Terapia para un CEO (Cinco chicos con suerte 5)

Mayeda Laurens

Fragmento

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Nota de autora

Querido lector, antes de sumergirte en estas páginas, déjame advertirte de que el libro que tienes en tus manos cierra la serie «Cinco chicos con suerte» y, aunque se trata de historias independientes y autoconclusivas, esta novela se desarrolla de manera paralela a las otras cuatro. Por tanto, si no quieres leer spoilers y buscas disfrutar de ellas en su totalidad, mi consejo es que comiences por las anteriores.

Por otro lado, también has de saber que Terapia para un CEO es especial en muchos sentidos, y como tal, así deseo que la disfrutes. Es posible que en ella encuentres cosas que no te esperabas, o que descubras sorpresas con las que no contabas. Incluso, si has llegado aquí desde cualquiera de las otras historias de la serie, cabe la posibilidad de que tus expectativas te acompañen en cada página y no sean lo que esperabas. O se vean superadas. ¿Quién lo sabe? Desde luego, lo que sí encontrarás es un personaje que se ha forjado a lo largo de un año de ilusiones y sueños truncados, rescatados del pozo del pesimismo a fuerza de esperanza, ánimos y apoyo incondicional. Esta es la historia de una mujer que se empeñó en mantenerse en pie cuando todo estaba en su contra.

Y, sin más, te invito a descubrir cómo ocurrió todo. Nos vemos al final.

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Prólogo

—Ven, dame tu mano y permíteme ser tu faro en esta noche. No es bueno enfrentarse solo a la oscuridad, porque es un demonio que lo corrompe todo y lo destroza. Mientras haya luz en el camino, habrá un lugar al que regresar, así que, por un tiempo, deja que me convierta en tu punto de llegada. Después, cuando todo haya pasado, me iré si lo deseas. Prometo no insistir. Pero, por favor, no intentes superar esto solo. Porque tú, tal como yo, sabes que así es imposible.

—No puedo.

—Claro que puedes. Solo tienes que reconocer que tus planes, igual que los míos, no eran los que el destino quería para nosotros.

Lo pensó un momento más. Pero se sintió tan dolido que no tuvo valor para alcanzar la mano que le tendía y levantarse con ella.

—Lo siento…

Se incorporó muy despacio, sin romper el contacto visual con él. Y eso terminó de matarlo… Era ese brillo en sus ojos lo que siempre lo había hecho estremecer. Ese brillo que aquel día, por primera vez, no logró encontrar.

Debería reunir el valor para levantarse e impedir que se fuera, pero no había vuelta atrás. Había llegado a la puerta y se había ido.

Él debía hacerlo también.

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Capítulo 1

Así comenzó todo

—¡No hay huevos!

—¿Qué?

—¡Que no hay huevos!

—May, cariño, por mucho que te hayas desmelenado, ese lenguaje tan vulgar no te hace ningún bien.

—Que no, Sandra, que no hay huevos. Que te tocaba a ti ir a la compra y ahora resulta que no hay huevos.

—¡Ay, qué bien!

—¿Que no haya huevos?

—No, mujer. Qué bien que sigas hablando como siempre.

—¡Sandra!

La he llevado al límite, lo sé. Cojo mi abrigo y mi bolso de patchwork y salgo a la calle. La verdad, no sé qué más da que no haya huevos hoy, si esta noche no cenamos en casa. Esta noche es la fiesta de preboda de Laura y Álex y hemos quedado en un local que han alquilado para tomar unas cañas y picar algo. Y mañana vamos de bodorrio. Así que lo único de lo que tenemos que preocuparnos es del desayuno. Bueno, y de la cena, pero ¿quién cena después de ponerse hasta arriba en un acontecimiento de estos?

Este supermercado está a rebosar de gente, mira que me molesta encerrarme con tantas personas en un lugar tan pequeño. No, los aquelarres que organizo con las chicas no cuentan, porque ahí yo elijo quién va y quién no. Pero ¿esto? Esto es horrible. ¿Cómo pretende Amaya que no olvide algo cuando voy a comprar?

Demasiada energía sin control circulando a mi alrededor. Antes no me costaba tanto, pero últimamente me desestabilizo cada vez más. Lo mejor: conozco el motivo. Lo peor: no soy capaz de encontrar una solución.

Pago las dos docenas de huevos que he comprado —sí, dos, para que no se queje—, salgo del supermercado y vuelvo a casa a toda prisa, como si estuviera huyendo de un agujero negro en mi cosmos particular.

Hoy, sí o sí, disfrutaré de un largo y relajante baño de burbujas. Lo necesito para no sucumbir esta noche cuando volvamos a vernos después de dos largos meses.

***

Sandra

—¡Hola, bellezas! ¿Cómo se presenta la noche?

Lau sale a mi encuentro en cuanto ve que me acerco. Está radiante. Se nota que mañana será su día. Me alegro mucho por ella.

—Hola, Sandra. De momento, pinta bien. Ha venido un montón de gente a la preboda.

Reparto besos a todos los que conozco y a los que me presentan. Dar besos es bueno, es bonito, hasta terapéutico. No entiendo a esa gente que tiene tantos problemas con esto.

—Uno, dos, tres, cuatro… Me falta uno. ¿Dónde está el quinto mosquetero?

—Error: te sobran dos. Los mosqueteros eran tres.

Vale. Justo detrás de mí. Ese tono de fastidio es inconfundible. E implacable. Siempre implacable conmigo.

—No, corazón. Tres eran los famosos, pero los Mousquetaires de la garde fueron muchos. Así que, si yo hoy quiero buscar cinco, perdona si te ofendo.

—Lo harías si tuvieras ese poder.

—Tienes razón, y tengo muchos, sin embargo ofender no se encuentra entre ellos. Yo soy más de amar. El amor es mucho más bonito, el amor es lo que mueve el mundo, así que, brindemos por el amor. Y dame un par de besos, anda, que no nos hemos saludado como es debido.

Por fortuna, todos me siguen y levantan sus copas justo cuando me doy cuenta de que tengo las manos vacías. Suerte que Raúl es un sol y está pendiente de todo, incluso si no lo parece, y al segundo me tiende una copa de vino blanco.

—Venga, Marc, brinda conmigo aunque solo sea por esta vez. ¡Por el amor!

No le hace gracia, lo sé. Pero incluso él es incapaz de hacerme este feo delante de los demás. Así que, tras alzar su copa como el resto, apenas la aproxima a sus labios y después la deja sobre una mesa cercana, como si nada desagradable acabara de ocurrir.

Así es Marc Santamaría: un hombre imperturbable, inmutable, incrédulo, escéptico, serio, inaccesible… Algunos dirían que incluso es frío y calculador.

Un hombre que representa todo lo opuesto a lo que yo siempre he soñado, deseado, imaginado y esperado.

Un hombre que me supone un problema de los gordos. Un problema que me lleva persiguiendo desde hace un año, cuando lo conocí en casa de Álex y Laura, en una

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