Enlazados (Serie Tecléame te quiero 2)

Isabel Jenner

Fragmento

enlazados-4

CAPÍTULO 1

En unos Estados Unidos de América del siglo XIX...

Wyoming, invierno de 1894

Algo no iba bien en el rancho KC, pero Josh Sheridan no conseguía averiguar de qué se trataba.

Terminó de vestirse con ropa de abrigo, se colocó las botas y salió al porche de madera para contemplar la cumbre desigual de Cedar Mountain, bajo cuya destartalada sombra se cobijaba su hogar. Más allá de la oscura montaña, en el oeste, se alzaban los picos nevados de las Rocosas, rodeados de bosques vírgenes y lagos cristalinos. Si miraba hacia la derecha, en cambio, las Grandes Llanuras, abrasadoras e inhóspitas, se extendían durante cientos de kilómetros hasta llegar a orillas del Missisipi, cuyas turbulentas aguas hacían de frontera natural con el civilizado Este. Era una tierra dura pero generosa si uno se entregaba a ella en cuerpo y alma, como Josh había hecho durante sus veintinueve años de vida. Sin embargo..., algo no iba bien.

Envuelto en las tinieblas previas al amanecer, prendió un fósforo y una única llama iluminó su cara cuando la acercó al cigarrillo que tenía colgando de los labios.

—Es este maldito silencio, ¿verdad? A mí tampoco me deja dormir.

Josh exhaló el humo y se giró hacia su hermano menor. Sintió la conocida punzada de angustia cuando lo vio renquear hacia él y apoyarse en la barandilla algo astillada. Harry se frotó la pierna izquierda con aire ausente, sin decir nada más.

«El silencio», repitió Josh en su cabeza. ¿Sería ese el problema? Aunque así fuera, él poco podía hacer para solucionarlo.

Dio otra calada al cigarro antes de responder:

—Tendremos que acostumbrarnos, Harry.

—¿Y si no queremos acostumbrarnos?

La tercera voz llegó desde algún lugar bajo el porche. Un segundo después, Everett subió las escaleras con una taza desportillada, que desprendía un intenso aroma a café, en la mano.

Josh miró a su otro hermano pequeño con cara de pocos amigos.

—¿Y qué sugieres? ¿Que vaya a por Kelly y la traiga de vuelta al rancho?

La pregunta detuvo el movimiento de Everett de llevarse la taza a la boca.

—Si no quieres que su marido te vuele la tapa de los sesos, será mejor que ni lo intentes.

—Entonces, ¿solo voy a buscar a los gemelos?

Josh pudo distinguir el gesto horrorizado de su hermano entre la luz grisácea que anunciaba la próxima salida del sol.

—¿Y encargarnos Harry, tú y yo de los mocosos? La casa se vendría abajo.

—Pues ya te has respondido tú solo. Así que se acabó el tema. —Su tono fue seco y cortante.

—Joder, Josh. Por eso espantas a todas las mujeres de aquí a Cheyenne. Gruñes como un oso al que se le ha escapado un salmón.

—Y hasta te pareces a uno. —Se sumó Harry a la pulla.

Josh se pasó la mano por la barba rubia y descuidada, sin importarle lo más mínimo lo que esos dos pudieran decir sobre su apariencia. Sin Kelly en casa para regañarlo, no se había molestado en mirarse en un espejo durante semanas.

Soltó un hondo suspiro. No confesaría que los echaba de menos a ella y a los gemelos. Con el paso de los años, había aprendido a no demostrar sus sentimientos a nadie, y no lo haría en ese momento. La lección más valiosa que podía transmitir a sus hermanos era que se enfrentasen a cualquier circunstancia que les deparase el destino con las emociones bajo control.

—Kelly ha comenzado una nueva vida. Y lo mejor es que se haya llevado a Luke y a Will con ella; es como si fuera su madre, los ha criado desde que nacieron.

—Ya lo sabemos, Josh. Pero también es cierto que, sin esos tres, el rancho parece una tumba —protestó Everett.

Sí. Ese era silencio que Josh se empeñaba en ignorar desde hacía muchos días. La ausencia de golpazos, peleas y risas de dos gemelos de nueve años con una energía desbordante que transmitían a todos los habitantes del KC, y el canto suave de Kelly mientras estaba ocupada con alguna tarea del rancho o sus airados reproches al perseguir a sus cinco hermanos varones con una cuchara de madera por toda la casa. Porque, hasta hacía poco tiempo, habían sido una familia muy unida. Satisfechos con lo que tenían, a pesar de las adversidades. Josh era el mayor de los hijos de Owen y Kelly Catherine Sheridan, seguido por Harry, y este, a su vez, por la pequeña Kelly, a quien nombraron como a su madre. Un par de años más tarde llegó Everett, y todos pensaron que el matrimonio Sheridan no tendría más descendencia, hasta que, un buen día, veinte años después del nacimiento de su primer hijo, la señora Sheridan se quedó embarazada de gemelos. La mala suerte quiso que Owen Sheridan contrajera una infección pulmonar que no le permitió llegar a ver nacer a sus hijos y, lamentablemente, su mujer pronto se unió a él, ya que falleció durante el parto. Dos almas que se fueron, a cambio de otras dos que llegaron. Para aquel entonces, Josh ya era un hombre hecho y derecho, que se hizo con las riendas del rancho y se entregó a la cría de excelentes caballos, mientras que su hermana había sido el pilar en el que se había apoyado para cuidar de los Sheridan más pequeños. Hasta que un oficial de Fort Yellowstone se los había llevado a ella y a los gemelos de su lado, además de los caballos que había ido a comprar para su regimiento.

—Si no te hubieras negado a instalar Internet en el rancho, ahora por lo menos podríamos hablar a menudo con ellos —le reprochó Everett.

—Por si no te has dado cuenta, es un gasto que no nos podemos permitir.

—Eso es porque ni siquiera te has molestado en mirar los papeles con ofertas de tarifa plana que te dejé en el salón.

—¿Y de dónde sacarías el puñetero ordenador? ¿O te vas a conectar Internet al trasero? —Josh estaba empezando a perder los estribos.

—Podríamos intercambiarlo por uno de nuestros caballos.

—¡No pienso perder a uno de los caballos por tus caprichos! —estalló—. Además, pasamos casi todo el día fuera, con los animales. ¡¿Cuándo demonios íbamos a utilizarlo?!

El rostro de Everett también se había puesto rojo por el enfado.

—Pues por las noches, como la mayoría de los usuarios de por aquí.

Los dos hermanos se habían ido acercando hasta que sus rostros quedaron muy próximos.

—Yo no apostaría por eso —murmuró Josh.

—Kelly parecía muy feliz, ¿no creéis?

Harry tenía un carácter sereno, que imponía algo de cordura en el temperamento fuerte de Josh y en el impulsivo de Everett cuando era necesario. Dejaron un poco de espacio entre ellos y fijaron la vista en Harry.

—Casi tuvimos que empujarla hasta el altar para que se separara de nosotros. Pero, sí. Opino que ese majadero va a hacerla muy feliz —respondió Everett a regañadientes—. Además, Luke y Will vendrán al rancho en primavera, y lo más seguro es que dentro de poco tengan sobrinos con los que jugar en Yellowstone.

—Tal vez eso sea lo que hace falta aquí, Josh.

El aludido miró a Harry sin comprender.

—¿Nos hacen falta sobrinos?

—No. Que tengas tu propia familia. Hijos escandalosos que devuelvan el ruido al rancho KC.

—¡Y una mujer que te rape el pelo! —se mofó Everett.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos