Una maldita historia

Bernard Minier

Fragmento

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Contenido

Portada

Dedicatoria

Lema

Mapa

Una maldita historia

Antes del comienzo

Uno

1. El ferri

2. Como un arco silencioso

3. El reino

4. El instituto de pencey

5. Banana slug

6

7. Interrogatorios

8. Un mensaje

9

10. El refugio

11. Rompecabezas

12. Insomnio

13

14. En los bosques

15. Las estrellas

16

17. Adopción

18. Rubicón

19

20. Diablo

21. El trayecto de regreso

22. Funeral

23. Conversación

24. Noche

25. Ojos y oídos

26. Michelle/meredith

Dos

27. Cámaras

28. Clcdjkdoieç_’hj’’2e

29. Reserva

30. Despegue

31. Bruma

32. Pacific storage

33. El faro

34. Dron

35. Huida

36. En la tormenta

37. La rubia con anorak después de medianoche

38. Vuelos y sobrevuelos

39. Solo

40. Halloween

41. Los ángeles

42. Reunidos

43. Despertar

44. «Sube»

45. En alta mar

Después del final

Agradecimientos

Créditos

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A los amigos de la infancia

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Todos los lectores familiarizados con la geografía norteamericana lo saben: Estados Unidos presenta una particularidad en su topografía según la cual el nombre de Washington está asociado a la vez a la capital federal, situada en la Costa Este (distrito de Columbia), y al estado que constituye el escenario de esta novela y que está situado en el noroeste del país.

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Al principio está el miedo.

El miedo a ahogarse.

El miedo a los otros... a los que me detestan, a los que me quieren eliminar.

El miedo a la verdad, también.

Al principio está el miedo

Nunca más volveré a la isla. Aunque la propia Jennifer Lawrence viniera a llamar a mi puerta y me suplicara que regresara, no lo haría.

Más vale que se lo diga de entrada: lo que voy a contarle le parecerá increíble. No es una historia banal, se lo aseguro. No, no. Es una maldita historia. Sí, una maldita historia...

Y ahora presentaré una visión, para ir abriendo boca, por así decirlo: una mano surge del abismo, tendida hacia el cielo, pálida, con los dedos separados, antes de hundirse definitivamente en el agua. El viento del mar brama a mi alrededor, y el oleaje y la lluvia, y me azotan mientras nado alejándome de esa mano espectral... mientras nado, o intento nadar, vapuleado, arrastrado por las olas, con sus depresiones de tres metros y sus crestas espumosas, hacia la punta de la isla, tosiendo, hipando, tiritando, medio ahogado.

Al principio está el miedo

Otra visión:

... la casa ardiendo y yo delante de rodillas, llorando, chillando como un histérico, y las luces giratorias que incendian la noche a mi alrededor.

Le voy a decir algo más, reconozco que le va a costar creerme. La verdad, no se lo reprocho. Y sin embargo es así como ocurrió.

Así exactamente.

Me observa, sentado en su sillón, con su mirada parda. Es alto, impresionante, y la chaqueta que lleva debe de costar más que mi coche. Acaba de mirar su reloj. No dice nada. No sé qué edad tendrá. ¿Cuarenta y cinco años? ¿Cincuenta...? Es de esa clase de hombres que deben de gustar a las mujeres.

¿Por dónde empiezo?, le digo.

Por el principio, responde. Es lo mejor.

¿De cuánto tiempo dispongo?

De todo el tiempo que necesites, Henry.

Muy bien, digo. No está obligado a creerme, por supuesto.

No dice nada. No deja entrever nada. Este hombre que es mi padre... Tiene razón: volvamos al punto donde empezó todo...

... volvamos al comienzo.

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Antes del comienzo

Noche de agosto: Ruidos. Tintineos, crujidos, chisporroteos racheados. Después, silbidos muy agudos transportados por el eco de la bahía, un rechinar parecido al que se produce al frotar la superficie de un balón hinchado. Chirridos de frecuencias elevadas. Y el chapoteo del agua, de las olas.

Sentado en el kayak de mar, observo la capa de bruma. Silencio. La luna ilumina las aguas a mi alrededor. Contengo la respiración. Aparece una aleta negra, luego dos, tres, cuatro... hasta once... El corazón me late más deprisa. Los grandes depredadores de piel negra y blanca surgen lentamente y en fila de la bruma, como para emprender una batida; sus aletas redondeadas hienden las aguas que ilumina la luna llena. Hundo el remo, una vez y después otra, despacio, avanzando en dirección a ellos.

Ciertas cosas que hay que saber sobre las orcas

La orca es un superdepredador, el más temible del planeta; no se le conoce ningún enemigo natural; reina en la cumbre de la cadena alimentaria. Es un animal extraordinariamente inteligente. Cada grupo de orcas sedentarias tiene un lenguaje elaborado, un dialecto complejo diferente de los otros grupos, y es una de las raras especies que enseñan lo que han aprendido a las siguientes generaciones. Las orcas sedentarias poseen un sentido social muy desarrollado.

Y aparte están las orcas nómadas...

Aún más peligrosas, aún más temerarias, recorren los océanos en absoluto silencio y —la mayor parte del tiempo— en solitario. Ellas son las que han dado lugar al sobrenombre de «ballena asesina» para toda su especie. No dudan en atacar a mamíferos marinos de gran tamaño, como focas, leones marinos o

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