Esperanza

Candis Benítez

Fragmento

esperanza-3

Capítulo 1

Londres, Inglaterra

Año 2005

—Vamos, William, te aseguro que no te matará. ¿Acaso no ves cómo Jane te está comiendo con la mirada? ¿La despreciaras a ella también? Estoy seguro de que esta pastilla te dará la energía suficiente para que la hagas gritar de placer toda la noche —alegó Christopher en un tono perverso, sosteniendo frente a su rostro aquella sustancia que nunca había probado, mientras se refería a la chica más sexy que vieron sus ojos hasta ese momento, a unos pasos de ellos, junto a sus amigas.

Se encontraban en una de las tantas fiestas que frecuentaban, en casa de un conocido, donde abundaban las chicas y el alcohol.

—Sabes que yo no necesito ningún estimulante para complacer a una mujer, amigo —refutó William entrecerrando los ojos, muy seguro de su virilidad.

Aquel chico temido por todos, ya que su apariencia y actitud lo hacía lucir peligroso, fue uno de los primeros amigos que hizo William al entrar a la secundaria. En esa época no era muy sociable que digamos, siendo Christopher quien lo presentara con los demás chicos, y empezaran a invitarlo a fiestas.

William, olvidándose de su amigo por un momento, sin aceptar la pastilla, prestó toda su atención en Jane, ataviada en un corto y ajustado vestido rojo, con un escote que mostraba sus exuberantes senos. Mientras ella tenía sus enigmáticos ojos verdes puestos en él.

De repente Jane acortó la distancia que los separaba, contoneando sus caderas provocativamente hasta quedar frente a él.

—Si quieres pasarla bien conmigo, debes probarla, te aseguro que no te arrepentirás —le susurró al oído con sensualidad, acariciándole el torso. Sus palabras, sumado al clamor de un grupo de chicos que ya estaban en su propio mundo tricolor, por las diversas drogas y alcohol consumidos, lograron persuadirlo.

—De acuerdo, lo haré —afirmó mostrando una sonrisa ladeada, extendiéndole su palma hacia arriba a Christopher, sin dejar de verla.

Justo en el instante en que él la iba a colocar en su mano, Jane la tomó introduciéndosela en la boca, ante la sorpresa de ellos y los demás chicos que estaban alrededor, expectantes.

Súbitamente asió a William por el cuello, empinándose para besarlo, incitando que él rodeara su cintura con un brazo, procurando pegarla más a su cuerpo, entrelazando sus lenguas en un beso que se tornó apasionado, momento que ella aprovechó trasladando la pastilla de su boca a la suya.

Todos los presentes empezaron a gritar eufóricos, viendo cómo aquellos dos literalmente se comían a besos, mientras las manos masculinas recorrían el cuerpo de esa ardiente chica.

Luego de que la droga entrara en el torrente sanguíneo de William, empezó a sentirte un poco aturdido, originando que su mente se nublara repentinamente. Los efectos no se hicieron esperar, experimentando un subidón de adrenalina como nunca antes.

“Una nueva sensación se estaba apoderando de él”.

Súbitamente, agarró a Jane por el trasero, elevándola para que le envolviera la cintura con sus largas y torneadas piernas, pegándola a una pared, arrasando su boca sin compasión, hasta que se detuvieron por falta de aire.

—Me encantan tus besos —musitó Jane con su boca pegada a su cuello, sumamente excitada. Desde que lo vio llegar a la fiesta, imaginó lo que sería tenerlo entre sus piernas, dándole placer.

William no quería perder tiempo, por eso la bajó, agarrándola de la mano para llevarla escaleras arriba, en busca de una habitación, sin prestarle atención a las obscenidades que vociferaban los presentes a sus espaldas.

Solamente había una cosa en su mente: encontrar una habitación disponible en aquella casa y saciar a esa chica de cabello castaño, como nunca lo habían hecho, sumergiéndose en ese cuerpo que pedía a gritos ser tomado... una y otra vez.

Al cerrar la puerta, recorrió toda su anatomía con sus ojos enrojecidos, anticipando el momento, luego se acercó a Jane atrayéndola por el cuello para besarla, mientras que con su otra mano subía el dobladillo de su vestido, para tocar aquella parte de su femineidad que ya estaba húmeda y deseosa de recibir sus atenciones, provocándole un gemido.

Jane no podía aguantar más, su cuerpo estaba enardecido, al tener a un chico tan sexy besándola y tocándola de aquella manera que la tenía al borde del delirio.

Dio unos pasos hasta chocar con la cama detrás de ella, y empezó a quitarse lentamente todo lo que traía puesto, antes de acostarse.

William tragó en seco, embebiéndose de su cuerpo por un instante, luego se deshizo de su chaqueta, camiseta y botas, quedando solamente en jeans. Antes de quitárselo, sacó de su billetera un preservativo que usó cuando quedó gloriosamente desnudo frente a Jane, quien se preparó para recibirlo, admirando la belleza masculina.

Subió a la cama en una exhalación, posándosele encima, con aquella sensación que ya lo estaba dominando, dándole atención con su boca a uno de sus senos, masajeando el otro. Jane entrelazó sus piernas en su cadera, invitándolo a que entrara en ella.

William no se contuvo más, embistiéndola con una sola estocada, dejándola sin aire por su longitud que la colmaba por entero. Dándole rienda suelta a la sustancia que corría por sus venas, fue incrementando sus movimientos, provocándole jadeos de placer a la fémina que tenía entre sus brazos, besándola con crudeza, colmándose de sudor por el esfuerzo y disfrute de la fricción de sus cuerpos.

A Jane nunca la habían hecho sentir de aquel modo, por eso cuando sintió el remolino de un orgasmo arrebatador, creado en las profundidades de su cuerpo, se prometió que no se separaría de aquel adonis de cabello negro, tez clara y ojos azules, que le dio tanto placer como ningún otro.

Cuando William sucumbió a su propia explosión, en vez de quedarse laxo, pensó en las palabras de Christopher, pues tenía energía suficiente para seguir demostrándole a aquella sensual chica, de lo que era capaz en la cama, hasta que la aurora de un nuevo día hiciera presencia.

Después de aquella noche de sexo salvaje con Jane, William se volvió adicto a su cuerpo. Además, recordaba esa sensación recorrerlo por completo —al ingerir aquella droga—, que lo hacía sentir poderoso y desbordante de energía, motivo de que deseara experimentarla cada vez que tenía oportunidad.

Por otro lado, la casa de sus padres se había convertido en un campo de batalla, por estar en una constante guerra con su progenitor, fastidiándole sus reclamos, pues alegaba que estaba dejando entredicho el buen nombre de la familia Carrington, originando que algunas de sus amistades dijeran que su hijo únicamente iba de fiesta en fiesta, sin pensar en su futuro.

Toda discusión entre ellos terminaba William dejándolo con la palabra en la boca, saliendo a gran velocidad en su motocicleta y llegando hasta el otro día, sin recordar algunas veces donde pasaba la noche. Entre el alcohol y la droga que ingería, no sabía en quién se estaba convirtiendo, sin querer aceptar que se estaba encaminando a un precipicio.

La que más sufría a raíz de todo lo que estaba sucediendo, entre los dos hombres que más amaba en su vida, era la madre de William, pero él se encontraba tan inmerso en aquel mundo que le dotaba de una falsa felicidad, que no hacía nada p

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