Simplemente tú (Serie Jefes 1)

Girl-Chick

Fragmento

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Capítulo 1

Una noche...

Belle se bajó de su lujoso auto deportivo rojo. Alisó la corta e insinuante falda plateada que tendía a subírsele por lo ceñida que le quedaba destacando sus largas piernas, y acomodó bien el escote delantero de su elegante blusa de satén negra. Se inclinó sobre el espejo retrovisor y retocó sus labios exuberantes con color rojo carmín nada moderado. Se enderezó en toda su altura y se felicitó con orgullo a sí misma por verse tan bien. Lucía radiante, encantadora, y sobre todo sexi. No podía negar que en el fondo era toda una vanidosa y se lo creía. Tenía mucha autoestima de sobra, desde que había empezado a valorarse a sí misma.

Lo único importante para que su noche fuera igual de exitosa que todas las anteriores. Y es que Belle disfrutaba ir de fiesta y acumular conquistas propias de una noche de juerga, solo para reírse, divertirse y nada más. No buscaba compromiso serio con nadie. Es más, haber tenido uno que casi le destrozó el corazón, era la causa de que flirteara de ese modo descarado y al día siguiente no le importara nada. De igual forma, hoy sería su última juerga de viernes. El lunes empezaría a trabajar juiciosa como asistente del mejor abogado de la ciudad en un prestigioso bufete.

«Mi última noche para divertirme y romper algún corazón», pensó engreída al ver la fachada del Triumph. Una impresionante discoteca ubicada en el viejo Manhattan. La había seleccionado Tina, su mejor amiga y cómplice de todas sus travesuras para divertirse esa noche.

Liberarse de sus padres, luego de sufrir la peor frustración que puede sufrir una mujer enamorada del hombre equivocado, fue el detonante que la ayudó a decidir que viviría su vida a tope. El desengaño le enseñó que ya estaba cansada de ser la hija remilgada, mojigata y perfecta del senador Michael Abbot. Alejarse de su sombra le ayudarían a tener el espacio que necesitaba para no seguir asfixiándose en su propia miseria.

Una noche, un coqueteo, y nada más...

Se había convertido en su lema para vengarse simbólicamente de todos los hombres, en nombre de uno solo. Luego del desengaño sufrido sintió que necesitaba rescatar su dignidad, por eso no le molestaba hacerlo, le satisfacía. Lo único que sí le molestaba era que iba a tener que dejarlo en pausa por un tiempo mientras se adaptaba a su primer gran empleo. Tampoco era tan irresponsable, siempre se había destacado por ser inteligente y bien portada; sin embargo, esperó tres meses luego de graduarse de abogada en derecho penal y administrativo para poder tener un nuevo comienzo en el mundo laboral. No tendría un puesto de abogada titular, pero trabajaría al lado de uno muy importante para aprender la práctica del ejercicio y empezar a convertirse en una más adelante.

Belle mordió su labio al avistar un potencial grupo de cuatro hombres en la entrada. Todos interesantes, vestidos de traje y con las corbatas zafadas o sin ellas, una muestra de lo mucho que han trabajado todo el día y vienen para desestresarse o tener un escarceo. A excepción de uno. No perdió la atención en el que completaba el cuarteto e iba un poco rezagado. De lejos podía avistar lo guapo que era y que sobresalía de entre todos ellos por ser el más prolijo. Sin duda un obseso del trabajo como su padre. Siempre impecable. No los perdió de vista hasta que todos ingresaron por completo.

—¿Ya viste a tu próxima víctima? —Tina pronunció a su lado. Se veía tan animada como ella—. Porque yo sí —añadió con esmero.

—Ni se te ocurra. El último es mío —le riñó cariñosamente.

—Demasiado arreglado —murmuró con desánimo su amiga—. Yo me quedo con el que no trae corbata. Demasiado interesante.

—Tiene pinta de lobo feroz —Belle le expuso elocuente, como si tantas noches de juerga y haciendo de las suyas la hubieran aleccionado sobre los hombres; sin embargo, después de su tragedia amorosa algo le enseñó que también eran tan indescifrables como ellas.

—¡Y eso me encanta! —Flipó a su lado su amiga—. Anda, ya va siendo hora de entrar —la animó empujándola con la cadera al tiempo que ponía una sugestiva sonrisa en su rostro.

Belle sacudió su cabeza convencida de que tenía la mejor amiga del mundo. Mientras caminaban hacia la entrada haciendo resonar la puntilla de sus hermosos tacones, pensaba en que era muy afortunada de tenerla. Sobre todo, ella, quien no era insignificante. Ser la hija de Michael Abbot no solo era ser la hija consentida de un millonario, sino de un importante político que vivía de su prestigio y apariencia. Y cuando eres hija de alguien así, las amistades reales son nulas, y casi que inservibles.

Pero Tina no era así. Era diferente, e increíblemente la conoció la primera noche que había decidido irse de fiesta luego de recomenzar su vida, lejos de su familia y donde nadie la conocía para ahogar su pena en licor. Fue precisamente ella quien la rescató de las manos de pulpo de un borracho pervertido que pretendía aprovecharse de su vulnerabilidad. La llevó a su casa a pasar la tremenda perra que se había montado, y desde entonces se hicieron amigas. Más adelante decidió mudarse con ella. Llevan dos años viviendo juntas y, desde ese entonces, Belle no piensa ni un segundo en regresar a su casa, a su antigua vida, y menos a ser quien era.

Una chica sin moral. Eso le restregó a la cara su propio padre después de que ella le confesara de quien estaba enamorada. Y esperó que esa persona la hubiera apoyado, pero no lo hizo. En su lugar la despreció y la dejó cargando toda la culpa... sola.

Sacudió su cabeza junto con el pesar que le causaba recordar su triste historia. La de una pobre niña rica. Habían pasado tres años de eso. Ya no era esa estúpida chica. Había cambiado, y no iba a seguir creyéndolo nunca más.

Animadas, entregaron la doble invitación vip al apuesto grandulón de la entrada y luego de darles el visto bueno levantó la cadena y las dejó pasar a sus anchas. Ambas eran conscientes de la mirada del hombre clavada en sus partes traseras. En respuesta se contonearon más a gusto. Provocar siempre era parte del plan.

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Capítulo 2

Un coqueteo...

Ambos rostros se iluminaron al atravesar el vestíbulo de la discoteca al enfrentarse con el ruido de la música amenizada por un dj, y las luces estroboscópicas que sobresalían del techo bañando todo el espacio interior. Estaba realmente lleno, tanto la primera como la segunda planta que debía ser de los reservados. La pista estaba a rebosar de cuerpos que se movían desenfrenados ante la enérgica mezcla del dj. Eso emocionó a las dos chicas, que no perdieron tiempo y se dirigieron directamente a la zona del común: la barra del bar. Había mucha gente pidiendo bebidas, o sentadas bebiéndoselas que dificultaba un poco el acercamiento. Sin embargo, Tina tenía su as bajo la manga. Conocía al chico del bar.

No era una de sus esporádicas conquistas, sino alguien a quien conoció en la celebración de su más reciente t

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