El oro del mar (Saga de los Fleury 3)

Daniel Wolf

Fragmento

cap-1

Dramatis Personae

VARENNES SAINT-JACQUES

La familia Fleury

Michel, mercader

Balian, su hermano

Blanche, hermana gemela de Balian, iluminadora de libros

Rémy, su padre, maestro de la iluminación de libros

Philippine, su madre

Isabelle, su abuela

Clément Travère, marido de Blanche, mercader

Odet, un criado

Mercaderes

Célestin Baffour

Fulbert de Neufchâteau

Martin Vanchelle

Maurice Deforest

Thomas Carbonel

Raphael Pérouse

Bertrandon Marcel

Aymery Pelletier, un mercader empobrecido

Otros

Godefroid, un mercenario

San Jacques, patrón de Varennes

TRÉVERIS

Meinhard von Osburg, un caballero

Rosamund von Osburg, su hermana

Dietrich von Osburg, su padre

Wolbero, escudero de Meinhard

Padre Nicasius, un sacerdote

HATHO

Rufus von Hatho, un caballero

Rufus el Viejo, su padre, señor del castillo

LÜBECK

La familia Rapesulver

Sievert, mercader

Helmold, su hermano, caballero de la Orden Teutónica

Winrich, el tercer hermano, mercader

Agnes, su madre

Mechthild, esposa de Sievert

Otros

Elva, armadora danesa

Arnfast, pirata

Henrik, mercader de Gotland

PRUSIA Y LITUANIA

Konrad von Stettin, caballero de la Orden Teutónica

Algis, hijo del príncipe samogitio Treniota, un guerrero

El Krive, sumo sacerdote de los lituanos

Valdas, un guerrero lituano

Rimas, un capataz de esclavos

Giedrius, guerrero y narrador

NÓVGOROD

Fiódor Andreievich, guerrero

Katrina Fiodorovna, llamada Katiuska, su hija mayor

Grigori Ivanovich, su señor, un boyardo

Tarmaschirin, un mongol

Rutger, Olav y Emich, señores comerciales de la Confederación de Gotlandia

PERSONAJES HISTÓRICOS

Guillermo de Holanda, emperador germanorromano hasta su muerte en 1256

Ricardo de Cornualles, emperador germanorromano desde 1257

Alfonso de Castilla, emperador germanorromano desde 1257

Enrique III, rey de Inglaterra

Konrad von Hochstaden, arzobispo de Colonia

Alberto Magno, monje y erudito universal

Mathias Overstolz, patricio de la ciudad de Colonia

Balduino de Rüssel, obispo de Osnabrück

Burkhard von Hornhausen, maestre de Livonia

Treniota, príncipe de los samogitios

Mindaugas, gran duque de Lituania

Alexander Yaroslavich Nevski, príncipe de Nóvgorod y gran duque de Kiev

Dimitri Alexandrovich, hijo de Alexander Nevski, príncipe de Nóvgorod

Berke, Kan de los mongoles en la región rusa de la Horda de Oro

cap-3

PRÓLOGO

Mayo de 1256

Balian dio gracias a Dios y a todos los santos cuando bajó del barco en Londres. La travesía desde Calais se le había hecho eterna a causa de la calma chicha, y su hermano y él juntos en un estrecho barco… a la larga eso nunca salía bien. No había faltado mucho para que el uno lanzara al mar al otro.

Por fin tierra firme bajo los pies. Balian respiró hondo y captó el olor apestoso de la gigantesca ciudad, contempló la maraña de callejones y de cabañas que se extendía más allá del muelle. Su barco había atracado en el puerto de Billingsgate, y el agua sucia del Támesis bañaba su casco. Parecía pequeño y modesto junto a las dos ventrudas carabelas que había a su derecha, pero era suficiente para sus fines. Los criados acababan de bajar los carros a tierra y estaban unciendo los bueyes. Los estibadores del puerto desembarcaban la mercancía: balas de paño y vinos del Mosela, pero sobre todo la codiciada sal de su ciudad natal, Varennes Saint-Jacques, en la lejana Lorena.

Michel dirigía a los hombres con voz acostumbrada al mando. «Siempre consciente de sí, nunca inseguro», pensó malhumorado Balian, y deseó tener la soberbia presencia de su hermano mayor. La gente escuchaba a Michel, estaba pendiente de su boca. En cambio, cuando Balian decía algo, la mayor parte de las veces le respondían con una sonrisa. Era la oveja negra de la familia Fleury, un fracasado, un inútil, se lo hacían sentir a la menor oportunidad.

—¡Balian! —su hermano le llamaba.

Balian vio que en ese momento desembarcaba Clément Travère. Su cuñado, el esposo de su hermana gemela Blanche, era el fattore de Michel, y hacía los viajes comerciales mientras Michel dirigía el negocio familiar desde su escritorio, en casa. Esta vez, como algo excepcional, Michel había ido con ellos porque había importantes negocios a la vista.

Con la mano en el puño de la espada, Balian se dirigió hacia los dos hombres.

—Lo he revisado todo —informó Clément—. Toda la mercancía está fuera.

—Bien —dijo Michel—. Hoy no iremos al mercado, ya no merece la pena. Llevaremos la mercancía a Guildhall e iremos mañana a primera hora. ¿De acuerdo?

—Me parece razonable —respondió Clément.

—Ahí vienen los alguaciles del Sheriff. ¿Dónde tengo las cartas de privilegio…? Ah, aquí. —Michel sacó un hatillo de pergaminos.

Balian lo dejó entregado a sus importantísimas tareas y ayudó a los criados a cargar los toneles y las balas de paño en el carro. Siempre prefería el trabajo físico a las molestas obligaciones de un mercader. Discutir con los representantes de la autoridad le resultaba tedioso, muy al contrario que a Michel, que en la negociación estaba en su elemento.

Balian se preguntaba a menudo por qué Dios había repartido sus talentos de forma tan desigual. Michel había salido en todo a su legendario abuelo. Desde que había recibido el negocio familiar de manos de su anciana abuela, lo dirigía con astucia y prudencia. Aunque no tenía más que veintiocho años, pasaba ya por ser uno de los mejores mercaderes de Varennes. Nadie dudaba de que algún día haría grandes cosas. Y las mujeres… caían a sus pies. Aun así, hasta ahora no se había casado. Michel apreciaba su libertad.

En cambio, nadie caía a los pies de Balian. Todo en él era mediocre… su inteligencia, sus capacidades comerciales, incluso su apariencia, porque Blanche había heredado toda la belleza de su madre, así que no había quedado mucha para él. Un cabello cobrizo, largo hasta la mandíbula, que solía sujetarse detrás de las orejas; hombros pasablemente anchos y un rostro vulgar, que se olvidaba con rapidez… ese era Balian, el corriente. A veces deseaba odiar a su hermano, bendecido con innumerables dones. Pero, naturalmente, no lo hacía. Amaba a Michel. Todo el mundo amaba a Michel.

Oh, se había rebelado contra su destino una y otra vez… la última de ellas el invierno anterior, cuando luchó contra los frisone

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