El sepulcro del cuervo

Núria Masot

Fragmento

 

 

 

A mi Vane.

Dicen que, en momentos complicados, los libros de caballería ayudan a poner remedio a los males del mundo. Y si no es cierto y los sabios se equivocan, existe la pequeña verdad de que distraen de los problemas pasajeros. Toda la fuerza de la tropa de Guillem de Montclar para ti, junto con la de todos aquellos que te quieren.

 

 

A la meva Vane.

Diuen que, en moments complicats, els llibres de cavalleria ajuden a posar remei als mals del món. I si no és cert i els savis s’equivoquen, existeix la petita veritat que distreuen dels maldecaps passatgers. Tota la força de la tropa de Guillem de Montclar per a tu, juntament amb la de tots aquells que t’estimen.

 

 

Antecedentes históricos

 

En 1282 se produjeron las revueltas que han pasado a la historia como las Vísperas Sicilianas, organizadas por los sicilianos contra Carlos de Anjou. Ante la ciudad de Mesina, una embajada siciliana ofreció a Pere, rey de Aragón, Catalunya y València, la corona de la isla a cambio de su ayuda en la reclamación de la legitimidad de Constança de Sicilia, esposa del rey Pere, como heredera del trono de sus antepasados, los Hohenstauffen. El rey Pere aceptó y, tras una rápida incursión, se hizo con la corona. Su acción le valió la excomunión del papa, Martín IV, y la amenaza de desposeerlo de todos sus reinos si no se sometía a la voluntad del papado.

Carlos de Anjou, indignado por el ataque, le acusó de haber invadido sus tierras con mala fe y deslealtad, y le retó a un peculiar duelo. Pere aceptó alegando que ni la ocupación de Sicilia, ni nada que hiciera contra él, era motivo de vergüenza ni deslealtad. Doce caballeros, seis por cada bando, decidieron las normas del desafío: tendría lugar en Burdeos a primeros de junio del año siguiente, ciudad bajo la potestad del rey de Inglaterra, y cada bando contaría con cien caballeros. Aquel de los dos reyes que no compareciera el día fijado, sin padecer un impedimento físico comprobable, sería considerado perpetuamente como un perjuro, un desleal y un traidor. No podría mantener el nombre ni los honores de un rey, y quedaría apartado de cualquier dignidad.

El 24 de mayo de 1283, Carlos de Anjou acampa en Burdeos, mientras su sobrino, el rey de Francia, se instala a una jornada de la ciudad con miles de caballeros. La trampa se cierne sobre el rey Pere. Sin embargo, éste conoce los movimientos del enemigo, ya que el propio senescal de la ciudad le hace saber que no puede garantizar su seguridad. Entonces empieza a preparar su viaje en absoluto secreto, contando únicamente con tres caballeros de toda su confianza y un guía. Los miembros de la pequeña comitiva se disfrazan y el 31 de mayo llegan a las afueras de Burdeos. El rey Pere, haciéndose pasar por un dignatario real, se presenta ante el senescal de la ciudad, pasea por el campo donde tendrá lugar la liza y, finalmente, revela su identidad. El senescal le reconoce de inmediato y redacta un documento testimonial de su presencia. Una vez cumplido el trámite, a la puesta de sol, el rey Pere marcha hacia Castilla con rapidez evitando el camino por el que había llegado.

La indignación y la sorpresa cunden en el campo francés: su habilidosa trampa había fallado. Según el cronista siciliano Bartolomeo Neocastro, Pere había dejado en manos del senescal de Burdeos su escudo y sus armas como prueba de su comparecencia. A pesar de que los franceses enviaron soldados tras su rastro para capturarle, el rey Pere ya estaba a mucha distancia de sus maquinaciones.

Jaume II de Mallorca, segundo hijo varón de Jaume I y hermano de Pere, empezaba a sentir los efectos del conflicto. Vasallo de su hermano por un lado, y también del rey francés por el señorío de Montpeller, se encontraba en una difícil posición. Su decisión estuvo marcada por el resentimiento hacia su hermano y el temor a perder sus posesiones. En agosto de 1283, mediante el tratado de Carcasona, firmó su alianza con el rey Felipe de Francia en contra de los intereses de su propia dinastía. Se sospecha que su hermano, Pere de Aragón, conocía su traición. Mientras la tensión en la frontera de los dos reinos se agudizaba, el redoble de los tambores de guerra se oía a ambos lados con una creciente alarma. Nada ni nadie parecía capaz de detenerlos.

 

I

 

Hemos cabalgado juntos bajo el ardiente sol del desierto, amigo mío, y juntos empuñamos la espada por una idea que nos fue ofrecida en nombre de un poder sobrenatural.

 

Año del Señor de 1283

Encomienda del Masdéu, el Rosselló

 

La azada se clavó con fuerza en el suelo con un golpe seco y provocó una lluvia de pequeños fragmentos de tierra helada. Frey Juan de Salanca lanzó una muda blasfemia que resonó en su mente como el estampido de un trueno. Procuró arrepentirse sin conseguirlo y a duras penas logró frenar el caudal de palabras malsonantes que se acumulaban en su garganta. Ni tan sólo se persignó, cosa que acostumbraba hacer siempre que su mal humor se expresaba sin contención. Forcejeó con rabia con la pesada azada en un esfuerzo por arrancarla de la tierra y recuperar el control.

—¡Por todos los demonios sueltos de este mundo, maldita sea su estampa! —farfulló mientras notaba correr el sudor por todo su cuerpo.

Detestaba aquel trabajo, no podía soportarlo, y tampoco lograba entender el propósito de tan absurdo encargo. Las labores del campo sobrepasaban las fuerzas de un hombre de su edad. Tiró la azada

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