Índice
La dama del lago
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Blues de Bay City
Capítulo 1. El suicidio de Cenicienta
Capítulo 2. Asesinato a crédito
Capítulo 3. El caballero de la prensa
Capítulo 4. La peliroja
Capítulo 5. Mi vecina muerta
Capítulo 6. Recupero mi pistola
Capítulo 7. Barbilla Grande
Capítulo 8. Traficante de pinchazos
Capítulo 9. Un tío con agallas
La dama del lago
Capítulo 1. Que no intervenga la policía
Capítulo 2. La casa silenciosa
Capítulo 3. El hombre de la pata de palo
Capítulo 4. La dama del lago
Capítulo 5. La tobillera de oro
Capítulo 6. Melton cubre las apuestas
Capítulo 7. Un par de chivos expiatorios
Capítulo 8. Vote a Tinchfield
No hay crímenes en las montañas
Notas
Biografía
Créditos
Raymond Thornton Chandler(1888-1959) es el gran maestro de la novela negra americana. Nació en Chicago, pero pasó la mayor parte de su infancia y juventud en Inglaterra, donde estudió en el Dulwich College y acabó trabajando como periodista freelance en The Westminster Gazette y The Spectator. Durante la Primera Guerra Mundial, se alistó en la Primera División Canadiense, que servía en Francia, y más adelante entró a formar parte de la Royal Air Force (RAF). En 1919 regresó a Estados Unidos y se instaló en California, donde ejerció como directivo de varias compañías petroleras independientes. Sin embargo, la Gran Depresión terminó con su carrera en dicho sector en 1933. Chandler tenía cuarenta y cinco años cuando empezó a escribir relatos detectivescos para revistas baratas de género negro, más conocidas como pulps: Black Mask, Dime Detective. Sus novelas destacan por un realismo duro y una mirada social crítica. En El sueño eterno (1939), su primera novela, presentó en sociedad al impetuoso pero noble Philip Marlowe. Pronto la siguieron Adiós, muñeca (1940), La ventana alta (1942), La dama del lago (1943), La hermana menor (1949), El largo adiós (1953) y Playback (1958). Mantuvo una relación estrecha y turbulenta con Hollywood, donde sus novelas fueron llevadas a la gran pantalla y para cuya industria cinematográfica trabajó de guionista entre 1943 y 1950. En 1958 fue elegido presidente de la organización Mystery Writers of America. Murió en La Jolla, California, el 26 de marzo de 1959.
Título original:The Lady in the Lake, «Bay City Blues», «The Lady in the Lake», «No Crime in the Mountains»
Edición en formato digital: enero de 2014
© 1943, Herederos de Raymond Chandler, por The Lady in the Lake
© 1938, 1939, 1941, Herederos de Raymond Chandler, por «Bay City Blues», «The Lady in the Lake», «No Crime in the Mountains»
© 2014, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
© 1991, Carmen Criado, por la traducción de La dama del lago, cedida por Alianza Editorial, S. A.
© 1995, 2002, Juan Manuel Ibeas, por la traducción de «Blues de Bay City», «La dama del lago» y «No hay crímenes en las montañas»
Diseño de la cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial, S. A.
Imagen de la cubierta: © Álvaro Domínguez
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-9032-987-0
Conversión a formato digital: M.I. maqueta, S.C.P.
www.megustaleer.com
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El edificio Treloar estaba, y sigue estando, en Olive Street, cerca de Sixth Street, en el lado oeste. El pavimento de la acera de delante era de losas de caucho blancas y negras. Estaban levantándolas para entregarlas al gobierno, y un hombre pálido, sin sombrero y con cara de inspector de obras, vigilaba el trabajo como si le partiera el corazón.*
Pasé junto a él, atravesé una galería de tiendas de lujo, y entré en un amplio vestíbulo negro y dorado. La Compañía Gillerlain estaba en el séptimo piso, al frente, tras una doble puerta de cristal enmarcada en metal de color platino. La recepción tenía alfombras chinas, paredes pintadas de un plateado mate, muebles angulosos pero muy trabajados, varias piezas de escultura ab