máquinas de coser (o vender o hacer trueques con cualquier otra cosa, si vamos al caso), tío Gavin y él se interesaban por la gente..., al menos eso es lo que decía tío Gavin. Porque a mí siempre me pareció que estaban interesados en la curiosidad. Hasta ese momento, quiero decir. Y es que para entonces habían superado con mucho la simple curiosidad. Para entonces estaban ya muy asustados.

Empezamos a saber de Snopes o, más bien, de los Snopes, por medio de Ratliff. Mejor dicho: hubo un Snopes en la unidad del coronel Sartoris en 1864: en el destacamento cuya misión era hacer incursiones en las avanzadillas yanquis en busca de caballos. Sólo que en aquella ocasión fue una patrulla confederada quien le sorprendió —a aquel Snopes— llevándose caballos de la Confederación y, según se creía, lo ahorcó. Lo que, evidentemente, tampoco era cierto, ya que (Ratliff se lo contó a tío Gavin) hacía cosa de diez años Flem y un hombre mayor que parecía ser su padre salieron de repente un día de la nada y alq

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