1.ª edición: enero, 2016
© 2016 by Marta Andrés
© Ediciones B, S. A., 2016
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
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ISBN DIGITAL: 978-84-9069-244-8
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Contenido
Portadilla
Créditos
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 17
Epílogo
PRÓLOGO
Nueva York
Martes, 6 de julio de 2010 – 2,00 horas.
¡Por fin un respiro! ¡Hacía semanas que Elsa Maqueda no se divertía tanto! Y lo mejor estaba por llegar: en menos de veinticuatro horas estaría de vuelta en casa.
Miró a su alrededor, también los demás parecían estar pasándolo en grande. Unas horas antes se había dado por finalizado el primer año del máster en psicología criminalista que ella había escogido para completar su carrera profesional. Como colofón a meses de duro estudio e increíbles prácticas, la dirección de la escuela había organizado un fin de semana en un céntrico hotel de Nueva York, donde se celebraba un ciclo de conferencias con los expertos más destacados en este campo. La última había tenido lugar esa misma tarde y el tema tratado no podría haber sido más interesante: Asesinos en serie. ¡Fascinante!
«¡Estás enferma! —se dijo a sí misma—. ¿Cómo puede gustarte estudiar a esos individuos sin escrúpulos?»
Esbozó una ligera sonrisa al recordar cómo había llegado hasta allí. Los comienzos habían sido duros: el disgusto de su madre al conocer su decisión de irse a estudiar fuera, aparcar el trabajo temporalmente —uno que además adoraba—, el cambio de ciudad, de país, de clima, de costumbres y, lo peor de todo, la incómoda sensación de soledad permanente. ¡Un auténtico suplicio! Pero hoy, un año después, la cuestión era, ¿ha valido la pena? «¡Sin duda!».
—¡Elsa! —le llamó John, alejándola de sus cavilaciones—. ¡Ven! Te estamos esperando —dijo en inglés.
—Voy a por una copa —respondió, en el mismo idioma con una pronunciación perfecta.
Eran más de las dos de la mañana pero nadie parecía querer irse a la cama. Todos los compañeros se encontraban en la discoteca del hotel tras haber disfrutado de una exquisita cena de despedida. Esa noche dormirían en las elegantes habitaciones de la primera planta y, a la mañana siguiente, cada uno de los integrantes del máster se iría a pasar las vacaciones de verano a sus respectivos lugares de origen. Hasta septiembre no tendrían que reincorporarse para comenzar el nuevo y último ciclo del curso.
Ella localizó la barra y fue en busca de una bebida. Tenía la boca seca. Pidió un whisky con Coca-Cola. Era la segunda copa de la noche, pero ¿qué había de malo? Estaba de vacaciones y dos copas no la convertirían en una alcohólica.
Dio un pequeño trago. «Delicioso». Agarró con fuerza el vaso y se giró buscando a sus amigos.
—¡Mierda! —gritó, cuando más de la mitad de su bebida se derramó en su camisa de seda blanca.
—Lo siento… —se excusó un joven que había chocado accidentalmente contra ella—. No te he visto.
—Ya me he dado cuenta —apuntó, empapada, levantando la vista hacia aquel individuo que hablaba su idioma.
Tendría, más o menos, su misma edad, cabello castaño y unos enormes ojos verdes. Sus facciones eran suaves: nariz afilada, labios carnosos… y una sonrisa que quitaba el hipo.
—Española,