Índice
Portadilla
Índice
Introducción
Primera parte
1. El niño maldito
2. La niña encontrada
3. Bella ascensión de verano
4. El diálogo de los autómatas
5. Regreso al dragón
6. Donde yo no era más que un fuego cegador
7. Despertar
8. Disimular, callar y huir
9. Las verdades de la mañana
10. El callo en el pie de Gaétan Lepailler
11. La agonía del verano
12. Duelos
13. Dos últimos días
14. La casa del ahorcado
15. Después de la derrota
16. Después de la muerte
Segunda parte
17. La hidra
18. Medianoche en casa del gran maestre
19. La puerta cochera
20. Lo que no se puede decir
21. Bajo el terciopelo
22. La espalda
23. Rose Blanchet
24. Carne de su carne
25. El océano
26. Una noche sin fin
27. La máquina
28. El adiós
29. La marcha
Tercera parte
30. La boda de Jean el Cojo
31. Planes de guerra
32. Mentiras
33. La Vieille Ânesse
34. Pólvora y memorias
35. La levadura
36. El último de los Salerac
37. La lluvia de brumario
38. El comisario y el conde
39. Judith ante el espejo
40. El fin
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Notas
Sobre la autora
Créditos
Grupo Santillana
Quiero vivir.
Es absolutamente necesario porque mi papel en esta historia es demasiado importante. Si no vivo, ¿cómo tendría Charles la revelación que cambiará su vida? ¿Cómo invitaría el viejo conde a Judith a ir a Vaillac? Quiero vivir porque quiero ver el crepúsculo sobre los tejados negros de pizarra de mi castillo, quiero oír el ruido de los autómatas reparados por Guillaume y quiero contar a mis hijos la historia de mi vida y de quienes me la dieron. Debo vivir porque de lo contrario nada llegará a su término.
Perdonadme, no es habitual empezar un relato por su conclusión, ni siquiera en esta época difícil en que me ha tocado nacer. Pero el golpe que acabo de recibir ha sido tan violento que me hace temer lo peor. El impacto me ha recorrido el cuerpo como un terremoto. Oigo gritar a mi madre y siento el dolor que le hace apretar los puños.
Y sé por qué. Yo, que no cierro nunca los ojos, lo veo todo y lo sé todo. Sé cuál es el desquiciamiento que la arroja a esta calle azotada por la lluvia y sé quién es el otro que la vuelve a alcanzar, la locura que le brilla en los ojos. Lo sé todo y lo veo todo. Conozco el presente, el pasado e incluso el porvenir hasta del personaje más insignificante de esta historia, conozco todos los meandros que unen sus destinos, porque nado fuera del tiempo, allí donde tienen su origen las leyendas, en la carne y en la sangre.
Mi madre se hace un ovillo sobre los adoquines cubiertos de barro. Sus sollozos estallan como una tempestad. Su corazón palpita contra mi cráneo. Todo hierve, el mundo tiembla de miedo, la tierra gime de dolor, siento que mi madre renuncia, pero yo quiero vivir, ¡quiero vivir!
Abro las manos, separo los dedos todo lo que puedo, extiendo los brazos: quiero vivir, ¿me oyes? Me aferro con todas mis fuerzas a mi placenta, la aprieto, la muerdo con mi boca sin dientes, ¡quiero vivir! ¡Levántate! ¡Serénate! ¡Vuelve a casa o nos matarás a los dos, a ti y a mí! Quiero oler el aroma de las colinas, quiero cerrar los ojos al sentir el viento de la tarde en la frente, quiero conocer todas las cosas bellas de este mundo frágil y cruel... Quiero...
Los cabellos hundidos en el barro, mi madre lanza un gemido prolongado. ¿Y si no se levantara? ¿Si yo no naciera? ¿Si no llegara a vivir?
En ese caso hace falta que lo cuente. Para los que viven al otro lado, es necesario que diga todo lo que quizá no llegue a ser. Todo lo que sé, aquí, en el fondo del vientre de mi madre. Todo lo que mis ojos ven todavía antes de que sea demasiado tarde.