Canción audaz (La saga Montgomery 4)

Jude Deveraux

Fragmento

Creditos

Título original: Velvet Song

Traducción: Álex Lomónaco

1.ª edición: noviembre, 2015

© 2015 by Deveraux Inc.

© Ediciones B, S. A., 2015

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Publicado por acuerdo con el editor original, Pocket Books, una división de Simon & Schuster, Inc..

Diseño de cubierta: MRH

Diseño de colección: Ignacio Ballesteros

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-253-0

Maquetación ebook: Caurina.com

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

 

PRIMERA PARTE

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

SEGUNDA PARTE

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

22

23

Saga montgomery

cancion_audaz-3.xhtml

PRIMERA PARTE

cancion_audaz-4.xhtml

1

El Sur de Inglaterra

Enero de 1502

La pequeña aldea de Moreton estaba rodeada por una alta muralla, y el gris de sus piedras proyectaba una larga sombra sobre las muchas casas apiñadas en su interior. Senderos muy gastados unían los edificios entre sí, abriéndose desde el centro mismo, donde se ubicaba la iglesia con su torre y el ayuntamiento blanco y elevado. Ahora, a la pálida luz de la mañana, unos pocos perros comenzaban a desperezarse, mujeres de ojos adormilados caminaban perezosamente hacia el pozo de agua del pueblo y cuatro hombres esperaban, con hachas sobre los hombros, mientras que los guardianes abrían las pesadas puertas de roble del muro de piedra.

Dentro de una casa sencilla angosta, de dos pisos y de un blanco lavado, Alyxandria Blackett escuchaba por cada poro de su piel el rechinar de los portones. Cuan-do lo percibió, tomó sus zapatos de delicado cuero y comenzó a caminar de puntillas hacia las escaleras que, desafortunadamente, se encontraban al otro lado del dormitorio de su padre. Hacía horas que estaba vestida, se había despertado mucho antes de que saliera el sol y se había puesto un sencillo vestido de lana, un tanto burdo, sobre su etérea figura. Y hoy, por una vez, no se miró el cuerpo con disgusto. Parecía que toda su vida había estado esperando crecer para ganar algo de peso y, sobre todo, adquirir algunas curvas. Pero a sus veinte años ya sabía que siempre habría de tener poco pecho y estrechas caderas. Al menos, pensó con un suspiro, no tenía necesidad de usar corsé. En el cuarto de su padre, lanzó a éste una rápida mirada para asegurarse de que estaba durmiendo, levantó su falda de lana, comenzó a bajar y evitó el cuarto escalón porque sabía que crujía sonoramente.

Una vez al pie de la escalera no se atrevió a abrir los postigos. El

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos