Libélulas sobre el agua (Corazones en Manhattan 7)

Camilla Mora

Fragmento

libelulas_sobre_el_agua-2

Prólogo

Andy se acomodó en uno de los sofás junto al hogar a leña en el living de los Spencer. Estaba congelado después de haber estado jugando en la nieve con su amigo James como dos chiquilines y no como dos jóvenes de veinte años, pero hacía tanto que él no regresaba a Sweet Home, que no había podido evitarlo.

Por suerte, James le había ofrecido el baño primero, por lo que se encontraba con ropa prestada y terminando de calentarse, lo que la ducha no había logrado, junto al fuego del hogar mientras era el turno de su amigo el quitarse el entumecimiento gélido bajo el agua caliente.

Los vellos de su cuerpo, de pronto, se erizaron y nada tenía que ver con el maldito frío, sino con la chica que lo espiaba desde la apertura que daba al recibidor. No había negativa que valiera, la maldita niña se colaba donde fuera para perturbarlo. Claro que, en ese momento, era él el que estaba en su casa, así que no podía decir que ella se hubiera metido en ninguna parte.

—Deja de observarme, Will.

—Ya no me llames de esa manera, Drew.

Una pulla que había comenzado de forma fortuita para importunarla y que ella había retrucado al molestarlo también con aquel diminutivo que tanto aborrecía.

La adolescente de tan solo catorce años se acercó, rodeó el sillón y se dejó caer a su lado. En su mano traía una tableta de chocolate mordida en un extremo. Se la tendió y le hizo un ademán con la barbilla.

Andy contempló la parte faltante, donde se distinguían las huellas de los dientes de la chica, y se le antojó dar un mordisco allí mismo, una especie de beso de carácter transitivo, como al dar un sorbo a un vaso en el exacto lugar en el que lo había hecho el otro. Y se odió por ello. Era una chiquilla y, además, era de Stevie.

—No, gracias.

Ella abandonó la golosina en el espacio vacío entre ellos. Recogió las rodillas contra su pecho y se las abrazó a la vez que posaba la barbilla sobre estas. Sonrió y lo miró de soslayo.

—Los vi tirarse bolas de nieve en la entrada. No creí que siguieran jugando así.

El crepitar del fuego era lo único que cortaba el silencio que siguió al comentario de Wilhelmina. No quería tener nada que ver con ella, no porque la hermana de James hubiera hecho algo más, salvo aparecerse donde fuera que estuviera, sino porque Stevie la había reclamado como suya unas noches atrás.

Y Andy no le sacaría a su hermano la chica de la que estaba enamorado. Además, ella era demasiado joven para él.

Se elevó de su asiento y, aunque le hubiera gustado quedarse junto al hogar un buen rato más, se encaminó, sin despedirse, hacia la escalera y así subir al cuarto de su amigo.

—Buenas noches, Drew. —Oyó que ella le gritaba desde el living cuando él ya estaba a mitad de distancia de la planta alta, y Andy no pudo reprimir la sonrisa que se dibujó en su rostro al tiempo que sacudía la cabeza de un lado al otro.

Dos años después

Hablaba con sus amigos en la casa del que hacía el festejo. Siempre que había una fiesta, se reunía toda la población joven al ser un pueblo tan pequeño. Por lo que no solo estaban los de veintidós como él, sino los chicos de diecisiete, como su hermano, o de dieciséis, como Wilhelmina.

De pronto, alguien lo tomó por la camiseta por su espalda y lo apartó del grupo.

—¿Stevie?

Su hermano lo aferró del brazo y lo arrastró hasta que estuvieron lejos de otras personas y del bullicio, en una esquina un tanto oscura y escondidos de ojos y oídos curiosos.

—Te dije que te mantuvieras alejado de ella —masculló Stevie con tal furia que dejó estupefacto a Andy—. ¡Ella es mía, Andrew!

—Lo sé —aclaró con las palmas en alto en un ademán de tranquilizar a su hermano pequeño—. Ella se acercó a mí. Stevie, solo intercambiamos un par de palabras. ¡Vivimos en el mismo pueblo! ¡Una casa junto a la otra! ¿Cómo mierda quieres que no me la cruce?

—Veo lo que haces —masculló el menor—. La quieres para ti.

—No es así, eres mi hermano, nunca te sacaría a la joven a la que amas. Te juro que jamás la tocaría, Stevie. Ni me interesaré en ella. Lo prometo.

Odiaba esa situación. Ya había ocurrido en otras oportunidades y no comprendía porqué Stevie estaba fijado en que él anhelaba a una niña de dieciséis años.

Su hermano le arrojó una palabra hiriente tras otra y su corazón se fue oscureciendo, como si se necrosara. Amaba a Stevie y no importaba qué tanto le prometiera que había otras mujeres que le interesaban más que su chiquilina vecina. Cada vez que Wilhelmina se le aproximaba, se desencadenaba una batalla campal entre los hermanos.

Por lo que, en los últimos dos años, Andy se había mostrado cada vez más frío con ella, haciéndole un desaire a cada momento. Sin embargo, la joven no se rendía y trataba de seducirlo con sus escasas armas de niña recién salida a la adolescencia.

En ese lapso, Andy jamás le dirigió más que un par de palabras, eligiendo alejarse de ella para no decir algo que la dañara y que, en realidad, no sintiera solo para mantenerla apartada de él. Además, para que su hermano no viera cualquier conducta suya para con Will como un avance sobre su novia.

Esas situaciones eran una constante cada vez que retornaba a Sweet Home en un cese de las clases de la universidad y lamentaba no poder restablecer la relación de compañerismo que siempre había disfrutado con Stevie.

—Ojalá no regresaras nunca más y te quedaras en Manhattan —soltó su hermano con una rabia inaudita.

Su corazón se tornó de un negro intenso y una partecita de este murió en ese instante.

O eso pensó hasta que una hora más tarde, aún en la fiesta, una persona se arrojó a sus brazos en pleno llanto.

—¡Qué mierda, Will! ¡Suéltame! —la instó con furia y observando alrededor, esperando que su hermano no los viera, aunque él ya se había retirado de la fiesta.

—Drew, Drew, Drew —lo llamaba una y otra vez con ese diminutivo que tanto odiaba, pero algo era diferente esa vez. Ella parecía enloquecida, como nunca antes la había visto—. Stevie…

La apresó por los brazos con tanta fuerza que le debió haber dejado moretones en su piel blanca como la nieve.

—¿Qué ocurre con Stevie? —En medio de la discusión que habían tenido, su hermano le había quitado las llaves del coche de sus padres y se había marchado, enfurecido.

—¡Ay, Drew! —sollozó con una angustia a flor de piel que a él le dio escalofríos por su columna—. Su automóvil salió despedido del puente en Sankey.

—No es cierto. ¿Cómo lo sabes si no te has movido de aquí? ¿Acaso piensas que te prestaré atención con una broma por el estilo? —Le agarró el frente del vestido oscuro y de un estilo steampunk en un puño y acercó el rostro configurado en puro odio al de la joven—. Ni siquiera eres una mujer aún, Wilhelmina. Tan solo una niña que quiere jugar a ser grande.

Las lágrimas caían de esos ojos oscuros con desconsuelo y su mente solo rogaba que por favor fuera una jugarreta de la chica, pero en el fondo sabía que ella nunca haría algo así.

Y la prueba la tuvo cuando las personas se reunieron a su alrededor, observándolos con desolaci

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos