Todos los expertos en la obra zuviriana coinciden en un punto: que Waltraud Spöring, la amanuense de Martí Zuviría, tendría que ser elevada a los altares de la santidad literaria dieciochesca.
Spöring no solo transcribió las más de seiscientas páginas de la epopeya catalana que se narra en Victus, sino que su fidelidad fue mucho más allá. En efecto, pese al agrio carácter de Zuviría, Waltraud Spöring continuó recogiendo el testimonio oral del expatriado catalán, de su larga vida, que se convirtió en un puente que cruzaba el proceloso siglo XVIII en su totalidad. Dada la avanzada edad de nuestro héroe y su tendencia a la dispersión, resulta casi increíble que Spöring consiguiera agrupar su catarata verbal en relatos más o menos compactos.
El legado zuviriano (o quizás habría que decir «spöringiano») sigue pendiente de una catalogación exhaustiva. Mientras tanto, en este volumen hemos optado por agrupar cuatro relatos que nos parecían complementarios a la historia narrada en Victus, bien por su relación temática o cronológica.
En el primero, Americanus, descubrimos lo que ocurrió con Martí Zuviría inmediatamente después de la caída de Barcelona ese 11 de septiembre de 1714. A diferencia de los otros expatriados catalanes, el destino no le condujo a Viena sino en sentido contrario, a la América colonial inglesa. Allí se vería involucrado en la mal conocida «guerra Yama» (1715-1717), tal y como se la denomina en la actualidad. Gracias al relato zuviriano nos es dado conocer más detalles de un conflicto en el que los indígenas llegaron a conquistar la segunda ciudad de Carolina del Sur y no alcanzaron la victoria por muy poco.
Los otros tres relatos que complementan este volumen, más breves, hemos decidido incluirlos tanto por motivos narrativos como históricos.
En el segundo de ellos, Hispaniensis, hallamos a un Zuviría que regresa de América solo para caer en manos de su enemigo, el ingeniero Joris van Verboom (Amberes 1665 - Barcelona 1744). Sin embargo, es liberado por otro de sus enemigos, esta vez alguien con quien Zuviría mantuvo unas relaciones mucho más ambiguas: el mariscal Berwick, que expugnó Barcelona en 1714 y que le ofrece participar en la guerra que estalló entre Francia y España en 1719, a su lado y en calidad de ingeniero. Hispaniensis es de los pocos relatos dieciochescos en que se traza el perfil de Pere Joan Barceló, alias Carrasclet, el famoso guerrillero antiborbónico.
El tercer relato, Magna parens, cuenta de qué modo Zuviría vuelve momentáneamente a Barcelona para matar a Joris van Verboom, su enemigo jurado. Aunque teníamos noticia de que Verboom había muerto en la Barcelona de 1744, hasta ahora se suponía que su deceso había sido producto de causas naturales.
El cuarto relato, Australis, creemos que merece figurar en este volumen por otros motivos. No incluye ningún hecho ni personalidad relevante vinculada a la Barcelona del siglo XVIII, ni resuelve ninguna trama olvidada por Zuviría en relatos anteriores. Pero creemos que retrata muy bien a un personaje que, pese a sus múltiples correrías a lo largo de dicho siglo, acaba encarnando al eterno superviviente.
Y hasta aquí el contenido del actual volumen. Tal y como hemos indicado más arriba, el legado zuviriano incluye miles de páginas que rememoran casi todos los episodios más importantes de su tiempo. Consta, por ejemplo, la presencia de Zuviría en la corte de Federico II de Prusia, que en el relato solo se menciona de pasada, pero que en páginas que continúan inéditas es tratada de forma más exhaustiva, o la participación de un anciano Zuviría en la guerra revolucionaria de Estados Unidos, junto a George Washington.
O relación de los primeros días de la ciudad de Barcelona tras el 11 de septiembre de 1714, cuando cayó bajo el dominio de Felipe V, rey francés, infame y loco, que destruyó las libertades catalanas, y donde también se narra cómo el ingeniero Martí Zuviría tuvo que huir de dicha ciudad, yendo a exiliarse a la Carolina americana, y cómo una vez en el Mundo Nuevo se vio involucrado en una guerra feroz entre indios y carolinos, tragiquísimo conflicto desencadenado por él mismo, a causa de unas palabras que expelió yendo bebido, y que por muy poco concluye con el cuasi total y absoluto exterminio de la raza inglesa en dicha colonia Carolina.