Ecos del corazón

Lisa Aidan

Fragmento

Creditos

1.ª edición: abril, 2016

© 2016 by Lisa Aidan

© Ediciones B, S. A., 2016

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-417-6

Maquetación ebook: Caurina.com

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Cita

 

 

 

 

 

«Recordar es fácil para el que tiene memoria.

Olvidarse es difícil para el que tiene corazón.»

Gabriel García Márquez

Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

Cita

 

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Epílogo

Agradecimientos

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Capítulo 1

El aire puro llenaba sus pulmones.

Traía consigo los olores del heno y de la tierra, de las vacas y caballos, el aroma a hierba verde y una suave fragancia de mujer entre todo lo demás. Un aroma femenino, dulce e indómito que lo cautivaba desde su entrada en la adolescencia.

Tumbado en mitad del campo de pasto, con los brazos bajo la cabeza, las piernas entrecruzadas y el sombrero Stetson sobre la cara, se encontraba completamente relajado. Aquel era su rincón. El lugar donde podían hablar, reír; allí podía estar con ella.

Por alguna razón, que no pensaba ni intentar comprender, siempre encontraban algún motivo por el que discutir. ¿Qué podía decir? Le encantaba verla así.

Todo ese genio que trataba de contener... Era un espectáculo digno de ver.

Y, a pesar de todo, podían hablar abiertamente de cualquier tema relacionado, o no, con sus respectivos ranchos.

Se respetaban profesional y personalmente, pero había más. Habían crecido juntos.

Sus familias eran vecinas y ambos trabajaban sus tierras; los dos amaban aquella tierra. Habían sido partícipes en los mejores y en los peores momentos en la vida del otro.

En algún momento de su adolescencia, Mat pudo constatar un interés, un tanto más íntimo, que su compañía le provocaba. Aunque no fue hasta más tarde, al entrar ella en su propia adolescencia, que dieran comienzo las riñas entre ellos.

De pronto, el sombrero fue retirado de su cara y la brillante luz del sol acertó en su rostro hasta que una sombra se interpuso en su camino.

—¿De qué ríes, Logan? —la sugestiva voz de Mel era para él como una ducha en el desierto.

El cuerpo de la muchacha sobre el suyo era como una buena melodía, todo subidas y bajadas en los lugares adecuados.

La turgencia de sus senos contra su duro torso era excusa suficiente para provocar a su entrepierna henchirse.

—De nada, pequeña. Se está bien aquí. Así. —Deslizó las palmas de sus manos desde los hombros, enfundados en la versión femenina de una camisa de trabajo, hasta la curva de su cintura, descendió hasta sus caderas y presionó la rigidez que crecía cada vez más entre sus muslos.

—No me llames pequeña —bufó—. Puedo darte una paliza cuando, y donde quiera, Mathy.

La mueca fue inevitable e instantánea. Solo ella lo llamaba así. Lo hacía para irritarlo y qué duda cabía que lo conseguía; aunque debía reconocer que casi se había acostumbrado.

—¿No crees que ya es hora de que vuelvas? —siguió ella.

—¿Volver? —preguntó divertido.

—Con Catherine —le record

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