Tú, mi loca aventura (Serie Jefes 4)

Girl-Chick

Fragmento

tu_mi_loca_aventura-5

1. Un comienzo

Como un leve murmullo, Math percibió el sonido lejano de alguien que lo llamaba, trató de moverse y fue en vano. Ni sus manos, ni sus pies, ni ninguna parte de su cuerpo parecían responderle. De repente se sintió tieso y lejano, como la voz que poco a poco también se iba desvaneciendo en su cabeza. Trató de abrir los ojos, pero sus párpados le pesaban como si cargara toneladas de acero en ellos. Su garganta se cerró impidiéndole hablar. No podía hacer nada, se empezó a agitar, de repente se sintió morir.

—¡Math, despierta! —La repentina voz irrumpió en su cabeza causándole un dolor infernal, sintiéndola casi estallar—, ¡Math, despierta de una maldita vez! —La escuchó más fuerte y luego sintió cómo le zarandeaban. La sensación se hizo más palpable y su cuerpo se llenó de euforia por sentirse vivo.

Su respiración aumentó, el sudor empapando todo su cuerpo le despertó y sus ojos se abrieron de forma desorbitada. Lo estaba, se recordó nuevamente. Su viaje tenía retorno y, aunque muchas veces no ansiaba tenerlo, la culpabilidad le invadía por desear lo contrario. Siempre se hallaba en esa disyuntiva de su vida. Le gustaba y al mismo tiempo le aterraba estar en la línea entre ser y estar, o no ser y no volver a estar. Todo estaba borroso ante sus ojos, hasta que su vista se fue despejando y el rostro de la persona que le estaba zarandeando para traerlo de vuelta a la realidad, poco a poco, se materializó frente a él.

Era Lianna, su hermana menor.

—¿Qué sucede? —preguntó llevando su mano a su cabeza. Esta seguía doliendo.

Ella le miró muy enojada.

—¡Dios, Math! Creí que no ibas a despertar, por poco y llamo al 911 —farfulló su hermana, furiosa.

Exhaló hondo normalizando lentamente su respiración. No iba a aseverarle nada, porque a pesar de cómo se veía y, aunque era mayor que ella, le hacía sentir y verse muy inferior. Él no tenía tatuajes que hicieran avergonzar a su padre, como alardeaba; pero sí tenía vicios. Vicios que lo llevaban al borde de la sobredosis cuando se lo proponía, y que quizás algún día le matarían. Lo sabía muy bien. Ella se incorporó de pie y caminó alejándose del sofá donde se hallaba tirado como otras veces. Solo que esta vez sí se había extralimitado. Se alejó de él. Le dio la espalda cruzándose de brazos, mostrándole su enojo.

—Deja de exagerar, no pasa nada —bufó sentándose o tratando de hacerlo, la cabeza siguió doliéndole y el cuerpo le pesaba—, solo estaba dormido —añadió.

Su hermana resopló fuerte dándose la vuelta hacia él. Ambos sabían que mentía.

—Un día de estos vas a matarte con una sobredosis de esa porquería que te metes, porque no habrá nadie que te despierte para saber si estás bien o no —le espetó ella con el enojo palpable en su voz.

Math masajeó su nuca varias veces tratando de concentrarse. Miró hacia la mesa y pensó que tenía perdida la batalla con la razón; pero no iba a aceptarlo. Era un desastre de persona y ni él mismo entendía por qué había caído tan bajo. O sí lo sabía, pero era más fácil obviarlo que aceptarlo; no obstante, prefería no enfrentarlo y mantenerse como un fiel retrato de Dorian Grey, apuesto por fuera, pero podrido en algún lugar de sus adentros. Su espejo no estaba escondido en un ático, cargaba siempre con él y se miraba en él todos los días.

—¿Crees que a alguien le importe? —masculló la pregunta con un deje de humor negro.

Dejó caer su espalda contra el espaldar abullonado del sofá y la miró. Ella era su contraparte, ambos compartían muchos rasgos de Katharine, su madre; pero ella sabía cómo exponerlos, él no. Reconoció que se comportaba mucho más adulta que él cuando se suponía que era él el que llevaría las riendas de todo; no obstante, se estaba quedando atrás. Muy atrás. Era una mentira que él mismo se creía y, al final, solo se estaba autodestruyendo.

—A Nath le importa, acabas de asumir su puesto en la empresa —le recordó con algo de ironía en su voz.

Eso le hizo abrir los ojos que aún le pesaban.

—Me pregunto por qué me lo ofreció.

Ni el mismo lo entendía, ¿o sí? Talló su frente sudada con la palma de su mano.

—Deberías preguntarte por qué aceptaste —ella inquirió y él la miró achinando sus ojos.

Su cabeza dolió de nuevo; sin embargo, tenía razón.

¿Por qué aceptó de buenas a primeras su ofrecimiento?

Su padre no le había echado de su empresa, no fue lo que le dijo, pero sí lo que entendió. Tal vez, en el fondo, solo quería intentarlo como lo hizo su hermana. Solo que no se demoró tanto como él. Siempre excusándose para dar los pasos que necesitaba para superar su propia crisis. Eso le hizo redescubrirse como un inútil, y quizás hacer lo contrario le llevara a hallar la esperanza que necesitaba para superarse a sí mismo y, cuando se redescubriera nuevamente, ya no fuera el despojo humano en el que se estaba convirtiendo.

¿Aún tendría una salida? Se preguntó por enésima vez.

Quizás la respuesta yacía en la misma que estaba esperando Lianna. El sencillo anillo que llevaba puesto llamó su atención. La conocía muy bien, ella no era de usar joyas, solo pendientes, y siempre pequeños, por lo tanto, ese anillo debía significar algo especial. Pensó que, sin duda, se lo había regalado Nathaniel. Levantó su mirada de su mano y la miró a los ojos. Todavía mostraban mucho enojo por él, pero también reconocía la compasión, detrás de ellos.

—Tal vez solo quiero una oportunidad de redimirme conmigo mismo —dijo finalmente, y lo aceptó, era su misma respuesta.

Su vida era una constante de locas aventuras y estaba cansado. Siempre queriendo morir en alguna, pero en el fondo anhelando que alguna de ellas fuera su salvación. Su vida era una estúpida ironía, pensó con desazón en el pecho y en el estómago.

—Entonces, piensas que acaban de darte una. —Su hermana rompió su cavilación, le hizo mirarla atentamente. La vio bonita y sus ojos claros, como los de él, ahora mostraban un tenue brillo, como si fuera un atisbo de esperanza—. No tenía idea de que pensara ofrecerte su antiguo puesto, pero si lo ha hecho no creo que sea para llevarle la contraria a nuestro padre. Creo que puedes tomar esto como un reto para ti mismo.

—¿Eso crees tú?

—¿Y tú que crees? —le refutó imponente, fiel a su estilo.

Siempre imperante, nunca doblegada. Ella, a diferencia de él, hacía lo que quería, aunque no pudiera quitarse la sangre Davenport de las venas. Al final, ambos sabían quiénes eran.

—Que tal vez tienes razón —respondió—, por eso haré lo posible por no defraudar a tu novio.

—Que gracioso.

—¿No es tu novio? —Math ladeó su rostro y enarcó sus cejas, interrogante.

—Sí-í, sí lo es, ¡bien!

Eso le hizo bufar, su hermana también tenía fama de testaruda. Reconoció que, si bien tenía rivalidades con Nathaniel, no le odiaba. El hombre le caía bien. Era de palabra, correcto, y a él le gustaban las personas correctas. Y esa era de las pocas cosas que todavía admiraba en los demás y que siempre trataba de replicarlo. Daría lo mejor de sí, aunque con sus planes autodestructivos de vida, no tuviera certeza de cómo acabaría todo.

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