Última parada, nosotros (Un viaje inesperado 3)

Olivia Ness

Fragmento

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Capítulo 1

Magda se sentía abrumada por tanta tradición y tartán por todas partes. No entendía el escocés, así que no se estaba enterando mucho de la ceremonia más importante de la vida de su amiga; y aunque todas las bodas son parecidas, aquella tenía algo especial: los novios.

Roma y Alec se habían conocido en el crucero que habían realizado las tres amigas hacía ya un par de años y, aunque el comienzo de su relación no había sido fácil, habían logrado superar todo lo que los separaba para llegar a unir sus vidas ese día.

Estaban en un lugar precioso de Escocia, el castillo de Eilean Donan. Roma se había empeñado en celebrar allí su boda porque la primera vez que había visitado el castillo con Alec se enamoró de aquel lugar. Se encontraban en uno de los salones del castillo donde se celebraba la ceremonia. Roma y Alec estaban de pie frente a ellos, iluminados por un haz de luz que se filtraba a través de una ventana desde la que se podía ver el lago Duich a los pies del castillo, con las manos atadas con una cinta del tartán familiar de Alec que simbolizaba que se habían unido en matrimonio para siempre.

Roma estaba radiante. Llevaba un vestido blanco de cola confeccionada con tela del clan de Alec que ascendía por la espalda, cruzaba su pecho y terminaba con una lazada a la altura del hombro. Cerca del lazo llevaba un broche de plata con forma de cardo, la flor de Escocia, que le había regalado Alec. El ramo que había elegido era de flores silvestres y algunas ramitas de brezo blanco.

Alec usaba el traje tradicional escocés y una ramita de brezo blanco enganchada en la solapa de su chaqueta. A Magda no le cabía duda de que todos los presentes coincidían con ella en que estaban hechos el uno para el otro.

Candela, que se hallaba sentada a su lado, la cogió de la mano y se la apretó mientras con la otra mano se limpiaba las lágrimas de alegría con un pañuelo; su amiga siempre había sido una sentimental. No era la primera vez que asistían a una boda de Roma, pero Magda estaba convencida de que los malos recuerdos y experiencias de su primer matrimonio habían quedado muy lejos gracias a Alec y a que su amiga, por fin, había encontrado a la persona con la que compartir toda la felicidad que reflejaba su rostro en esos momentos.

Cuando la ceremonia terminó, todos salieron a uno de los patios exteriores del castillo a brindar por los recién casados.

Todos los varones de la familia de Alec iban vestidos con el traje tradicional escocés, de manera que a Magda le resultaba imposible retener ni uno solo de sus nombres, le parecían todos iguales. Las mujeres del clan, como Alec llamaba a su familia, eran más fáciles de distinguir, algunas llevaban algún detalle de la misma tela del clan en sus vestidos; otras, directamente, no llevaban ninguna distinción.

Por parte de Roma había pocos asistentes, solo habían sido invitados a la boda las personas más cercanas a su amiga: sus padres, su hermano, los padres de Magda, Candela y ella. Roma era así, en un día como ese, prefería estar rodeada únicamente de sus seres queridos.

La hermana de Alec, Kirstine, había sido muy amable con Candela y ella. Había ido al aeropuerto a recogerlas, las había acogido en su casa y las había tratado como si fuesen parte de su familia.

Magda observó, apoyada en uno de los muros de piedra del castillo, cómo Roma y Alec bajaban las escaleras desde el salón hasta el patio para realizar el brindis. Todos estaban en silencio esperando a que dijesen unas palabras para alzar sus vasos llenos de whisky escocés por ellos. Sus amigos agradecieron a todos los invitados que estuviesen allí compartiendo con ellos ese día y, de repente, les contaron una primicia: Roma estaba embarazada.

Cuando Magda escuchó la noticia, notó cómo sus ojos se humedecían y comenzaban a brotarle lágrimas sin poder evitarlo. Buscó a Roma con la mirada y la encontró, Roma le sonrió y asintió con la cabeza. Desvió la vista para buscar a Candela entre los invitados, también estaba mirando a su amiga mientras Enzo la abrazaba con dulzura. Las tres sabían lo que ese embarazo significaba para Roma y lo que había sufrido durante años, era casi un milagro, y Magda no podía sentirse más feliz por su amiga.

Cuando todos los familiares hubieron terminado de darles la enhorabuena, Magda y Candela caminaron hasta ellos junto a Enzo y Fabián, que era el fotógrafo oficial de la boda.

—¡Enhorabuena, Alec! —Candela le dio un fugaz beso en la mejilla y se situó a un lado de Roma.

—¡Felicidades! —Magda no pudo evitar darle un abrazo cargado de emoción a Alec.

Se giró hacia su amiga, mientras Enzo y Fabián lo abrazaban y felicitaban.

—¡Roma! —Magda le dio un abrazo a Roma, que hizo que volviesen a saltar las lágrimas de sus ojos.

—Dejad de llorar de una vez que me vais a hacer llorar a mí también y se me va a correr el rímel —las reprendió Roma con cariño mientras se fundían las tres en un abrazo.

—¿Por qué no nos habías dicho nada? —preguntó Candela.

—Porque queríamos que fuese una sorpresa —respondió Roma mirando a Alec, que continuaba hablando con Enzo y Fabián—. Para nosotros así lo fue, ya sabéis que someterme a todos los tratamientos médicos tan agresivos que existen no era una opción para mí y, como creía que no podía quedarme embarazada, no pusimos ningún medio, así que al final ocurrió un milagro y me quedé encinta sin esperarlo. Me siento muy afortunada por ser una de las pocas mujeres con endometriosis que se quedan embarazadas.

—Menudo año de sorpresas que llevamos —refunfuñó Magda.

—¿De cuánto estás? —inquirió Candela—. No se nota el embarazo con este vestido.

—De tres meses y medio —reveló Roma.

—Espera, ¿sabías que estabas embarazada cuando yo os lo dije y has podido guardar el secreto? —preguntó Magda con incredulidad.

—¡Mira quién habla de secretos! No, me enteré que estaba embarazada hace poco más de un mes, pensé que tenía un retraso por la endometriosis —respondió Roma—. ¿Cómo te encuentras tú?

—Aparte de que vomito todo lo que como o bebo y que he tenido que brindar con agua en vez de con el whisky escocés que todos habéis podido degustar, supongo que bien —explicó Magda con fastidio.

—Siento que no te encuentres bien, pero aun así espero que podáis disfrutar de la boda y del fin de semana en Escocia —dijo Roma acariciándole el brazo.

—¡Vuestros bebés se llevarán muy poco tiempo entre ellos! ¡Eso es genial! —exclamó Candela.

—Pues se llevarán más o menos un mes, teniendo en cuenta que las fechas de parto que dicen los médicos son orientativas —indicó Magda.

—¡Qué feliz estoy por vosotras! —Candela abrazó a sus amigas.

—Chicas, si os giráis hacia mí os hago una foto a las tres —dijo Fabián, situándose detrás de ellas.

—¡Claro que sí! —Roma rodeó con sus brazos a Magda y a Candela por la cintura.

Todas miraron sonrientes al objetivo mientras Fabián pulsaba varias veces el disparador.

Magda se fijó en él. No había encontrado la ocasión de verlo de cerca desde la cena de la noche anterior.

Llegaron en vuelos diferentes, pero tanto él como Magda se alojaron en casa del padre de

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