Tú eres mi luz

Esperanza Riscart

Fragmento

Creditos

1.ª edición: abril, 2017

© 2017 by Esperanza Riscart Franco

© Ediciones B, S. A., 2017

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-685-9

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Dedicatoria

 

 

 

 

 

A Santi, Fernando y Elena.

Mi apoyo, mi fuerza, mi luz.

Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

 

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Agradecimientos

Promoción

tu_eres_mi_luz-4

CAPÍTULO 1

—¿Qué tenemos aquí, Lola? —preguntó la doctora Cánovas a la enfermera que limpiaba un corte muy abierto en el brazo izquierdo de un joven tumbado en una camilla.

—Un profundo corte provocado con el manillar de una moto. —Hablaba mientras la doctora examinaba la herida concienzudamente—. Creo que habrá que darle unos puntos de sutura interiores y algunos más exteriores.

—Sí, me parece lo más adecuado —afirmó la joven médica sin prestar atención aún al rostro de su paciente, que la observaba embobado, algo que ya estaba acostumbrada que sucediera—. ¿Cómo ha ocurrido? ¿Puede haber fractura?

—No. Solo la herida.

—Llevaba el brazo apoyado en la ventana abierta mientras el coche estaba parado ante un semáforo y, en el momento de cambiar la luz, la moto vino desde atrás a demasiada velocidad —respondió el hombre sin perder detalle del rostro de la guapa doctora que lo atendía.

—¿Cómo estás? —le preguntó al muchacho, que aparentaba treinta años, mirándolo por fin a la cara. Le gustaba conocer el rostro de sus pacientes.

—¿Lucía? —preguntó el joven sorprendido—. ¡Lucía Cánovas! ¡Vaya! ¡Qué casualidad!

—¡Ramón Quintana! ¡No me lo puedo creer! —Cogiendo sus mejillas con delicadeza lo observó incrédula sin dejar de sonreír y le ofreció dos afectuosos besos—. ¿Cuánto hace que no nos vemos?

—Seis años, por lo menos.

—¿Cómo te encuentras? ¿Te duele mucho? —No esperó respuesta y, de repente, se sintió incómoda y volvió al plano profesional—. No te preocupes, enseguida te pondremos anestesia local y no te enterarás de nada mientras te estemos cosiendo. Te has hecho un buen corte. —Se acercó mucho a él y le habló aproximándose a la oreja—. ¿Querías que te sobaran unas enfermeras y te has arriesgado a perder un brazo para conseguirlo? Aquí tienes tu sueño hecho realidad —le susurró, bromeando una vez que se había recobrado de la sorpresa.

—Mis sueños acabaron hace unos meses. Ahora soy un hombre formal y casado—resp

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