Sinfonía del destino

Graci Suárez

Fragmento

sinfonia_del_destino-2

Capítulo 1

Maite estaba nerviosa, después de quince años volvería a tener frente a ella a Dante, su amor de juventud, y actualmente uno de los cantantes más prometedores. La disquera la quería contratar a ella como la pianista del nuevo disco de su cantante más famoso, pero lo que nadie de la disquera sabía era que Maite estaba ciega, llevaba años viviendo en la oscuridad.

—No puedo creer que mañana lo tendré delante de mí.

—Deja de pensar en eso que no dejaré que se te acerque, así que no te preocupes.

—¿Y si se entera de Chloe?

—Eso no va a suceder, no tiene cómo saberlo.

Mientras en casa de las hermanas Ferreto Maite recordaba cómo había sufrido por el abandono de Dante, en la otra punta de la ciudad Dante se sentía como un perro enjaulado, no podía creer que la disquera hubiera contratado a Maite Ferreto; a pesar de los años transcurridos no había superado el abandono de ella.

Cuando su amigo y representante Oliver entró a su departamento y lo encontró contemplando la fotografía que la disquera les había entregado de la pianista, se acercó a Dante.

—Es hermosa en verdad.

—Dime que mi nueva pianista no es Maite Ferreto.

—Sí, bueno, en realidad aún no se ha firmado el contrato, por eso quieren que hagan una prueba juntos para saber si en verdad es tan buena como dicen.

—Te puedo asegurar que es la mejor pianista que vayas a conocer.

—Es una lástima que una mujer tan bella esté ciega.

—¿Qué has dicho?

—Espero que eso no sea un problema para ti, es verdad que requiere ciertas condiciones, pero es la mejor.

—La mujer que refleja esta fotografía no se parece en nada a la Maite que una vez conocí.

—¿Tú conoces a esa belleza?

—Ella y sus hermanas vivían en mi calle.

Dante todavía no podía creer que a la mañana siguiente se toparía de frente con su pasado, él había sido un estúpido enamorado y ella solo había jugado con él, pero el destino los volvía a poner de frente, aunque ya nada sería igual.

Esa noche Maite no podía dormir, su hija ya estaba acostumbrada a ese comportamiento la noche antes de cada concierto, pero algo le decía que esto era diferente, al día siguiente se volvería a encontrar con Dante de la Rosa; su madre nunca le había dicho que este fuera su padre, pero ella estaba casi segura.

—Mamá, ¿qué te preocupa?

—Cariño, pase lo que pase quiero que sepas que para mí tú fuiste mi mejor regalo, el motivo por el cual salí adelante.

—Sabes que te amo.

Con su hija en brazos, Maite logró quedarse dormida, pero no pudo descansar. La noche transcurrió de pesadilla en pesadilla. Cuando el despertador sonó, ella no se quería levantar.

—Mamá, es hora de levantarse. —“Y enfrentarte a tu pasado”, esto último solo fue un pensamiento.

—Dile a Margo que vaya en mi lugar.

—Mamá, la tía Margo no sabe tocar al piano y si lo supiera sabes que no iría.

—Entonces que vaya Mirta.

—Sabes bien que ninguna irá. —Maite sabía que se estaba comportando de manera infantil, pero no quería volver a encontrarse a Dante—. Además he sacado permiso en el colegio para acompañarte.

Después de mucho protestar, Maite, sus hermanas y Chloe salieron rumbo a la disquera; su hija estaba ilusionada porque por fin conocería a su padre y sus hermanas estaban preparadas para sacarla de la disquera en el momento en que ella se los pidiera, sabían que Maite todavía estaba enamorada de Dante, pero también estaban dispuestas a luchar por el bienestar de su hermana con uñas y dientes; durante el traslado, las mujeres Ferreto estaban encapsuladas en sus propios pensamientos.

—Tía Margo —susurró Chloe.

—Dime, querida.

—Estoy tan emocionada, por fin después de esperar tantos años los veré actuar juntos. —Ese comentario no le gustó a Margo.

—¿De quiénes hablas? —Aunque ya sabía la respuesta.

—De mis padres.

—¿Cómo es que…? —Dejó la pregunta en el aire.

—Tía, mi madre me cuenta la historia de amor entre ellos desde que soy una bebé, además, la he escuchado muchas noches llamarlo entre sueños, cada vez que eso sucede se me rompe el corazón ver a mamá llorando.

—Mira, Chloe, sé que quieres que ellos estén juntos, pero tu madre no piensa igual, además, ella no quiere que se entere de tu existencia.

—Lo sé.

Cuando por fin llegaron a la disquera, Maite estaba más nerviosa que durante el trayecto y Margo tenía el corazón roto por su sobrina que era la viva imagen de su padre.

Dante no se encontraba mucho mejor que Maite, la noche anterior no había podido dormir nada, todos los recuerdos lo habían asaltado y no lo habían dejado de atormentar.

—Dante, ¿qué te sucede que estás tan nervioso?

—Nada.

—Si no te pasa nada, ¿por qué es que estás haciendo un hueco en el piso?

En ese momento tocaron a la puerta y Susana les informó que la señorita Ferreto había llegado, pero que no iba sola, Samuel, el director de la disquera, le dijo que la hicieran pasar, pero nadie esperaba lo que tenían en frente.

—Maite —susurró suavemente.

La mirada de todos cayó en el trio y la jovencita, nadie sabía que Maite Ferreto tenía dos hermanas idénticas, claro está a excepción de Dante.

—Chicas, cuánto tiempo —dijo Dante.

—Dante —contestó Chloe—, yo soy tu…. —La chica se acordó de lo que le había dicho su tía—… más grande admiradora.

En ese momento Dante se percató de la jovencita, no cabía duda que una de las hermanas Ferreto era su madre. Maite dio un paso al frente.

—Buenas, señores, mi nombre es Maite Ferreto, como pueden darse cuenta estoy ciega.

—Ite.

—No la detengas, Mirta.

—Pero es que Margo.

—Déjala hablar.

—Como les iba diciendo, espero que el hecho de que estoy ciega no sea un inconveniente para ustedes, les aseguro que soy una gran profesional.

—Maite.

—¿Cómo estás, Dante? Cuántos años, nunca pensé que la vida nos volvería a unir y mira lo equivocada que estaba.

—Tengo que reconocer que tienes razón, nunca pensé que te volvería a ver.

—Pero no estoy aquí para hablar del pasado.

—Comprendo —dijo uno de los ejecutivos—. Señorita Ferreto, si fuera tan amable de deleitarnos con una de sus canciones.

—Por supuesto. Margo, por favor, llévame al piano.

—Yo puedo ayudarte. —Dante no sabía en qué momento se le ocurrió ofrecerse.

—No, gracias, prefiero que me acompañe alguna de mis hermanas.

Chloe no podía creer que su madre se comportara de manera tan hostil con su padre, claro, él no sabía que era su hija.

—Yo puedo ayudarte —contestó Chloe.

—Claro, cariño.

La jovencita ayudó a su madre a llegar hasta el piano y cuando se separó de ella, la abrazó y le dijo: —Te amo, mami.

—Eres el mejor regalo que me dio la vida —respondió su madre.

—Mami, si tan solo pudieras ver la manera en que él te mira.

—Chloe —dijo su madr

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