Obligándote a amar (Rosa blanca 5)

Laura A. López

Fragmento

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Capítulo 1

—¡Ya, April! ¡Por favor, no llores más! —exclamó Violet, agobiada.

Estaba desesperada. Su pequeña hermanita ya no dejaba de llorar. Habían pasado dos meses de la muerte de su madrastra y su padre aún no quería ver a su hija, no podía superar la pérdida de Isabelle.

—Violet, tráela aquí —pidió Brian cargando a la niña—, ya, pequeña, calma —la mecía para que se calmara.

—¿No estará enferma?

—No, solo tiene gases, debes hacerle unos pequeños ejercicios con sus piernitas y sobarle la panza.

—Explícale eso a Sarah que es su nana, yo solo soy su hermana. Maldita sea la hora en que Onella y Dylan hicieron ese viaje dejándome con esta carga.

—Conoces el motivo de su retraso y es porque ella está embarazada y sus condiciones ya no dan para volver aquí.

—No sé qué haré con ella, estos dos meses han sido horribles, casi no duermo y mi padre no hace el menor esfuerzo por acercarse, lo he intentado prácticamente todo —expresó quejosa.

—Hubiera deseado que fuera varón, así yo saldría de este desastre —afirmó su primo Brian.

—Te darás cuenta de que la fortuna no te ha sonreído como esperabas. Antes de Isabelle estábamos bien, mi padre estaba tranquilo, yo estaba feliz y tú vivías en paz.

—Pero su corazón estaba anhelante de una compañera, Violet. Es algo que tú no entenderás hasta que ames a alguien y luego te sientas sola.

—¿Piensas que no lo sé, no es así? Que no esté en cada rincón llorando por una persona no me hace cruel, querido primo; igual que tú, tengo mis sufrimientos.

—¿Dime cuáles? —preguntó mordaz.

—Lo que estás meciendo en el brazo es mi nuevo sufrimiento. —Señaló al bulto que llevaba que significaba su hermana.

—Pues dime cómo vas a deshacerte de esta cosita tan hermosa, se parece a la tía Darline.

—Es por eso que aún sigue aquí. Padre se ha empeñado en que la deje tirada por ahí, cosa que sabes no haré, es una Lowel total e indudablemente.

—Te juro que me la llevaría, pero ya con mi pequeño en camino no quisiera cargar a Irina con April también.

—¡¿Irina está embarazada y no me lo dijo?!

—Has estado muy ocupada, no tuviste tiempo de asistir a las tardes de té en casa de mi madre.

—Pues no, no puedo llevar a April donde tampoco la quieren —justificó Violet.

—Cómo no vamos a quererla, Violet, por favor, es sangre de nuestra sangre.

—Quizás Onella pueda llevarse a April y dejarme libre de esta responsabilidad, no es que esté ansiosa por deshacerme de ella, pero sí estoy un poco cansada.

—Creo que deberías llevársela a los Spencer, están deseosos por tenerla con ellos.

—Lo que más deseo es la felicidad de April, pero si mi padre no la acepta la llevaré ahí.

—Es lo más sensato que puedes hacer —enunció finalmente Brian.

La noche había llegado mientras la niña continuaba su incontenible llanto. Violet se sentía desvanecer, no tardaría en rendirse con respecto a la niña y la llevaría junto a los hermanos de su madre, los Spencer.

— ¡Sarah! ¿Qué le sucede?—inquirió preocupada.

—Milady, no sé, solo llora. Acaba de comer, y está limpia —expresó la doncella.

—Quizás le guste andar en brazos.

—Milady, le encantan los brazos, pero estoy cansada de cargarla.

—Bien, lo haré yo hasta que se duerma.

Violet intentó todo, pero la niña no dejaba de llorar. La había mecido, paseado, cantado y nada.

—¡Cállenla! Se la pasa llorando todo el día —gruñó el conde de Derby, saliendo de la biblioteca.

—¡Oh, padre, por lo menos ha notado la existencia de la niña! Llora todo el tiempo porque le falta su cariño y su afecto —acusó Violet.

—Llora porque es una malcriada por ti, ya te he dicho que te deshagas de ella, no la quiero en esta casa y ¡menos llorando todo el día!

—Pues no, no le daré el lujo de regalar a mi hermana, Isabelle le pidió que la cuidara, ¿qué piensa que está haciendo usted, padre?

—Si no lo haces tú, lo haré yo, ¿comprendes?

—Atrévase, no será capaz de tal crueldad.

—No me desafíes, Violet, que conmigo no resulta tu filosa lengua.

—Usted llega a tocar a April y le juro por mi madre que se arrepentirá toda la vida.

—¡Y, tú, vuelve a amenazarme y te voy a casar obligada con quien a mí se me antoje!

Violet lo miró con expresión triste sin creer lo que su padre le dijo. ¿Dónde estaba ese padre amoroso que había jugado con ella, la cuidó y por sobre todo la amó con todo el corazón?

—¿Qué le sucedió, padre? ¿Por qué no quiere amar a su hija? ¿Qué le ha hecho? —preguntó con lágrimas en los ojos.

—Me arrebató la felicidad de las manos, Violet, eso hizo, era feliz sin ella —respondió Brent mirando a April.

—Pero ella no tiene la culpa.

—Sí, la tiene. ¿Por qué tuvo que venir a arruinarlo todo?

—Ella, padre, es fruto de ese amor con Isabelle. ¿Cómo puede pensar siquiera en odiar a su propia sangre?

—La odio... ¡sácala de aquí!, es mi última advertencia, luego yo me encargaré —espetó furioso el conde tomando la dirección a su dormitorio.

Él sentía un dolor tan grande cuando veía a la niña, un vacío que nadie podía llenar, ¿Por qué él seguía vivo y las dos mujeres que amó murieron? No lo comprendía.

Su vida había cambiado en un año, jamás ni en sus más terribles pensamientos se imaginó casarse y mucho menos ser padre de nuevo, quizás en su imaginación estaba que sería abuelo de los hijos de Violet, amaría a sus nietos, pero ¿una hija? Él ya estaba viejo, después de los 60 años uno no debe ser padre, sino abuelo.

Desde la muerte de Isabelle se había entregado casi por completo a la bebida, cuando falleció Wendy no le había pasado algo similar, se sintió triste y solo, pero no vacío.

Isabelle se había llevado lo mejor de él a la tumba, fue poco el tiempo que estuvieron juntos, pero fue tan intenso que realmente dejó una huella en su corazón. ¿Y la niña? En realidad, no la odiaba, no podía, se esforzaba por rechazarla, su llanto era como una llamada para que fuera y la besara, pero no podía, quería olvidarse de su existencia para no seguir sufriendo por la pérdida de la última oportunidad que tuvo de ser feliz con la mujer que amaba.

Al día siguiente, Violet recibió una invitación para una velada musical donde Imogen tocaría el piano. Le encantaría ir, era amante de las buenas fiestas musicales.

Había prometido no faltar, solo le encargaría la niña a Sarah y asunto arreglado, saldría a recordar que aún era una dama soltera, nada podía salir mal. Solo se iría a despejar unas horas, no había nada de qué preocuparse.

—Sarah, esta noche tengo una invitación y pienso asistir, cuida a April y por ningún motivo dejes que mi padre se la lleve a ningún lugar. Si algo sucede, avísame lo más pronto posible.

—Sí, milady, así lo haré, aunque no creo que tenga problemas con milord, nunca viene a la habitación de la pequeña lady April.

—No importa, solo toma precauciones —dijo desconfiada de su propio padre.

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