Sin pretenderlo (Bolonia 4)

Laimie Scott

Fragmento

sin_pretenderlo-2

Capítulo 1

Dante permanecía delante de la cama contemplando a Claudia recostada sobre esta. Si ella seguía mirándolo con aquella mezcla de curiosidad, ironía y un toque de picardía, él no vacilaría en regresar a su lado, despojarla de la sábana, cogerla en sus brazos y voltearla para sentarla sobre él. En ese mismo instante, ella se estaba mordisqueando el labio inferior de una manera provocativa, sensual, pero también tierna y encantadora. Era la primera vez que lo pillaban abandonando la habitación de su ligue nocturno. Había procurado no hacer demasiado ruido, y todo eso para que ella no sintiera que se largaba sin despedirse. Pero el destino, en ocasiones, era bastante caprichoso, y algo puñetero también, se dijo Dante sin saber cómo narices explicárselo a ella.

—La verdad… No hace falta que… No quería despertarte porque me di cuenta de que dormías de manera plácida.

Claudia arqueó las cejas.

—No tengo por costumbre dormir mucho, si te soy sincera. Tengo el sueño ligero.

—Pues hace un momento estabas pegada a las sábanas.

Ella no sabía si echarse a reír o decirle que mentía muy mal, porque llevaba despierta ya un buen rato. Lo había sentido moverse. ¡Cómo para no hacerlo con el cuerpo que tenía él! O, más bien, con el peso. Ni si quiera sabía cómo narices había podido pegar ojo en una cama que no estaba hecha a sus medidas. Tal vez fuera ese el motivo por el que lo había notado dar vueltas y vueltas. E incluso, en algún momento de la noche, su brazo estaba sobre ella como si pretendiera retenerla contra él, o evitar que se levantara. Le costó un buen rato desembarazarse de su peso para levantarse e ir al baño. Y al regresar lo había contemplado dormir como un bebé. Sin duda que le había llamado la atención verlo tan tranquilo.

—Te quedas a desayunar, ¿no? Es lo menos que puedes hacer antes de largarte. —Claudia insistió en ese aspecto. Entornó la mirada hacia él, precisando si estaba lo suficientemente nervioso ya o todavía estaba entero. Era la primera vez que se enfrentaba a una situación como aquella. Por lo general, sus ligues se marchaban en mitad de la noche; o bien era ella la que lo hacía si la cosa acababa en casa del otro. Entendía a Dante porque ella misma tampoco era de dar muchas explicaciones. Desde que rompió con su ex, no tenía ganas de dárselas a nadie. En ese momento, le parecía divertido ver la cara de circunstancia que tenía Dante por haber sido pillado abandonando la habitación como un vulgar ladrón.

—¿Y tu trabajo?

—¿Y tu entrenamiento? —Claudia contraatacó con una pregunta relacionada con la profesión de él. Levantó una ceja con suspicacia.

—La liga ha terminado —le recordó con extrañeza porque ella lo hubiera olvidado. No hacía muchos días había estado en el café de su hermano tomando algo y charlando al respecto—. No tengo que entrenar hasta que empiece la pretemporada.

—Cierto. ¡Qué cabeza la mía! —Claudia sonrió, no podía hacer otra cosa después de meter la pata.

«¿Lo ha olvidado?», se preguntó Dante contemplándola con los ojos entrecerrados. Le parecía sensual, divertida, tierna, irónica… ¡Joder, ¿cuántos calificativos sería capaz de encontrar para definirla en ese preciso momento? ¿Y qué coño hacía él pensando en ella de esa forma? Hacía cinco minutos se estaba por largar de la habitación como un vulgar ladrón. Y en ese instante se ponía a pensar en ella de una manera poco común para ser él.

—En serio, no quiero que llegues tarde al café por mi culpa.

La mirada de ella pareció intimidarlo, a juzgar por el gesto de perplejidad que puso. Dante dio un paso atrás temiendo que ella fuera a saltar a su yugular de un momento a otro. Y mira que era complicado hacerlo retroceder. Se había enfrentado a tipos más grandes que él en la cancha. Le habían dicho de todo desde las gradas y nunca se había inmutado por ello. Pero la mirada de Claudia le había producido una sensación tan desconcertante como curiosa. La siguió contemplando mientras ella se pasaba las manos por el pelo y resoplaba.

—Si prefieres largarte…, puedes hacerlo. Ahí tienes la puerta. Pero para que te quedes más tranquilo, que sepas que no te invito a desayunar por lo que ha sucedido la pasada noche. Ni porque tenga intención de recibir arrumacos y gestos cariñosos por tu parte. Ni tampoco porque vaya a pedirte algo a cambio.

Entonces fue Dante el que resopló. Abrió los ojos como platos cuando la vio apartar la sábana y reveló su desnudez una vez más. Dante tragó saliva porque, por lo general, no estaba acostumbrado a que las mujeres que había conocido fueran tan directas con él después de haber compartido la cama. En ocasiones, ni si quiera ellas mismas se molestaban en llamarlo. Se mostraban algo reticentes a charlar con él. Pero Claudia… se salía de cualquier patrón de mujer que él conocía. Y eso la hacía más desconcertante… e interesante.

—Está bien. Acepto tu oferta para desayunar —le dijo algo más tranquilo. E incluso sonrió.

Claudia se detuvo delante de él camino del baño y levantó su mirada para contemplar su reacción a sus palabras. Sin duda que lo había dejado sin estas. No esperaba ese comportamiento por su parte.

—¿No piensas pelear por el rebote? —ironizó ella con una ceja arqueada mientras sus labios se curvaban en una sonrisa de triunfo—. Pensé que jugabas de pívot.

Dante se quedó con la boca abierta, sin saber qué demonios decirle. Se limitó a observarla pasar a su lado mientras rozaba sus cuerpos con toda intención. El leve contacto produjo en Dante un escalofrío en su espina dorsal. ¿A qué coño jugaba ella con aquellas comparaciones?

—Juego de ala-pívot. Y, en ocasiones, de alero alto —le aclaró levantando un poco la voz para que ella lo escuchara.

—Pero supongo que vas al rebote como cualquier otro jugador —dedujo, entró en el baño y dejó la puerta entreabierta—. Por cierto, deberías ducharte —le sugirió asomando su cabeza por detrás de esta al tiempo que esgrimía una sonrisa dulce y provocativa.

Dante sacudió la cabeza y se dijo que aquello era una completa locura. Que no debería haber sucedido. Se lo había repetido hasta la saciedad. Se lo había asegurado a su hermano por activa y por pasiva. No iba a cruzar esa línea que separaba la cordura de la locura. ¿Qué había salido mal para que en ese mismo instante se encontrara en esa situación? ¿Cómo iba a explicarle a Luca que se había acostado con Claudia? Dante resopló sin apartar la mirada de la puerta entreabierta del cuarto de baño donde el sonido del agua parecía estar llamándolo como cantos de sirena. ¿Y cómo iba a rechazar semejante invitación, aunque procediera del mismísimo diablo con semejante cuerpo? Se limitó a encogerse de hombros y a despojarse de la poca ropa que había conseguido ponerse antes de que ella lo detuviera en su improvisada fuga. ¿Qué importaba volver a caer en la tentación si ya había entregado su alma?

Después de una ducha algo más larga de lo que Dante estaba acostumbrado, este se encontraba en la cocina echando una mano a Claudia para preparar el desayuno. Todo aquello le parecía tan surrealista que prefería no pararse a pensarlo. Y si fijaba su atención en ella, entonces todo se liaba más y más. Con el pelo mojado, una camiseta y u

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