Sedúceme (Gigoló 1)

Chris Razo

Fragmento

seduceme-2

CAPÍTULO 1

Todavía me pregunto cómo he sido capaz de venir a un sitio de estos. En realidad, toda la culpa la tienen mis amigas. Ellas y solo ellas. Y aquí estamos. En un bar en el que nunca pensé que entraría, pero aquí estoy. Sentada con cuatro locas, esperando a que salgan unos tíos, ligeritos de ropa. Nunca le he encontrado la gracia a esto.

—¿Puedes quitar la cara de seca que tienes, Carol? —me dice Sandra.

—No sé qué cara quieres que tenga cuando me habéis traído obligada.

—Eres muy exagerada. Lo vamos a pasar bien.

—¿De verdad? ¿Ver tíos en pelotas te parece una diversión?

—¡Qué rarita eres, hija!

Me espera una buena noche.

Más tarde empieza el espectáculo y mis amigas, están alborotadas. Empiezan a silbar y a chillar como verdaderas locas. Sale un hombre musculoso, con pelo corto y una máscara. Tan solo lleva un pantalón vaquero; lleva el torso desnudo, y sí, hay que reconocerlo, es muy, pero que muy atractivo.

Comienza un baile muy sensual. Poco a poco va quitándose los pantalones, y yo, como una tonta, no puedo despegar mis ojos de él. Estoy totalmente embobada.

Es un hombre demasiado guapo, aunque supongo que será uno de los requisitos para trabajar en algo como esto.

Los pantalones han dejado de estar en su cuerpo, para estar en manos de una de mis amigas. Él sigue moviéndose de una manera muy seductora. Sin poder remediarlo, mis ojos van directos a su paquete. No puedo despegarlos de ahí, imaginando si será de verdad lo que esconde bajo ese calzoncillo. Y no sé en qué momento, empiezo a fantasear con su elemento, mis manos y su boca, hasta que mi amiga me saca de mis pensamientos.

—Para no gustarte estás muy atenta a su paquete, ¿no?

—Ya que me habéis traído, por lo menos tendré que mirar.

—Parece que ya no te disgusta tanto en sitio, ¿no?

—Es posible.

Y es posible que no me disguste tanto este sitio. Es más, diría que me ha empezado a gustar bastante. Siento una terrible curiosidad por saber quién se esconde detrás de esa máscara.

Y cuando pensaba que todo había acabado, el hombre misterioso se saca el calzoncillo y se tapa con una mano, se agacha y coge una toalla. Empieza a jugar con ella, y sin esperarlo, baja del escenario y se dirige hacia mí.

Mi cuerpo comienza a temblar. Se acerca y empieza a bailar encima de mí. Coge mi mano y la pone encima de su pecho. Va bajando hasta que puedo tocar la toalla. Me pongo nerviosa y quito la mano. Se acerca a mi oído y me dice:

—Tranquila. Ahí solo toca quien yo quiero. —Oigo que se ríe. Me enseña el culo sin ningún descaro y vuelve al escenario para terminar el show. Mientras, mi cabeza se queda pensando en su frase. Y yo me pregunto quién será la afortunada que puede tocar a ese hombre por completo.

Esa noche salen otros hombres, pero ninguno como él. No puedo sacarlo de mi cabeza. Pienso si tendrá otro trabajo que no sea este. Y, sobre todo, si comparte su vida con alguien. Quien me iba a decir que yo me iba a interesar por un hombre que trabaja en la noche. ¿Qué es lo que tiene que me ha dejado tan inquieta?

Yo no me veo aquí todos los días, suspirando por un hombre por el que suspiran muchas más.

Por fin, la noche acaba, y después de tener que aguantar los comentarios de mis amigas con sus respectivas risas, creo que es hora de irme a casa, acostarme y tratar de descansar. Por lo menos, todo lo que estas imágenes me dejen hacerlo.

Después de una semana pensando en el paquete de ese hombre, en su culo y en cómo será su cara, un viernes cojo el coche y aparco frente al local. Me pregunto una y otra vez qué hago yo aquí. ¿Qué es lo que estoy buscando en este sitio? ¿Quizás respuestas a todo lo que me ha estado atormentado durante toda la noche?

Miro la hora, y son más de las cuatro. El local está a punto de cerrar, y algunos empleados comienzan a salir por la puerta. Veo cómo se despiden. Mi mirada busca encarecidamente a ese hombre. No sé si seré capaz de reconocerlo sin la máscara y con ropa. Pero lo hago. Sale del brazo de una chica, y ella se cuelga de su cuello. Él la empuja contra él y se besan.

Yo no puedo quitar mis ojos de la escena, al igual que no puedo dejar de sentir ese calor en mi cuerpo. ¿De verdad soy capaz de estar mojada sin que ese hombre me toque? Solo con imaginarme que son mis labios los que besa y que son mis manos las que recorren su cuello. El calor cada vez se hace más evidente, y yo tengo que pararlo. Arranco el coche y me marcho de ahí.

Hoy he hecho una locura. Ir detrás de un desconocido. ¿A buscar qué? ¿Tener que cambiarme de bragas? Esto no puede volver a repetirse. Esto no va a volver a repetirse.

seduceme-3

CAPÍTULO 2

Después de mi increíble paseo por la noche, sigo sin poder sacarme a ese hombre de la cabeza.

Tengo su culo grabado en mi retina y me resulta imposible poder sacarlo de ahí. ¿Por qué me está pasando a mí esto? No puedo aspirar a nada con ese hombre. ¿Qué voy a decirle? «Hola, guapo. ¿Quieres que tomemos café?». Ese hombre no es de esos. Ese hombre no es de cafés. Ese hombre es un empotrador, que lo único que va a querer al verme será follarme hasta quedarse sin fuerzas y apuntarse un tanto más en su lista. ¡Tonta, tonta, tonta!

Pero lo mejor de todo esto es que no puedo contárselo a nadie. Si hago algún tipo de comentario, voy a tener cachondeo para lo que me queda de vida. Así que solo me queda una cosa: aprovechar una oportunidad para volver a ir, y esa oportunidad está cerca, mi cumpleaños.

Llevo días intentando planear la jugada para que mis amigas no sospechen que quiero ir a ese sitio. Pero, por otra parte, no creo que se atrevan a meterme allí de nuevo por iniciativa propia después de todo lo que dije.

Decido tirar de mi amiga más ingenua, para que ella misma sea la que diga lo que yo quiero. Esa misma tarde, quedo con ella y comienzo con mi plan.

—Hola, Carol. ¿Qué tal estás?

—Hola. Estoy un poco depre la verdad. Creo que no quiero cumplir años.

—¿Depre? ¡Eso no puede ser! Tenemos que montar una grande para celebrar tus treinta y cinco.

—¿Crees que hay algo que celebrar? No tengo novio, no estoy casada, no tengo hijos, no tengo perro. Soy una solterona sin más.

—Es posible que te falten cosas, pero tienes otras muchas. Tienes una casa, un buen trabajo, y unas amigas estupendas que van a prepararte la mejor fiesta de cumpleaños.

—No tengo ganas de volver a salir a los mismos sitios de siempre, que nos emborrachemos en los mismos lugares, que se acerquen a mí los mismos tíos pedantes, que me pidan el teléfono, y que yo me dé la vuelta y acabe un año más llorando porque vuelvo a casa sola, y me sienta sola.

—Necesitas un cambio de aires. Hablaré con las chicas. Podemos coger una casa rural y celebrar algo allí. Los cambios siempre son buenos.

—Sandra, yo lo que necesito es ver tíos nue

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos