El ejército perdido

Valerio Massimo Manfredi

Fragmento

Personajes principales

Personajes principales

Abira es la voz narradora de la novela.

Abisag, chiquilla que socorre a Abira.

Agasias de Estinfalia, comandante de una de las grandes unidades del ejército griego.

Agias de Arcadia, comandante de una de las grandes unidades del ejército griego.

Anaxibio, almirante espartano de estancia en Bizancio.

Arcágoras, oficial griego. Arieo, comandante del contingente asiático del ejército de Ciro.

Aristónimo de Metidrio, soldado griego, uno de los más valerosos del ejército.

Artajerjes, el Gran Rey, hermano de Ciro y emperador de los persas.

Calímaco, soldado griego.

Ciro, segundogénito del rey de Persia, gobernador de Lidia.

Cleanor de Arcadia, comandante de una de las grandes unidades del ejército de los Diez Mil.

Clearco, comandante espartano del cuerpo expedicionario de los mercenarios.

Cleónimos de Metidrio, uno de los más valerosos soldados griegos.

Ctesias, médico griego de Artajerjes.

Demetrio, jovencísimo soldado griego.

Deuxippo, soldado griego.

Durgat, prisionera persa, en otro tiempo al servicio de la reina Parisatis.

Epicrates, oficial griego.

Eupito, tenagrino, lugarteniente de Próxeno.

Euríloco de Lusio, jovencísimo soldado griego.

Falino, enviado del Gran Rey.

Glus, jinete bajo el mando de Arieo.

Jantias ( Janticles) de Acaia, comandante de una de las grandes unidades.

Jeno ( Jenofonte), joven guerrero ateniense, se alista en el ejército mercenario de Ciro para llevar el diario de la expedición.

Licio de Siracusa, comandante de caballería junto con Jeno.

Lystra, joven prostituta del séquito del ejército.

Masabate, eunuco persa.

Melisa, concubina de Ciro.

Menón de Tesalia, comandante de una de las grandes unidades.

Mermah, chiquilla que socorre a Abira.

Mitrídates, general persa.

Neón de Asine, oficial del batallón de Sócrates y ayuda de campo de Sofo.

Neto (Sofaineto) de Estinfalia, oficial griego.

Nicarco de Arcadia, joven soldado griego.

Parisatis, reina de Persia, madre de Artajerjes y de Ciro.

Próxeno de Beocia,comandante de una de las grandes unidades, amigo de Jeno.

Seutes, rey bárbaro de Tracia.

Sócrates de Acaia, comandante de una de las grandes unidades.

Sofo (Quirísofo), único oficial regular de alta graduación del ejército espartano.

Timas (Timasión) de Dardania, comandante de una de las grandes unidades.

Tiribazo, sátrapa de los armenios y «ojo del Gran Rey».

Tisarfenes, cuñado de Artajerjes y general de su ejército.

Sobre el libro

Para evitar el uso de términos griegos poco comprensibles para un público no especializado he recurrido a expresiones más accesibles.

Los estrategas son llamados «comandantes de las grandes unidades»; los locagoi son los «comandantes de batallón»; la palabra de origen árabe harén sustituye a «gineceo». He conservado en cambio las unidades de medida: estadios (unos setenta metros) y parasangas (medida persa equivalente a unos cinco kilómetros).

V. M. M.

El ejercito perdido

1

El viento.

Sopla sin descanso a través de los pasos angostos del monte Amanos como por las fauces de un dragón y se abate violentamente sobre nuestra llanura secando la hierba y los campos. Durante todo el verano.

A menudo también durante la mayor parte de la primavera y del otoño.

De no ser por el riachuelo que desciende de las estribaciones del Tauro, no crecería nada en estos parajes. Solo matojos para magros rebaños de cabras.

El viento tiene su propia voz, continuamente modulada. A veces es un largo quejido que parece que no fuera a aplacarse nunca; otras, un silbo que se cuela de noche por las grietas de los muros, por las rendijas de las hojas de las puertas y las jambas, envolviéndolo todo con una fina neblina y enrojeciendo los ojos y secando las bocas hasta cuando se duerme.

A veces es un rugido que trae consigo el eco del trueno sobre los montes y el chasquear de las tiendas de los nómadas del desierto. Un sonido que penetra en uno y hace vibrar cada fibra del cuerpo. Los viejos dicen que cuando el viento ruge de ese lado algo extraordinario va a suceder.

Hay cinco aldeas en nuestra tierra: Naim, Beth Qada, Ain Ras, Sula Him y Sheeb Mlech. En total viven en ellas unos pocos cientos de personas y todas se alzan sobre un pequeño realce del terreno formado por los restos de otras aldeas disgregadas por el tiempo, construidas y luego abandonadas y reconstruidas de nuevo unas sobre otras en el mismo sitio, con el mismo barro secado al sol. Los administradores del Gran Rey las llaman «las aldeas de Parisatis» por el nombre de la Reina Madre.

Las llaman también «las aldeas del cinturón» porque todo nuestro trabajo, todo lo que producimos y conseguimos vender, todo lo que nos sirve para sobrevivir está destinado a comprar todos los años un nuevo y precioso cinturón para el traje de la Soberana. Al final del verano llega un persa ricamente ataviado escoltado por numerosos soldados de la guardia para llevarse las ganancias que nuestros padres han acumulado a lo largo de un año de dur

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