Por siempre jamás (Trilogía Novias de Nantucket 2)

Jude Deveraux

Fragmento

Creditos

Título original: For All Time

Traducción: Ana Isabel Domínguez Palomo y María del Mar Rodríguez Barrena

1.ª edición: julio 2015

 

© Ediciones B, S. A., 2015

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito Legal: 17690-2015

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-168-7

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Contents
Contenido
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Epílogo
Agradecimientos
siempre

1

Nantucket

Graydon era incapaz de apartar los ojos de la chica. La novia y el novio, su primo Jared, se encontraban en el altar de la pequeña capilla con el párroco entre ellos, pero Graydon no les prestaba atención porque solo tenía ojos para ella. Llevaba un vestido azul de dama de honor y un ramo de flores en las manos, y estaba muy pendiente de la ceremonia.

Aunque era guapa, no poseía una belleza convencional. No era el tipo de mujer que llamaría la atención allá adonde fuera. El rostro ovalado, esos ojos azules y su cutis perfecto le otorgaban el aspecto de las chicas que aparecían en las noticias de los periódicos tras haber debutado en sociedad. Con ese físico, podría lucir perlas y guantes largos sin dar la impresión de que preferiría ir en vaqueros.

Poco antes, mientras el cortejo nupcial esperaba en el exterior de la capilla, se produjo cierto revuelo en el interior. En el último minuto, había tenido lugar algún malentendido que había provocado el caos. En circunstancias normales, Graydon se habría molestado en averiguar qué sucedía, pero ese día no lo había hecho. Porque ella lo había distraído.

En el interior de la capilla, se habían escuchado gritos furiosos y alguien había estampado algún mueble contra el suelo. Las dos damas de honor, el padrino y el segundo acompañante se habían acercado a la puerta para ver qué sucedía, pero Graydon no se había movido del sitio. Ni siquiera sentía curiosidad. No alcanzaba a hacer otra cosa que no fuera mirar la espalda de la chica. Tenía una melena rubia, larga y ondulada, y una bonita figura. Nada voluptuosa, pero sí atlética y femenina.

Se mantuvo alejado del resto durante todo el jaleo. Apenas era consciente de su entorno, de la enorme carpa donde se celebraría el banquete y el baile posterior, de la luz de la luna que bañaba la arboleda que los rodeaba, ni siquiera era consciente de la reluciente capilla donde tendría lugar la ceremonia. Solo podía pensar en las palabras que le había dicho la chica unos minutos antes.

Cuando le pidieron que acompañara a una dama de honor por el pasillo de la iglesia, pensó que sería una tarea sencilla y agradable. Al fin y al cabo, estaba más que acostumbrado a caminar por alfombras rojas y a participar en ceremonias de todo tipo.

Sin embargo, cuando le presentaron a la chica, sus palabras lo dejaron conmocionado... y aún no se había recuperado.

Una vez que se calmó el estrépito procedente del interior de la capilla y mientras se preparaban para entrar, Graydon se acercó a ella y le ofreció el brazo. Cuando ella lo aceptó, la miró con una sonrisa afable y le cubrió la mano con la suya, tras lo cual le dio un amistoso apretón.

Sin mediar palabra, ella se apartó bruscamente de él y lo miró con cara de pocos amigos. Su actitud no dejaba lugar a dudas: cualquier tipo de avance por su parte sería mal recibido. Y eso incluía también la amistad.

Graydon no recordaba ninguna otra situación que lo hubiera dejado sin palabras, pero tras enfrentarse a la airada reacción de la chica pareció quedarse mudo. Solo atinó a mirarla en silencio y a pestañear. Al final, consiguió asentir con la cabeza para indicarle que le había quedado claro. Nada de caricias, nada de sonrisas y nada que se saliera de lo estrictamente necesario para llevar a cabo la función que les habían encomendado.

Mientras recorrían juntos el pasillo de la iglesia, ella mantuvo las distancias. Aunque lo tomó del brazo, la separación entre sus cuerpos era de medio metro. Graydon caminaba con la cabeza alta e hizo todo lo posible por tragarse el orgullo. Era la primera vez en toda su vida que una mujer lo encontraba... en fin, sí, repulsivo. La verdad, ninguna mujer había intentado alejarse de él con anterioridad.

Y no se trataba de que fuera un inocentón y no supiera que muchos de los halagos y del coqueteo que recibía tenía su origen en lo que él había acabado denominando «las desafortunadas circunstancias de su nacimiento». Sin embargo... que la chica no quisiera saber nada de él era un golpe para su ego.

Cuando llegaron al altar, pareció aliviada de poder alejarse de él. La chica se colocó en la parte izquierda y él se dirigió a la derecha para esperar la llegada de la novia, que caminaría hacia el altar acompañada por su padre.

Durante la ceremonia, Graydon no pudo evitar echarle un vistazo a la dama de honor, aunque para ello tuviera que dejar de mirar a los novios. ¿Cómo se llamaba? Toby, ¿no? Seguramente se tratara de un apodo, y se preguntó cuál sería su nombre de pila.

La ceremonia estaba a punto de llegar a su conclusión cuando si

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