En mitad de la tormenta

Carla Calvo

Fragmento

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Capítulo 1

Uno. Inspira.

Dos. Espira.

Tres. Inspira.

Cuatro. Espira.

Abigaíl repite este mantra en su cabeza, contando cada una de sus respiraciones y volviendo a empezar. Uno, inspira. Escucha a su madre decir por quincuagésima vez que, si le hiciera caso, quizá le iría mejor. Dos, espira. Se abstiene de contestar, concentrándose en cortar la carne en trozos perfectamente simétricos. Tres, inspira.

—Podrías empezar a tomarte las cosas en serio —remata su madre, haciendo que Abigaíl suelte los cubiertos de plata casi de golpe, provocando un ruido más estridente del que pretendía.

Nota la mirada de los comensales de la mesa de al lado posarse sobre ella por culpa del ruido. Hasta ahí llegan todos sus esfuerzos por mantener la calma. Coge de su regazo la servilleta de tela blanca y llena de manchas en comparación con la impoluta servilleta de su madre, intentando aparentar serenidad, y la coloca con pulcritud junto a su plato. Odia ese tipo de restaurantes.

—Ni se te ocurra decirme que me calme —advierte, sabiendo cuáles van a ser las próximas palabras de su madre antes de que tenga oportunidad de decirlas. El rictus de sus labios le dice que ha acertado—. En primer lugar, fue un accidente. Ni siquiera tú podrías haberlo previsto —dice, haciendo hincapié en el «tú»—. En segundo lugar, no fui yo quien decidió ser mentora de Micaela. ¿Querías que le dijera a la directora de la academia que no me venía bien?

—Sabes de sobra que no me refería a eso —se queja su madre, suspirando. Deja los cubiertos a un lado, con mucha más delicadeza que Abigaíl, y se lleva una mano a la cabeza, masajeándose la sien derecha—. Pero si pensaras en las consecuencias de tus actos antes de lanzarte a tomar decisiones, esto no habría pasado.

Abigaíl intenta calmarse antes de hablar. Uno, inspira. Dos, espira. Tres, inspira.

—Fue un accidente —repite, despacio—. Le podría haber pasado a cualquiera.

—Hay más posibilidades de que te caiga un rayo que de que se dé una conexión así, así que no le podría haber pasado a cualquiera.

—Bueno, ¿en qué quedamos? ¿Cómo pretendes que hubiera predicho que algo así iba a pasar si ni siquiera era una posibilidad? —replica Abigaíl, perdiendo de nuevo la calma—. Ni que entre mis poderes estuviera adivinar el futuro, joder.

—Abigaíl —le reprende su madre—. Esa boca.

No puede evitar poner los ojos en blanco.

—Solo digo que te contradices —prosigue, sin dejarse amedrentar.

Cualquiera pensaría que el poder de su madre es viajar en el tiempo, ya que siempre que están juntas se siente como si tuviera dieciséis años de nuevo. Valeria cierra los ojos durante una fracción de segundo más de lo necesario, mostrando un resquicio de debilidad. Coge la copa de vino blanco. Abigaíl siente el impulso de comparar la manicura perfecta de su madre con sus uñas acrílicas, de las que ya se le han roto dos, pero sabe que las comparaciones son un ejercicio inútil.

—Me preocupo por ti, eso es todo —reconoce Valeria finalmente, tras dar un pequeño trago a la copa—. Me hubiera gustado que no hubieras tenido que encargarte tú de esto y te hubieras dedicado, no sé, a recaudar fondos. O cualquiera de las otras sugerencias que te hice en su momento.

—Mamá —replica Abigaíl, con un quejido.

—Vale, vale —responde esta, extendiendo una mano para colocarla sobre la suya. Si no fuera por la diferencia de la manicura, ambas manos serían prácticamente iguales, el mismo tono de piel, la misma forma—. Solo ten cuidado.

Abigaíl asiente, colocando la otra mano libre sobre la de su madre para darle un apretón. Esboza una pequeña sonrisa. Cuando se separan, cada una se centra en su propio plato.

—Irás el sábado a la gala benéfica, ¿verdad? —pregunta su madre, cambiando de tema.

—¿Cuándo he faltado a un evento? —Valeria la mira con las cejas alzadas, como si la simple pregunta fuera absurda. Abigaíl pone los ojos en blanco, llevándose un trozo de carne a la boca—. Sí, iré —responde tras masticar, ante el silencio de su madre—. Y me comportaré e iré vestida acorde a la etiqueta y todo lo que vayas a preguntar.

—Igual podrías ir con Iker…

—Mamá —exclama Abigaíl, cortando la frase antes de que pueda acabarla.

—Solo era una sugerencia.

Por suerte, su madre no vuelve a insistir y cuando Abigaíl intenta cambiar de tema, decide seguirle la corriente.

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Capítulo 2

Micaela vuelve a colocar, por octava vez consecutiva solo en esa tarde, las cámaras en su sitio. Endereza el cartel que reza «por favor, dejen los dispositivos en su sitio tras probarlos» al que nadie hace caso y siente ganas de reírse por la ironía del asunto. Desde luego, aquello no es lo que se imaginaba haciendo cuando decidió dedicarse a la fotografía, pero se acerca lo suficiente como para darse por satisfecha. Al menos temporalmente.

Aprovecha que la tienda está vacía para estirarse, notando la tensión trepar por su cuello como si fuera una planta invasora, y se dirige hacia el mostrador, sentándose en la banqueta que hay tras la caja para ojear discretamente el móvil. Se le escapa un quejido cuando ve una notificación de la última persona con la que quiere hablar.

[18:50, 08/5/2021] Abigail: Te paso la ubi para mañana, recuerda que hemos quedado a las ocho

Es consciente de que nada más leer el texto, pone los ojos en blanco de forma automática. Es prácticamente un acto reflejo, como cuando te dan un golpe en la rodilla y tu pierna se mueve en respuesta. Es consciente de que todos los mensajes que Abigaíl le envía le molestan porque se encuentra a la defensiva, pero es algo que no puede evitar. Sale de la conversación dejando los mensajes en leído. No es muy maduro por su parte, pero de alguna forma cualquiera de las respuestas que se le ocurren son incluso peores que el silencio. ¿Un emoticono con el pulgar levantado? Sarcástico. ¿Un ok? Borde. ¿Un «eres tú la que siempre llega tarde »? Pasivo agresivo. ¿Dejar los mensajes en visto? Posiblemente antipática, pero le da igual.

La penúltima conversación es un mensaje de su hermana que, por supuesto, también hace que quiera poner los ojos en blanco. Sin embargo, en este caso no tiene reparos a la hora de responder.

[18:24, 08/5/2021] Salma: te he cogido unos pantalonesssss

[18:25, 08/5/2021] Salma: espero que no te importe

[18:25, 08/5/2021] Salma: gracias sis

[19:12, 08/5/2021] Micaela: Los quiero de vuelta, eh.

[19:12, 08/5/2021] Micaela: Lavados y planchados.

[19:13, 08/5/2021] Micaela:

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