Un etíope deportista para una chica de revista (Adonis tours 5)

Ruth M. Lerga

Fragmento

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Prólogo

LA CARTA QUE NUNCA LLEGÓ A ADONIS TOURS:

Estimado Sr. D. Antonio Grande:

En documento adjunto anexo mi currículo, pero quería acompañarlo de una carta personal, de mi puño y letra, para que me conozca mejor.

Soy Dase Kassahum y nací en Gondar, al norte de Etiopía, hace treinta y dos años, aunque me trasladé pronto a la capital con mi padre, que abandonó a mi madre en la mansión que mi abuelo —propietario de muchas minas de metales preciosos, pero también de gas— les regaló por su matrimonio, ya que para mi progenitor su esposa no era más que una vasija para tener un heredero y una inyección de capital para su arruinada familia de la antigua nobleza etíope.

Me definen mi ambición por un futuro mejor para mi país, para lo que no he dejado de formarme desde que aprendí a leer y escribir, y también mi pasión por el deporte: fui seleccionado para las Olimpiadas de Atenas 2004 en media distancia. Para mi desgracia, mis sueños de medalla se evaporaron en un accidente de esquí unos meses antes.

En la actualidad, mi progenitor es el ministro etíope de Agricultura y Minería, pero durante años perteneció al cuerpo diplomático, lo que me dio la oportunidad de formarme en diferentes lugares, España principalmente. A pesar de ello, pasaba las vacaciones en las casas de mis amigos del colegio: surafricanos, zimbabuenses, tanzanos, etc.; de ahí que conozca tan bien el continente negro.

La etapa que más me marcó fue, precisamente, la escolar, pues estudié en el Alma Mater International School, en Johannesburgo, en aulas reducidas y rodeado de otros jóvenes privilegiados que, como yo, creemos en una África unida y mejor. Seguimos todos en contacto y, algún día, el mundo hablará de nosotros. Hasta entonces, nos esforzamos en continuar soñando.

Estudié secundaria en Madrid, de ahí que conozca tan bien el idioma; y vuestro equivalente a DADE —Derecho y Administración y Dirección de Empresas— en la Regent’s Business School de Londres, más un grado en Diplomacia en París.

De todo mi historial se desprende la cantidad de idiomas que hablo: amárico, somalí, árabe, inglés, francés, español y algo —muy poco— de chino.

El siguiente paso natural para mi carrera consistía en trabajar en las Naciones Unidas, para lo que necesitaba ser enviado por el primer ministro etíope, viejo amigo de mi familia, pero mi padre ha maquinado otros planes para mi vida: pretende que sea el ministro de Economía de un Gobierno en el que no creo.

Así que, después de discusiones varias que incluyeron que se me retirase el pasaporte diplomático, tenía dos opciones: trabajar en el holding de mi abuelo o empezar de cero en otro lugar, alejado de los tejemanejes de quienes quieren dirigir mi vida, y esperar un cambio en el clima político de mi país.

Madrid encaja a la perfección con mis planes de futuro y me ofrece un presente, así que…

FIN DE LA CARTA (que Dase arrugó y lanzó, frustrado, a la papelera de reciclaje; a pesar de que en Adís Abeba todo iba a parar al Koshe).

LA CARTA QUE SÍ LLEGÓ A ADONIS TOURS:

Estimado Sr. D. Antonio Grande:

En documento adjunto anexo mi currículo, pero quería acompañarlo de una carta personal, de mi puño y letra, para que me conozca mejor.

Soy Dase Kassahum y nací en Gondar, al norte de Etiopía, hace treinta y dos años, aunque me trasladé pronto a la capital.

Debido a las circunstancias laborales de mis padres, he viajado mucho y conozco bien el continente africano, en especial las áreas centro y sur, aunque también he visitado la zona norsahariana y he estudiado su historia.

Tengo una licenciatura en Económicas por una universidad londinense, aunque lo que mejor me define es mi pasión por el deporte. Quizá, como consecuencia de ello, busco una empresa dinámica en la que poder trabajar en equipo y, por lo que he visto en su web, creo que Adonis Tours podría darme esa oportunidad.

Por mi parte, les ofrezco mis conocimientos de África, así como de idiomas, y un compromiso de altura: 1,83cm.

Deseando recibir noticias suyas, reciba un cordial saludo,

Dase K

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Capítulo 1

Ya desde la puerta, me volví a despedirme de mi colega.

—Me marcho, Pablo. Si no pasa nada, mañana por la tarde nos vemos.

Algunos de los que estaban abajo, charlando o jugando a las cartas sentados sobre alfombras raídas pero limpias, me dijeron adiós en varios idiomas distintos.

—Yo vendré por la mañana, así que, cualquier cosa, mándame un wasap. Buen finde, Dase.

Era viernes, por fin. Salía en ese momento de la ONG en la que echo una mano siempre que tengo ocasión. En el Latina, el barrio donde habito —como diría el poeta Sabina—, hay un local enorme compuesto de planta baja y entresuelo que alguien prestó años atrás a una asociación de vecinos y donde, actualmente, un grupo de voluntarios ayudamos a los inmigrantes subsaharianos a establecerse en España, a conseguir «papeles» y trabajo, pero también, y sobre todo, les ofrecemos un techo bajo el que refugiarse.

Me gusta ir allí, me siento en contacto con mi país, que hace ya demasiado tiempo que no piso. De ahí que cada vez pase más tiempo en la destartalada planta baja; arriba hay otra sala, también diáfana, llena de colchones y con un excusado y algunas duchas. Además de ayudar a otros menos afortunados que yo, la Casa Nueva me permite practicar el francés y el árabe, pues pocos compatriotas míos eligen España como país de destino si emigran, por lo que rara vez uso mi lengua materna, el amárico, aunque en Etiopía se hablan muchos más idiomas, tantos como tribus hay. También puedo estar en contacto con mis raíces y no olvidar mis objetivos ni mis sueños. Llevo muchos meses ya en España y, desde entonces, solo he estado en África ocho veces, todas ellas por trabajo, y ninguna en Etiopía, todas en el norte.

Hablando de proyectos —decir que persigo mis sueños suena a utopía y yo no soy santo Tomás Moro—, el siguiente gran paso en mi agenda personal, que lleva ya más de un año de retraso, es trabajar en Naciones Unidas, aunque en ese sentido no debería quejarme, pues puedo decir que vivo en una especie de sede reducida de la gran organización multicultural donde se requiere una gran dosis de mano izquierda, ya que comparto mesa y mantel —y comida, piscina de plástico, baño y los servicios de Duscha, entre otras muchas cosas— con un australiano, un escocés, un italiano y un noruego, así, en orden alfabético, tan políticamente correcto soy.

Quizá alguien esté pensando que parece más bien la sede de la Unión Europea, pero solo Italia forma parte de dicha institución, que a veces se me olvida la diplomacia y me convierto en un pedante sabelotodo. Me contengo, claro, me gusta tener amigos y no se puede ir de ese palo por la vida, la gente aborrece a los listillos. Pero so

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