Como en una montaña rusa

Susan Elizabeth Phillips

Fragmento

Como_en_una_montana_rusa-1.html

Créditos

Título original: Honey Monn

Traducción: Jordi Vidal

1.ª edición: febrero 2014

© Susan Elizabeth Phillips, 1993

© Ediciones B, S. A., 2014

para el sello B de Bolsillo

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito legal: B. 2.866-2014

ISBN DIGITAL: 978-84-9019-723-3

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

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Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Cita

La colina de elevación. 1980-1982

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Tiempo en antena. 1983

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

La caída. 1989-1990

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Hacia la estación. 1990

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Epílogo

Nota de la autora

Notas

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Dedicatoria

En recuerdo de mi padre

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Cita

Una gran montaña rusa te hace encontrar a Dios cuando te montas en ella.

Anónimo

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La colina de elevación. 1980-1982

La colina de elevación

1980-1982

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Capítulo 1

1

Toda aquella primavera Honey rezó a Walt Disney. Desde su dormitorio en la parte posterior de la vieja y oxidada caravana, que estaba situada en un pinar detrás de la tercera colina de la montaña rusa Black Thunder, rezó a Dios, a Walt y a veces hasta a Jesús con la esperanza de que alguna de estas influyentes figuras celestiales le echara una mano. Con los brazos apoyados en el riel curvo que sostenía la única ventana de su cuarto, miró a través de la mosquitera combada el retazo de cielo nocturno que era visible sobre las copas de los pinos.

—Señor Disney, soy Honey otra vez. Ya sé que ahora el Parque de Atracciones de Silver Lake no está muy bien, con el nivel de agua tan bajo que se pueden ver todos los tocones y con el Bobby Lee varado en el fondo del lago al final del muelle. Quizá no pasaron más de cien personas por el parque la semana pasada, pero eso no significa que las cosas tengan que seguir así.

Desde que el Democrat de Paxawatchie County había publicado el rumor de que la gente de Walt Disney se planteaba comprar el Parque de Atracciones de Silver Lake para ubicar en él una versión de Disney World en Carolina del Sur, Honey no podía pensar en otra cosa. Tenía dieciséis años y sabía que rezar al señor Disney era infantil (por no decir una teología cuestionable para una bautista del Sur), pero las circunstancias la habían hecho desesperar.

Pasó a enumerar las ventajas que quería poner en conocimiento del señor Disney.

—Estamos a solo una hora de la autopista interestatal. Y, con algunos buenos indicadores, todos los que vayan de camino a Myrtle Beach se detendrán aquí con sus hijos. Dejando de lado los mosquitos y la humedad, el clima es bueno. El lago podría ser muy bonito si sus empleados lograran que la Purlex Paint Company dejara de verter en él sus residuos tóxicos. Y la gente que maneja sus negocios ahora que e

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