Enigmas de los dioses del México antiguo (Edición décimo aniversario)

Sofía Guadarrama Collado

Fragmento

Enigmas de los dioses del México Antiguo, edición décimo aniversario

PRÓLOGO

Tuve la fortuna de viajar por primera vez a Papantla, Veracruz, en diciembre de 1994, sin imaginar que diez años más tarde estaría escribiendo una novela sobre su cultura y su historia. Tenía 18 años de edad y era la primera vez que visitaba una zona arqueológica (El Tajín). Mi madre me había llevado a vivir a Estados Unidos desde 1989.

Mentiría si dijera que esa primera visita al Tajín me cambió la vida y que inmediatamente me enamoré de las culturas mesoamericanas. Era demasiado joven e ignorante para apreciar lo que tenía ante mis ojos. Sin embargo, fue la ciudad, con sus callejones estrechos e inclinados, su aspecto pueblerino, sus sabores, su gente y, por supuesto, las amistades las que me hicieron volver una y otra vez, tantas que perdí la cuenta hace mucho.

Papantla se convirtió para mí en un refugio paradisiaco, donde podía caminar sin temores a media noche, contemplar desde el cerro de la Jarana los amaneceres, su vegetación en el horizonte, recorrer el centro a pie, comer zacahuil, sentarme afuera de la iglesia y observar a los voladores o simplemente reunirnos entre amigos por largas horas. Entre copas, nunca faltó quien sacara una guitarra y le solicitara a mi mejor amigo que cantara. Israel tenía una voz virtuosa. Digo tenía porque hace años que no lo escucho cantar. Éramos jóvenes, cursis y, admito, un poco anticuados para nuestra edad. Nos gustaba la música de trova, bolero y balada romántica mexicana. Fue así que escuché por primera vez el huapango de Nimbe.

Blanca como la luna,

se pierde por la vereda;

viene la totonaca

a vender lo que al pueblo lleva…

Me encantó desde el primer instante. Aprendí a tocar aquel huapango en la guitarra y, hasta el día de hoy, me lo sé de memoria. No recuerdo cuándo ni quién me contó la leyenda de Nimbe —una danzante mexica que se enamoró de un príncipe totonaco, llamado Itecupinqui, en tiempos de Moctezuma Xocoyotzin—, pero sí sé que la historia me atrapó. Con el paso de los años fui aprendiendo otras leyendas locales, como la de la vainilla y la del dios huracán.

Comencé a crear historias desde que estaba en la primaria, entre 1986 y 1987. No las escribía ni se las contaba a nadie. Era algo muy mío. Mis primeros intentos formales por escribir surgieron en 1998, poco después de regresar a México. Necesitaba escribir lo que sentía, lo que pensaba, lo que me daba miedo, lo que imaginaba. Era una sed insaciable. El despertar de algo desconocido dentro de mí. Ni siquiera pensaba que algún día podría ser escritora.

A partir de entonces dediqué mi tiempo libre a la literatura, al estudio de la historia de México y a la escritura. Comencé con una novela autobiográfica. Al terminar me dio vergüenza todo lo que estaba confesando, entonces le cambié algunas cosas, luego otras y sin darme cuenta, había escrito la vida de otra persona que no era yo. En resumen: mi primera novela. Al darme cuenta de que mi vida no era algo que podía narrar en esa etapa de mi existencia, opté por escribir otras historias, muchas de ellas fallidas (gajes del oficio), hasta llegar a una novela llamada La danza de la serpiente.

El título hacía referencia a la leyenda de Nimbe, esa danzarina mexica que bailaba con una serpiente frente al tlatoani Moctezuma Xocoyotzin. El objetivo de mi novela era indagar sobre el origen de la leyenda de Nimbe, la cual se ha adoptado como real en Papantla. Quería darle a mi historia un toque de misterio. La danza era descriptivo, antropológico, mientras que El misterio era enigmático, seductor, inexplicable. ¿Y quién mejor para encontrar las respuestas que un detective? Y si ese detective y yo nos íbamos a meter al Tajín, necesitábamos la ayuda de un arqueólogo y un historiador.

Cabe aclarar que la novela sólo comienza en el Tajín, pero se desarrolla en diversas partes de la república. Examina los orígenes de las deidades más importantes del México Antiguo, las cuales son Tonantzin, Quetzalcóatl/Kukulcán y Huitzilopochtli, así como los tres animales místico-sagrados en las culturas mesoamericanas: la serpiente, el jaguar y el águila.

Escribí Cóatl, el misterio de la serpiente en aproximadamente cinco años. En julio de 2007 me despidieron de la universidad donde daba clases de historia. En lugar de buscar empleo, me dedique a la mejor inversión de mi vida: terminar de escribir mi novela. Para entonces ya había escrito otros libros y había hecho carrera en entrega de manuscritos en editoriales y maestría en novelas rechazadas. El doctorado en fracasos literarios ya no me espantaba. No tenía nada que perder.

Entregué manuscritos en todas las editoriales del país. Incluso envié por correo electrónico a otras en el extranjero. Finalmente, luego de haber tocado puertas por varios años, Daniel González, editor general de Ediciones B México, me llamó para decirme que había leído mi novela, que le había encantado y que quería publicarla. Así de claro. Sin rodeos. Sin exagerar. Tres días después estábamos firmando contrato.

La novela se publicó en septiembre de 2008 y en tres meses ya estaba entre las más vendidas del país. Para diciembre del mismo año ya se había hecho la primera reimpresión. Sin embargo, la historia no se terminaba allí. Los protagonistas Diego Daza, Delfino Endoque, Gastón Peralta y Gregorio Urquidi tenían mucho por contar. El proyecto creció y se convirtió en la trilogía Enigmas de los dioses del México Antiguo. Escribir secuelas de novelas o películas es algo bastante riesgoso. Por fortuna, esta trilogía no tuvo dicho problema. Un año después se publicó la segunda parte Balam, la senda del jaguar y en 2010 la última entrega, Cuauhtli, la revelación del águila. Han transcurrido diez años y la trilogía sigue en librerías.

Desde entonces he publicado catorce libros, entre ellos, una pentalogía sobre los gobernantes del Anáhuac titulada Grandes tlatoanis del Imperio. También he podido expandir mis ambiciones literarias a otros géneros como el ciberpunk, el relato breve, ensayo, novela autobiográfica, thriller, novela feminista y guion cinematográfico y de series de televisión. Sin duda alguna, nada de esto habría sido posible sin la aceptación de mis lectores.

Por ello quiero expresar mi infinita gratitud a esas personas que compran un libro mío, que leen con interés lo que escribo, que me escriben y envían sus opiniones. Sin los lectores no sería posible celebrar estos diez años de trayectoria. Asimismo, agradezco de todo corazón a Daniel González por haber creído en mí y darme el maravilloso regalo de publicar mi primera novela; a Yeana González, Antonio Campuzano y Carlos Graef por tantos proyectos en Ediciones B México; a Laura Lara y Jorge Solís de Suma de Letras; a Wendolín Perla, Soraya Bello y Antonio Colin por esta espléndida edición de décimo aniversario; a los editores Alfonso Franco, Gerardo de la Cruz y Josué Téllez; a los diseñadores gráficos, formadores, vend

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