Quédate siempre a mi lado (Trilogía Quiéreme imperfecta 2)

Estefanía Segovia

Fragmento

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Capítulo 1

Priscila debía hablar con Isabella, miembro de Recursos Humanos y prima de su pareja Kevin Lefton, en varias ocasiones; en muchas más de la que ella hubiese querido. Y siempre que la cruzaba en algún pasillo, le brindaba temas de conversación como si en esa semana no se hubieran visto. Algo nuevo para Priscila, que nunca antes le había caído tan bien una persona. Esa joven de cabellos negros y ojos verdes la hacía transpirar. También había asistido a algunas reuniones con ella sobre las mejoras propuestas para su aplicativo, pero siempre terminaba cuestionándola acerca de su vida privada. Muchas veces daba vuelta las preguntas y era Isabella la que termina contando. Las pocas veces que no lo conseguía, terminaba brindando detalles de su relación con Kevin que no deseaba explicar. Claro que no mencionaba el nombre de él, solo que ese último tiempo intentaba evitarla para no terminar hablando de más.

Excepto cuando la llamaba por teléfono, cuando no tenía forma de escapar alejándose. Agarró el tubo y escuchó la voz madura y serena de su compañera. Casi que podía visualizarla sentada en su oficina, con los rulos negros que le caían sobre la espalda, una verde mirada y ropa formal y ostentosa.

—Oye, Prisci, sabes que habrá un almuerzo de fin de año, ¿no?

—No lo sabía.

—Deberías haber recibido la invitación. La empresa siempre lo realiza cuando se acercan las fiestas, para despedir el año, ya sabes.

—Lo siento, no habré prestado atención. ¿Cuándo será?

—El miércoles 12 de diciembre. A veces son un poco aburridos porque organizan las mesas para que hables con gente que no conoces. Esta vez creo que es un día en una quinta, por lo que no tendríamos que venir a trabajar.

A Priscila se le escurrieron las ganas de asistir. Una cena podía llegar a soportar; un día completo con personas a las que no le interesaba conocer era demasiado social para su vida.

—¿Tendré que presentarme en la empresa si ese día no puedo asistir?

—¿Qué dices? Cierran la empresa, no podrás ingresar.

—Entonces tendré que ausentarme.

—Es una pena, Prisci. Hubiese estado genial que pudiéramos estar todo el día en la pileta. Hay cancha de tenis también.

Se lo informó como si la quisiera tentar.

—Suena divertido. Otro año será.

«¿Mintiendo a Recursos Humanos, Priscila?», la reprendió su lógica.

—Es una pena, yo asistiré. —Quedó en silencio antes de que volviera a hablar—. Oye, sabes que hace poco me separé de mi novio, ¿lo recuerdas?

—Creo que lo mencionaste un par de veces. —¿Su voz habría sonado sarcástica?—. ¿Pasó algo?

—Me habló hace poco para que le devuelva sus pertenencias.

—¿Qué le dijiste?

—Estaré loca, pero le pedí que esté en mi casa cerca de las ocho de la noche.

—Isa…

—Lo sé, lo sé. Es que lo extraño, Prisci. Quiero verlo.

—No puedes hacer cambiar su opinión si no quiere una relación seria.

—Debo parecer loca, disculpa. Creí… creí honestamente que era el indicado. Soy una idiota.

—¿Quieres ayuda con algo? No tengo problema si…

—No, no, no… Ya me haré cargo. Solo… necesito cambiar de aire.

—Te vendría bien asistir a un gimnasio, puede ayudarte a distraerte.

—Sí, podría, no es mala idea, Prisci. ¿Tú quieres ir también?

—Yo pensaba anotarme en uno que está cerca, pero tengo que comprarme ropa. A decir verdad, pensaba anotarme en unos meses cuando mi situación económica mejorara por los gastos que sufrí por el alquiler. La mudanza me costó bastante y además tuve que comprar varios muebles que me faltaban.

—Si quieres puedo prestarte algo de ropa. Seguro que tengo alguna remera y short que te pueda servir.

—De todas formas, debo comprarme. Así que no te preocupes.

—Bien, podríamos arrancar mañana mismo si tú quieres.

Casi revolea los ojos por la facilidad de los Lefton de organizar todo de un día para el otro.

—Es muy pronto empezar mañana. Tendríamos que anotarnos, obtener el apto físico y recién luego ver las clases a las que asistir.

—No te eches atrás. Llamaré al gimnasio hoy mismo para saber qué requisitos piden y cuándo podremos arrancar. ¿Qué te parece?

«Que es muy pronto», quería decir ella.

Sabía la desesperación que llevaba a no hablar con nadie. Y la prima de Kevin estaba pasando por algo similar a lo que ella había vivido hacía un tiempo. Bueno, mucho más leve, pero ella no podía hacer oídos sordos al pedido de auxilio. ¿Tendría alguna amiga de la infancia?, se preguntó. Aunque ella no era nadie para criticar o enjuiciar; tampoco había forjado ninguna amistad en el pasado.

—Está bien, pero antes de anotarnos tendrás que hablar conmigo para que pueda organizarme con tiempo.

—Con tu novio, querrás decir —le dijo, y pudo imaginarla sonreír.

—Bueno, sí. No es mi novio, en realidad.

—Sí, sí, genial. Gracias, la verdad es que me va a venir muy bien hacer ejercicio. Quiero llegar rendida a casa y no pensar, solo dormir.

Ella le otorgó la razón. El gimnasio no era una mala idea para descargar energía. Kevin ya se lo había recomendado. Ella no estaba acostumbrada a hacer ejercicio y sí, lo más probable era que al principio terminara cansada.

—Oye, Prisci. —La interrumpió Isabella antes de cortar—. Quería preguntarte algo: Romina no asiste a las reuniones, ¿verdad?

Su aturdimiento la impedía de razonamiento. ¿Qué era lo que sabría la encargada de Recursos Humanos? No podía echar por tierra todo lo construido.

—Está muy ocupada. Yo asisto para ayudarla.

—¿Y en qué está ocupada? Todos los demás jefes se toman el tiempo necesario para asistir a los comités.

—De seguro son tareas que no puede posponer. Yo solo soy referente, por lo que me abstengo a lo que Romi decida.

—Está bien. No la encontré en estos días. Necesito que me pase la estimación del documento que le envié. Es un prospecto muy genérico sobre el aplicativo de Recursos Humanos.

—¿Lograste la aprobación? Felicidades, Isa.

—Muchas gracias. No la hubiera planteado de no ser por ti, Prisci.

—Y por Romina. Ella también estuvo de acuerdo en ayudar a mejorar el sistema.

Isa no dijo nada. Se ahorró sus comentarios y ella se asustó. No quería que cambiaran a su jefa. Le gustaba asistir a esas reuniones y dirigir al equipo, tal como lo estaba haciendo. Solo debía poner en contexto a su jefa cada vez que el gerente de Sistemas pedía reunirse. Luego se encerraba en su oficina y trabajaba, vaya a saber en qué, y solía irse temprano. Se irguió de hombros. Mientras no molestara en las tareas que tenía, por ella podía hacer lo que quisiera.

***

Luego de la charla con Isabella, permaneció más precavida con sus tareas. Ese día cumplía años. Poco importaba para ella. Desde que pudo decidir, lo pasaba como un día normal. Era exactamente eso, un día común y para nada especial. Un año más de vida. Un año más en el que había sobrevivido a la oscuridad. En su casa, cada vez que llegaba el cuatro de diciembre, su madre preparaba una gran torta decorada con crema y

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