El enigma Flatey

Viktor Ingólfsson

Fragmento

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Índice

Portadilla

Índice

Dedicatoria

La isla de Flatey

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Capítulo 42

Capítulo 43

Capítulo 44

Capítulo 45

Capítulo 46

Capítulo 47

Capítulo 48

Capítulo 49

Capítulo 50

Capítulo 51

Capítulo 52

Capítulo 53

Capítulo 54

Capítulo 55

Capítulo 56

Capítulo 57

Capítulo 58

Epílogo del autor

Anexo

Extractos de la Saga de los Vikingos de Jomsborg del Libro de Flatey

Notas

Sobre el autor

Créditos

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Esta historia está dedicada a la memoria de mis abuelos,

Viktor Gudnason y Jónína Ólafsdóttir

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La isla de Flatey, en el fiordo de Breidafjördur, ha aparecido en más de una ocasión como escenario cinematográfico, a menudo sustituyendo otros escenarios del país. En este caso, se presenta a sí misma y bajo su propio nombre, ya que esta historia tiene lugar en las islas del Breidafjördur en el año 1960.

Aquí tomaremos prestada la naturaleza, los pájaros, las focas, los peces, el viento, la calma, el aroma y los sonidos. Igual que los barcos y los embarcaderos, las casas y las gallinas, las vacas y los huertos de patatas. Pero no a sus habitantes. Los personajes de esta historia no están basados en la gente de aquellos años. Si alguien cree hallar ciertas similitudes con individuos reales, no se trata más que de una desafortunada coincidencia. Todo cuanto ocurre en esta novela es pura ficción. Aun así, quisiera agradecer a los habitantes, vivos o muertos, de esta isla que me hayan prestado semejante escenario.

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1.

Miércoles, 1 de junio de 1960

Un viento de naciente soplaba al alba en el fiordo de Breidafjördur, mientras una fría brisa primaveral encrespaba las olas de espuma blanca por los canales de las islas al oeste. Un frailecillo volaba raudo y concentrado a ras de las olas y un cormorán curioso se estiraba sobre un escollo bajo. Algunos araos aliblancos buceaban en la profundidad del océano, mientras en las alturas planeaban las gaviotas pensativas oteando en busca de alimento. Toda la creación se mostraba despierta e inquieta en el fiordo bajo los luminosos rayos del alba.

Una barca a motor, pequeña pero robusta, abordaba el agitado oleaje y se alejaba de la costa de Flatey rumbo al sur. La motora había sido construida a partir de una antigua barca de remos, cubierta de pez negra, y en el costado ponía CUERVO en mayúsculas grandes y blancas. Llevaba tres tripulantes: un niño pequeño, un hombre de mediana edad y otro considerablemente mayor. Tres generaciones que vivían juntas en Ystakot, una pequeña granja en la punta oeste de Flatey.

El más anciano, Jón Ferdinand, estaba sentado en popa timoneando el barco. La barba blanca despuntaba en su rostro ajado y un hilillo negro de rapé asomaba por su ancha nariz. Algunos mechones de pelo gris colgaban bajo una visera vieja y tanteaban su rostro con el viento. Su mano grande y huesuda asía la caña del timón, y sus ojos ancianos buscaban una pequeña isla al sur bajo las pobladas cejas. El rumbo de navegación no era evidente aun cuando la visibilidad fuese buena. El mar estaba lleno de islotes y escollos desperdigados a lo largo de la costa y los montes de Dalafjöll se alzaban al otro lado en la penumbra azulada.

Jón Ferdinand guiaba el barco de soslayo entre las olas, escapándose por el medio. El navío no era muy grande, así que más valía no recibir las olas mayores de costado. Pero el anciano dirigía el barco según lo sentía y parecía disfrutar de las embestidas del oleaje.

En la bancada de remo delante del compartimento del motor estaba sentado el hijo del timonel, Gudvaldur se llamaba. Fumaba de una pipa y afilaba una navaja. Con la cabeza descubierta y un jersey grueso de lana, se giraba con la pipa evitando las olas que a veces salpicaban por la borda. Su rostro se hallaba curtido por la intemperie y la expresión era áspera. El ojo izquierdo, ciego: la pupila había sufrido una lesión y se le había blanqueado al curarse. El otro ojo era negro como el carbón. Gudvaldur había sido bautizado en honor a un familiar fallecido mucho tiempo atrás, que había visitado a su madre en sueños para pedirle que escogiera ese nombre. No obstante, sus paisanos de Flatey lo llamaban siempre Valdi y lo asociaban con Ystako

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