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Portadilla
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Dedicatoria
La isla de Flatey
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Epílogo del autor
Anexo
Extractos de la Saga de los Vikingos de Jomsborg del Libro de Flatey
Notas
Sobre el autor
Créditos
Esta historia está dedicada a la memoria de mis abuelos,
Viktor Gudnason y Jónína Ólafsdóttir
La isla de Flatey, en el fiordo de Breidafjördur, ha aparecido en más de una ocasión como escenario cinematográfico, a menudo sustituyendo otros escenarios del país. En este caso, se presenta a sí misma y bajo su propio nombre, ya que esta historia tiene lugar en las islas del Breidafjördur en el año 1960.
Aquí tomaremos prestada la naturaleza, los pájaros, las focas, los peces, el viento, la calma, el aroma y los sonidos. Igual que los barcos y los embarcaderos, las casas y las gallinas, las vacas y los huertos de patatas. Pero no a sus habitantes. Los personajes de esta historia no están basados en la gente de aquellos años. Si alguien cree hallar ciertas similitudes con individuos reales, no se trata más que de una desafortunada coincidencia. Todo cuanto ocurre en esta novela es pura ficción. Aun así, quisiera agradecer a los habitantes, vivos o muertos, de esta isla que me hayan prestado semejante escenario.
1.
Miércoles, 1 de junio de 1960
Un viento de naciente soplaba al alba en el fiordo de Breidafjördur, mientras una fría brisa primaveral encrespaba las olas de espuma blanca por los canales de las islas al oeste. Un frailecillo volaba raudo y concentrado a ras de las olas y un cormorán curioso se estiraba sobre un escollo bajo. Algunos araos aliblancos buceaban en la profundidad del océano, mientras en las alturas planeaban las gaviotas pensativas oteando en busca de alimento. Toda la creación se mostraba despierta e inquieta en el fiordo bajo los luminosos rayos del alba.
Una barca a motor, pequeña pero robusta, abordaba el agitado oleaje y se alejaba de la costa de Flatey rumbo al sur. La motora había sido construida a partir de una antigua barca de remos, cubierta de pez negra, y en el costado ponía CUERVO en mayúsculas grandes y blancas. Llevaba tres tripulantes: un niño pequeño, un hombre de mediana edad y otro considerablemente mayor. Tres generaciones que vivían juntas en Ystakot, una pequeña granja en la punta oeste de Flatey.
El más anciano, Jón Ferdinand, estaba sentado en popa timoneando el barco. La barba blanca despuntaba en su rostro ajado y un hilillo negro de rapé asomaba por su ancha nariz. Algunos mechones de pelo gris colgaban bajo una visera vieja y tanteaban su rostro con el viento. Su mano grande y huesuda asía la caña del timón, y sus ojos ancianos buscaban una pequeña isla al sur bajo las pobladas cejas. El rumbo de navegación no era evidente aun cuando la visibilidad fuese buena. El mar estaba lleno de islotes y escollos desperdigados a lo largo de la costa y los montes de Dalafjöll se alzaban al otro lado en la penumbra azulada.
Jón Ferdinand guiaba el barco de soslayo entre las olas, escapándose por el medio. El navío no era muy grande, así que más valía no recibir las olas mayores de costado. Pero el anciano dirigía el barco según lo sentía y parecía disfrutar de las embestidas del oleaje.
En la bancada de remo delante del compartimento del motor estaba sentado el hijo del timonel, Gudvaldur se llamaba. Fumaba de una pipa y afilaba una navaja. Con la cabeza descubierta y un jersey grueso de lana, se giraba con la pipa evitando las olas que a veces salpicaban por la borda. Su rostro se hallaba curtido por la intemperie y la expresión era áspera. El ojo izquierdo, ciego: la pupila había sufrido una lesión y se le había blanqueado al curarse. El otro ojo era negro como el carbón. Gudvaldur había sido bautizado en honor a un familiar fallecido mucho tiempo atrás, que había visitado a su madre en sueños para pedirle que escogiera ese nombre. No obstante, sus paisanos de Flatey lo llamaban siempre Valdi y lo asociaban con Ystako