Besos de vértigo (Te quiero 2)

Marian Arpa

Fragmento

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Prólogo

Querida Dany:

Lamento mucho haber estado tanto tiempo sin escribirte ni una letra, pero he tenido algunos problemas. No te preocupes; ya está todo solucionado.

Me secuestraron unos narcotraficantes y por poco no lo cuento. Me volvía loca al pensar en mi pequeñín. Suerte que todo se solucionó. Me rescataron antes de que esos delincuentes me hicieran lo que tenían planeado para mí.

Luego, el destino me tenía otra de sus jugarretas guardadas: el padre de mi hijo vino a trabajar a la aldea donde estaba y, al enterarse que tenía un hijo, me declaró la guerra; pensó que lo había engañado. Viví un infierno al verlo con otra. Yo que pensaba que no era celosa, pues reconozco que sí lo soy. Le hubiese sacado los ojos a esa lagarta con mis propias uñas. No lo resistí y volví a España.

Víctor me siguió y me demostró que todo lo que había hecho en Colombia era por el mismo motivo que yo: estaba celoso de Antón. Pensaba que él y yo, ya sabes, que éramos pareja.

Cuando me lo contó y nos dimos cuenta de lo idiotas que habíamos sido, del tiempo que habíamos perdido, todo cambio. Soy muy feliz con él, vamos a casarnos dentro de poco, me gustaría que te pudieras escapar de las garras de papá para asistir a mi boda. mamá ya me ha dicho que vendrá, así podríamos estar las tres juntas otra vez, aunque fuera por unas pocas horas.

***

Cariño, deje la carta a medias y hasta hoy no he podido volver a ponerme en ello. Mamá y yo te echamos mucho de menos el día de mi boda, pero no quiero que te preocupes por nosotras; comprendo que te fue imposible despistar a papá. Ya llegará el día en que puedas hacer lo que quieras sin tener que darle explicaciones.

Tengo la gran alegría de decirte que volverás a ser tía: Víctor y yo hemos decidido volver a Kenia antes de que me sea imposible viajar. Él se dedicará a su profesión y yo seguiré trabajando para la revista.

Espero que pronto puedas ir a visitarme; aquello te encantará. Esa tierra es fantástica, y las personas que viven allí son muy amables y encantadoras, te gustarán.

Además, ya es hora de que tu sobrino conozca a su tía.

Te quiero hermana.

Claudia

Unas semanas más tarde, ya en Kenia, Claudia recibía la carta de su hermana.

Querida Claudia:

Me alegro mucho de tu reciente boda, espero que seas muy feliz. Y estoy deseando conocer a este pequeño sobrino que has traído de América y ahora te has llevado a la otra punta del mundo; y soy feliz por la gran noticia de que pronto me harás tía de nuevo.

Lo que lamento es no haber podido escaparme para asistir a tu boda, pero últimamente papá pasa mucho tiempo en casa, dice que le deben vacaciones. Y me tiene agobiada con sus continuas exigencias de que termine más y más cuadros.

Ya no lo aguanto más. En cuanto cumpla dieciocho años, me largo. Papá se está volviendo cada vez más tirano, me controla, aunque él lo niega.

El otro día mis amigas me entretuvieron en la calle y lo vi espiándome a lo lejos cuando estaba a punto de entrar en clase. Lo he pensado mucho y no aguanto más; en cuanto sea mayor de edad, me vuelvo a España con mamá.

Y ya que entonces seré dueña de todo lo que he trabajado, del dinero que han producido mis cuadros, espero poder convencer a mamá para que vayamos las dos a visitarte.

Mucho me temo que este año escaso que me queda para mi cumpleaños se me hará eterno. Estoy deseando conocer estas tierras de las que tanto me hablas. El otro día, estaba en la biblioteca y entre en internet, busqué «Kenia», me pasé varias horas viendo unos maravillosos paisajes y lo que cuentan las personas que han estado allí. Cuando vaya, llevaré la maleta cargada de lienzos; solo de ver las fotografías me entraban ganas de ponerme a pintar.

Ya es hora de que conozca algo más que estas cuatro paredes en las que vivo.

Espero con ansias el momento en que podamos estar juntas de nuevo.

Te quiero. Dale un beso muy grande a mi sobrino.

Dany

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Capítulo 1

Dany miraba por la pequeña ventanilla del avión que la llevaba con su hermana, pero en realidad no veía nada. Su mente estaba muy lejos de allí. Había tenido una tremenda discusión con su padre cuando le había dicho que pensaba ir a Kenia a visitar a su hermana; y este se había negado en redondo a darle su consentimiento. Lo que él no tuvo en cuenta era que ya no lo necesitaba.

Hacía años que no veía a Claudia, desde que sus padres se habían divorciado y todo su mundo saltó volando por los aires, el contacto con su hermana se había reducido a cartas. Porque su padre se había ocupado de no tener internet en su casa para que ella no se distrajera de pintar. Siempre que le había dado alguna excusa para que lo pusiera, él se negó. Cada vez le dijo que no era bueno para ella que se entretuviera con las redes sociales, que un mal comentario le podía arruinar su carrera de pintora. Sin embargo, ella tenía la certeza de que lo hacía para aislarla de todo su mundo anterior.

Desde que sus progenitores se habían divorciado, ella se había sentido desorientada. Su vida sufrió un cambio de la noche a la mañana que a sus doce años no terminaba de asimilar. Superar aquel trance le había supuesto dos años de tratamiento con un psicoanalista.

Aún en esos momentos se preguntaba cómo su padre había sido tan cruel con ella; sin embargo, suponía que la razón era la misma por la que se había separado de su madre.

Él era muy anticuado, déspota, autoritario y machista. Cuando Claudia le había dicho que quería estudiar periodismo, él se había negado, diciéndole que lo que tenía que hacer era encontrar un buen partido y casarse. «¡Las mujeres deben estar en casa! —siempre decía—. Cuidando del marido y criando a los hijos». Los desacuerdos entre padre e hija se convertían en peleas constantes hasta que su hermana se fue de casa. Aquello fue el principio del fin del matrimonio de sus padres. Su madre lo había culpado de que su hija se fuera de casa y acabaron odiándose. Como su madre no tenía recursos propios, él había reclamado la custodia de Dany, alegando que ella no podía mantenerla. Y fue entonces cuando se trasladó con ella a París, solo por el placer de saber que allí, su exmujer no podría visitarla con frecuencia por la lejanía. Dany, en los últimos años, había ido varias veces a España a ver a su madre, sin que su padre lo supiera. Le decía que se iba a casa de alguna amiga a pasar el fin de semana para hacer deberes y se iba a visitar a su madre.

Claudia se había librado de la guerra de sus padres. Cuando todo había sucedido, estaba estudiando fuera de la cuidad y además ya era mayor de edad, por lo que no pudieron usarla como arma arrojadiza, como habían hecho con ella.

Ya Dany había cumplido dieciocho años; su padre no podía negarse a que ella visitara a su hermana. Así que le dejó una carta en la que le decía que se iba a Kenia. Había metido en una maleta lo impre

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