Una oportunidad más

Fernanda Suárez

Fragmento

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PRÓLOGO

—¡No puedes hacerme eso, Mazzantini! Sabes bien que, si no firmas ese contrato, me iré a la quiebra, ¡lo necesito! —dice Benjamín Morrison

—No firmaré, es un acuerdo fuera de la ley, no lo haré, no arriesgaré así mi empresa o el bienestar de mi familia, lo siento, pero no.

—Esta me la pagarás, Evan Mazzantini, me estás arruinando, y tú vas a sufrir tanto como yo.

Mi paciencia se acaba y me levanto de golpe de la silla.

—¡Largo de mi oficina! —Benjamín sale y miro la fotografía que hay encima de mi escritorio.

Mi hermosa esposa Arlene, mi hijo Luca y mis hijas Alessia y Alessandra, mi razón de vivir. Ese hombre es peligroso, tengo que ponerlos a salvo. Saco mi teléfono y marco a Arlene.

—Amor, lleva a todos a casa, nos vamos a Italia, no estamos seguros aquí.

***

ALESSIA

Termino de arreglar mi vestido y me miro al espejo, sonrío satisfecha. Estoy hermosa, el vestido es ajustado en el busto hasta la cintura y deja ver mis curvas; la falda es suelta, azul y con flores. Acomodo mi rubio cabello y lo dejo suelto. Hoy no quiero recogerlo. Me pongo un poco de maquillaje y estoy lista con mis sandalias marrones de tacón. Miro la fotografía de Alessandra que hay en mi espejo y le doy un beso.

—Te quiero, hermanita, no sabes la falta que me haces. —Tomo mi bolso, camino a la puerta y envío un mensaje a mi amiga Vania para avisarle que voy rumbo a la playa.

Tenemos una fiesta por el cumpleaños de Vania. Bajo al primer piso y veo a mi hermano Luca en la sala. Somos parecidos, tengo que aceptarlo, sus ojos son verdes como gemas; su cabello, casi rubio; alto y acuerpado.

—¿Ya te vas, Lessi? —pregunta al girar y verme—, pero ¿dónde está mi pequeña hermana? Cómo has crecido, estás preciosa. —Lo abrazo y le doy un beso en la mejilla.

—Sí, ya me voy, cualquier cosa, me llamas, estaré pendiente de mi teléfono. —Luca asiente. Me alejo y tomo las llaves de mi automóvil.

—¿Te irás manejando? —Asiento—. Recuerda que no puedes beber alcohol si vas a llevar el automóvil.

—Lo sé, tranquilo. Además, sabes que odio tomar. —Él asiente y se acerca, me da un beso en la mejilla y camina hacia su estudio.

—Cuídate, preciosa.

Salgo de casa y me subo a mi automóvil, manejo a la playa y, al llegar, estaciono y le envío un mensaje a Vania.

Lessi:

¿En dónde estás, loquilla?

No tengo que esperar mucho para su respuesta.

Vania:

En el bar comprando unas bebidas. Corre, preciosa.

Sonrío ante su mensaje y empiezo a caminar mientras guardo mi teléfono en el bolso, pero siento que choco con algo duro y pierdo el equilibrio. Cierro los ojos esperando el golpe, pero, en cambio, unos fuertes y grandes brazos me sostienen por la cintura. Los abro y un apuesto hombre de ojos negros me mira con una sonrisa coqueta.

—¿Estás bien, preciosa? —susurra, yo asiento, y él me ayuda a ponerme de pie—. Me alegra, eres muy hermosa y no habría permitido que te hicieras daño, sería una gran pérdida. —Sonrío.

—Pero qué coqueto caballero. —Él sonríe y encoje un poco sus hombros.

—Con una mujer así frente a mí, es imposible no coquetear solo un poco, tal vez así consiga saber, aunque sea su nombre, o su teléfono, o ambos.

—Pide mucho, caballero. —Sonrío coqueta y estiro mi mano—. Alessia Mazzantini. —Por un momento, su sonrisa se desvanece y parece sorprendido, inquieto, pero se va tan rápido como apareció que llego a creer que lo imaginé. Toma mi mano y deja un beso en el dorso, lo que me hace reír.

—Edward Morrison, es todo un placer, preciosa.

Suelto su mano y muerdo mi labio.

—Fue un placer, señor. —Voy a esquivarlo para caminar hacia el bar, pero él me toma del brazo.

—¿Y tú numero?

—Tal vez en otra oportunidad. —Le guiño un ojo y camino de nuevo.

EDWARD

Es ella, estoy seguro, es la hija de Evan Mazzantini; la veo alejarse y una sonrisa malvada se forma en mis labios.

Es una mujer realmente hermosa, tal vez, la más hermosa que he visto en mi vida, y será una verdadera lástima hacerla pasar por tanto sufrimiento, aunque he de admitir que no será ningún sacrificio estar con ella, es una mujer preciosa.

Lo siento, Alessia, pero serás mi medio de venganza.

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CAPÍTULO 1

Entro al bar y veo a Vania sentada en la barra, bebiendo un coctel. Al verme, ella levanta su mano y me hace señas para que me acerque. Corro hacia ella y la abrazo, me siento en la silla de al lado y sonrío.

—Acabo de conocer al amor de mi vida —susurro y suelto un suspiro—. Si tú lo vieras… Esos hermosos ojos negros, su cabello, su sonrisa… ¡Me enamoré!

Vania suelta una carcajada.

—¿Cómo es eso? Cuéntame cómo es, quién es, dónde lo conociste. ¡Cuéntamelo todo! —Sonrío y pido una gaseosa—. ¿Gaseosa? Vamos, Alessia, tómate un coctel. —Niego y le muestro las llaves de mi automóvil.

—Estoy manejando, nada de alcohol. —Doy un sorbo y sonrío—. Se llama Edward, tiene unos hermosos ojos negros, cabello del mismo color, una sonrisa coqueta… Es caballeroso, galante, educado… Es…

Vania me interrumpe tronando sus dedos frente a mí.

—Despierta, bella durmiente, al parecer, encontraste tu príncipe encantado. —Sonrío y asiento—. ¿Dónde lo conociste? ¿Cuándo? Y, lo más importante, ¿por qué no me habías contado? Creí que éramos amigas. —Pone una mano en su corazón y hace una extraña cara, triste, como si acabaran de herir sus sentimientos; suelto una carcajada y niego.

—¡Lo dicho! Eres la reina del drama, Vania. —Ella sonríe, y yo tomo un poco más de mi gaseosa—. No te he contado porque lo acabo de conocer, nos chocamos cuando venía hacia acá, no hace ni diez minutos que lo vi.

—¿Lo acabas de conocer y ya es el amor de tu vida? Estás medio loca, amiga mía.

Sonrío.

—Si tú lo vieras, caerías redondita a sus pies.

Ella suelta una carcajada y niega.

—Sabes lo que pienso de eso, Lessi. —Vania siempre ha pensado que el amor no existe, dice que prefiere los amores momentáneos, como ella suele llamarlos, amores para pasar unos cuantos días de felicidad y, luego, adiós; dice que el amor es la mayor mentira que el hombre creó, solo para justificar las estupideces que muchos suelen decir o hacer cuando creen estar «enamorados»—. Vamos, amiga mía, deja de soñar con príncipes azules montados en un hermoso caballo blanco, esos solo existen en los cuentos.

—Ay, Vania, un día de estos te vas a enamorar de verdad, vas a vivir y hacer eso que tanto críticas y vas a tener que tragarte todas tus palabras.

—El día en que eso pase, tú serás la única autorizada para burlarse de mí, porque sé que llegarás y gritarás «l

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