Be Yourself

Nil Ojeda

Fragmento

cap-1

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No estoy loco, ¿vale? Que lo puede parecer viendo mis vídeos, pues sí. Que lo parecerá aún más después de leer esto, pues también. A ver, si hasta yo lo pienso cuando recuerdo las cosas raras que me pasaron en aquellos pocos días.

Pero no estoy loco.

Si estuviera loco, lo sabría, eso está claro. Ya. Igual no. Los chalados del manicomio que se creen Harry Potter parecen muy convencidos de que pueden hacer cosas mágicas con un palo...

Además, Marc y Cristina también lo vieron.

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Es decir, nos vieron a los dos juntos, y que yo sepa, no tengo ningún gemelo. Lo del espejo no lo vieron, que fue lo más chungo, pero eso igual sí que fue una alucinación (ya sabéis, por la falta de sueño) y por una sola alucinación no te ingresan en el manicomio, digo yo. La cuestión es que ellos vieron a Nailas, bueno, no es que él use ese nombre, él se hace llamar como yo, pero nosotros lo llamamos Nailas. Ni idea de por qué. Se le ocurrió a Marc. A Marc siempre se le ocurren cosas así.

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No os estáis enterando de nada, ¿verdad? Es que no se puede empezar a escribir así, a la buena de Dios, ya lo decía mi profesora Ángeles (la de lengua, que se teñía el mostacho y creía que así no se veía):

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Que digo yo que lo que querría decir es que hay que empezar por el principio en vez de por la mitad y luego ir contando hacia delante. Suena bien.

imagen Así que empecemos por el principio.

Eso sería la noche del 15 de octubre, sobre las cuatro de la mañana. Pero si empiezo por ahí no vais a conocer a Marc y Cristina, que, ya os lo digo ahora, van a tener un papel muy importante en esta historia. Pues un poquito antes, a la hora de cenar. Debían de ser las 21.30 del día anterior, 14 de octubre. Estábamos en la hamburguesería de siempre...

—Estás colgado, Nil —soltó Cristina, mientras achuchaba la gigantesca hamburguesa para que lograra caber entre sus manos—. No acabo de pillar lo de los challenges esos. ¿Para qué sirven? ¿Para demostrar que eres muy duro o algo así?

—Para tener más suscriptores —respondió Marc, librándome del peso de la respuesta—. Además, son divertidos. Bueno, a mí me gustan. —Hizo una pausa y me miró con una repentina cara de preocupación, como de madre angustiada—. Bueno, cuando no los haces tú. Tienes mala cara, tío, ¿estás bien?

Mala cara, dijo. Tenía tantas ojeras que ya me había tropezado con ellas tres veces en lo que llevaba de tarde.

—Hace treinta y seis horas que estoy despierto —dije con voz de extra de The Walking Dead—. Es normal que tenga mala cara.

Tengo sueño. Mucho.

—¿Ves? Si es que eso no puede ser bueno. —Cristina ya había dominado a la hamburguesa que, sin embargo, parecía querer escapar de la prisión de pan blandengue—. «Te aseguro que si no depones esa actitud tendré que llamar a tus padres.»

Cristina imitaba la voz estridente de su madre para hacerme reír. Pero era verdad: si quería, podía llamar a mis padres. Nos conocemos desde párvulos.

Conoce a mis padres, a mis abuelos, a mis tíos e incluso a mi abuela Angustias, la que vive en el pueblo. Y a mí, claro, a mí me conoce mejor que nadie.

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—Un poco de calma —dije con voz serena, intentando disimular los elefantes que estiraban de mis párpados hacia el suelo—. Está controlado.

Antes de que pudieran partirse la caja a mi costa por tan lapidaria frase, sonó mi teléfono. No me llamaban, era la alarma. Tenía que grabar un nuevo vídeo.

—Un momento, chicos. —Abrí Facebook Live y me puse a hacer un directo—. Hola, soy Nil, estoy grabando esto en directo. Sigo despierto. Treinta y seis horas y quince minutos. ¡Y en plena forma! Y para que veáis que es cierto, aquí están mis colegas Marc y Cristina, que pueden dar fe de ello. —Enfoqué a mis amigos—. ¡Saludad, chicos! Ciao. Nos vemos en quince minutos.

—¿Tienes que hacer eso cada cuarto de hora? Qué palazo, a mí se me olvidaría —dijo Marc.

—Para eso me pongo la alarma, para no olvidarme —contesté con bastante dificultad, porque en ese justo instante, Cristina intentaba estrangularme. No le gustaba mucho que la sacara en los vídeos. Vale, no le gustaba nada.

—¿Qué alarma? —preguntó Marc simulando que su empanada mental era aún mayor que la que tenía habitualmente.

Todos nos reímos a carcajadas. Marc tiene esos puntos. Es el típico tío grandote y bonachón, más tranquilo que un oso perezoso empachado de tranquilizantes, pero de vez en cuando tiene sus momentos. Nada de meterse con él, ¿eh?, que es mi mejor amigo.

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—Bueno, chicos, me voy, que tengo que estudiar —dijo Cristina mientras se levantaba. Había dado ya buena cuenta de la hamburguesa y sin mancharse. Solo por eso ya entraría en el Hall of Fame de El Rey del Jamón, que así se llamaba la hamburguesería. No me miréis así. Yo tampoco lo entiendo. Se llama El Rey del Jamón, no tienen jamones y hacen hamburguesas. La vida es muy compleja, por lo visto—. Tengo un examen dentro de cuatro días, y es difícil no, lo siguiente.

—Dificilísimo —apuntó Marc, que odiaba la expresión—. Lo siguiente de difícil es dificilísimo. Además, está probado que no se puede estudiar cuatro días antes de un examen. Se te olvida. Hay un estudio de la Universidad de Missouri que lo demuestra.

Dos cosas.

imagen  Primero, dudo de la existencia de la Universidad de Missouri, pero todo sería googlearlo.

imagen  Segundo, Cristina estudia telecos, según cuentan, la carrera más difícil del universo. Eso es porque Cristina es inteligente no, lo siguiente. Sí, a mí también me gusta sacar de quicio a Marc de vez en cuando.

—Bueno, me voy —repitió Cristina, sacándole la lengua a Marc como respuesta—. Nil, que te sea leve. Mándame una foto mañana a primera hora. No hay nada que me ponga más que un hombre con ojeras. Bueno, en realidad, sí. Chris Pratt con ojeras.

—Chris Pratt antes estaba gordo —contesté sin saber muy bien por qué.

—Chris Pratt es Star-Lord, tío —dijo Marc con su cara gruñona—. Si vuelves a meterte con Star-Lord, no me quedará más remedio que matarte.

Pues sí, Guardianes de la Gala

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