Simplemente nosotros (Serie Jefes 2)

Girl-Chick

Fragmento

simplemente_nosotros-3

Capítulo 1

Un nuevo plan

Tina se miró una vez más en el espejo de medio cuerpo del baño del aeropuerto en el que se encontraba, acicalándose lo más que pudo y preparándose con mucho nerviosismo ―como no lo estuvo antes― para emprender una espontanea locura. Deseaba que fuera más grande, como los que acostumbrada a tener en su trabajo, para verse de cuerpo entero, pero dada las circunstancias no era posible. Repasó como pudo sus labios con el brillo rosa sabor a fresa, y trató de domar su melena larga y negra para no verse tan desarreglada y despelucada. Eso estaba perfecto para su sesión de fotos que requirió un estilo alocado y fuera de lugar; pero no para presentarse ante un hombre apuesto y muy elegante como con el que estaba a punto de irse de fuga. Aceptó que su ropa era un completo desastre, casi se veía como si llevara una salida de baño para la playa, en vez de un vestido decente, y por eso no le extrañó la forma en que la miró cuando por fin llegó a la cita con él. Pero, independientemente de que su destino fuera Las Vegas, sintió que se veía como un pequeño desastre.

Maldijo lanzando un refunfuño la hora en que su amiga le pidió que la reemplazara en una toma de fotos importante y de última hora. Y si no hubiera llevado el rótulo de «importante y buena paga», no lo habría hecho. Se habría podido negar, pero era que a ella le encantaba su trabajo y por eso, a pesar de que le alargaría el tiempo para llegar a su cita, no pudo negarse porque luego de ese favor podía tomarse un descanso. Y ahora estaba ilusionada con la loca idea que se le había metido al hombre con el que precisamente se encontró, y que era nada más y nada menos que el hermano mayor del novio de su mejor amiga, Belle. Habían concertado la cita una semana atrás cuando las circunstancias los habían puesto en el mismo camino.

Tina jamás imagino que, de esa cita, le saliera semejante proposición, pero Edward le había sorprendido desde la primera vez que lo vio en su fallida boda, y luego de conversar y llegar a ese loco plan, sintió que a pesar de lo que significaba, también quería experimentar esa nueva locura.

Metida todavía en el cubículo de baño, su nerviosismo aumentó por todo lo que eso representaba. Y, aunque por su trabajo pareciera que fuera una chica libertina y sin inhibiciones, ella era todo lo contrario. En el fondo, a pesar de tener el valor de posar en toda clase de paños menores, sin nada de pudor, no era tan lanzada como se presumiría. No lo era. Ni siquiera se consideraba una profesional, y seguir con ese trabajo después de la dolorosa experiencia que tuvo cuando la dejaron plantada en el altar, solo le dio la fuerza interior que no tenía en su exterior para levantar su propia autoestima y no dejarse caer en la depresión de ser despreciada por la persona que creía iba a ser su compañero de por vida, y solo porque nunca pudo soportar el hecho de que ella modelara ese tipo de ropa para que otros la vieran.

Fue ese desperfecto en su vida amorosa el que la llevó a no volver a confiar en los hombres y, de alguna manera, andarse con cuidado. A poner sus propias reglas. A planear cada encuentro y luego a huir antes de caer en la trampa; no obstante, en todo plan perfecto siempre habrá una pequeña fisura, y una que se convertirá en una gran y visible grieta cuando se vuelve a intentar confiar. Y eso le pasó nuevamente; sin embargo, aunque parecía que otra vez iba a ser un rechazo irremediable, pudo salir a tiempo. Y eso tenía que agradecérselo a su amiga Belle. Que ella pudiera estar metida en esa loca aventura era posible gracias a ella. Su amistad era algo que tenía que agradecer por siempre.

Belle siempre le diría que, si ella no la hubiera rescatado en la horrible noche en que se conocieron, no sabría hoy qué sería de su vida; no obstante, para Tina, era todo lo contrario. En el fondo, ambas se habían salvado en ese fortuito encuentro que ligaría sus vidas en una fuerte y perpetua amistad.

Su teléfono sonó de forma estridente recordándole que ya era hora de cambiarle de tono, y que ya era hora de salir. Casi saltó cuando vio el nombre de Edward en la pantalla, y no le extrañó. Habían intercambiado números, y seguramente debió pensar que se arrepintió de su decisión de acompañarlo y escapó por la ventana del baño. No se detuvo más en sus pensamientos y contestó su llamada.

―¡Hola! ―habló nerviosa, como no lo había vuelto a estar antes con un hombre.

―¿Todo bien? ―le preguntó al otro lado de la línea.

Ella asintió varias veces con su cabeza como si lo tuviera al frente.

―¡Ya salgo! ―Se recordó que no era así.

―¿Del baño? ―La preocupación de la voz en la línea traspasó a la pregunta.

―Eh, sí, claro, si, aquí sigo ―respondió, y entonces escuchó un suspiro aliviado.

―Por un momento pensé que te habías ido.

―No, claro que no. Solo estaba arreglándome un poco. Me preocupa que te avergüences de llevarme, así como estoy.

―Por supuesto que no. Te lo habría dicho ya. Anda, sal de allí, abordamos en treinta minutos.

―¡Bien! Ya salgo. ¿Dónde estás? ―preguntó casi chillando, metiendo las cosas que tenía fuera de su bolso y luego apresurándose rumbo a la puerta.

―Creo… que afuera de la puerta ―Edward le contestó y su tono le resultó algo apenado y nervioso. Eso la enterneció, viniendo de un hombre tan grande como él.

Y pudo constatar que era así cuando abrió la puerta, salió y se encontró frente a frente con él, efectivamente esperándola con el teléfono en la oreja, y lejos de molestarle su apariencia, le encantó. Parecía maravillado de verla salir y constatar que no había huido.

Eso la hizo sonreír, y entonces no pudo evitar recordarlo semanas atrás, pálido como un papel cuando su hermano le confesó que se había estado follando a su futura esposa, y luego mojado después de zambullirse en el mar con lo único puesto que llevaba y pegado a su buena figura, y después, como todo un elegante galán, esperando a encontrarse con ella en la misión más importante de su vida, porque eso implicaba ayudar a su amiga y su hermano. Tuvo que espabilarse, no lo conocía de hacía mucho, pero sí lo suficiente para saber que se convertiría en una persona importante en su vida, y su nuevo compañero de cuarto.

Flipó con la idea.

―¿Qué está mal? ―preguntó interesado el simpático hombre frente a ella, guardando su teléfono en el bolsillo interno de su chaqueta.

―Nada, todo está bien.

―¿Seguro? ―insistió, le pareció que le faltaba convencimiento absoluto.

―¡Sí! Claro ―aseguró resoplando cuando vio genuina preocupación en su rostro, muy parecido al de su hermano menor; no obstante, mucho más maduro. Y muy atractivo. No que Ethan no lo fuera, pero quien estaba con ella era él y le hacía no tener ojos para nadie más.

Meneó su cabeza una y otra vez hacia adelante para corroborarle que no estaba arrepentida, solo nerviosa. Edward estiró su mano hacia ella con amabilidad. Tina sintió que casi lloró con el gesto, recordando como había pensado que habría encontrado esa clase de gestos, pequeños pero muy significantes, semanas atrás en un chico que le enseñó las estrellas y al final se las tumbó una a una de sobre su cabeza.

No hubo necesidad de que B

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos