Florencia (Así no era mi plan 1)

Agostina Julieta

Fragmento

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Capítulo 1

Florencia tenía un sueño: casarse, formar una familia y ser feliz. En ese orden.

Siempre se definió como una auténtica Susanita[1]. Ella imaginaba que a sus veintisiete años gozaría de una casa con jardín, pileta, perros, hijos y un marido a quien esperar para el almuerzo. Sin embargo, la vida le tenía otros planes. Y hoy a esa misma edad, se encontraba tomando un café SOLA en su departamento, que no tenía jardín, ni pileta, pero sí un lindo balconcito que, ¡ojo!, se la bancaba.

Para ella su destino la boicoteaba constantemente. Porque, mientras iba en busca de su príncipe azul, no terminaba más que cruzándose con sapos verdes, y si fueran azules todavía, pero ni eso.

Iba por su tercera relación que pintaba prospera, fallida. Las rupturas variaban entre la falta de compromiso, la ansiada propuesta que NUNCA llegaba y finalmente la desilusión. «Dicen que a la tercera es la vencida. Ojalá que no».

El día estaba nublado, tan pero tan nublado, que no iba a ser nada raro que se largara a llover. Florencia tenía una cita a la hora del almuerzo, pautada hace ya más o menos una semana. No importaba cuán tentadora insistiera en mostrarse su cama. Porque cuando se trataba de trabajo, Florencia era puntual y responsable.

Al terminar el secundario, impulsada por su mejor amiga Amanda, se inscribió en la carrera de Relaciones públicas para ir juntas. Amanda terminó abandonando, cambiando completamente de orientación al marcharse a estudiar Economía. En cambio, Flor, gracias a esto, descubrió su vocación y terminó siendo organizadora de eventos.

Desde el momento cero, sus eventos preferidos para organizar fueron las bodas. Ahora, era una flamante wedding planner. Contaba ya con más de quince fiestas de casamiento perfectamente llevadas a cabo y la comida de hoy, podría llevarla a su próximo éxito.

Quizás, tal vez, en el fondo, no tan al fondo, toda esa pasión que empleaba en su trabajo, no era más que una manera eficaz de descargar esas ansias e ilusiones que guardaba de su sueño aún no cumplido. Porque una novia feliz significaba una Florencia realizada.

Terminado el desayuno, si es que a un café se lo podía considerar desayuno, fue en busca de su agenda de anotaciones. Ya no confiaba 100 % en su celular, después de que este sufriera un formateo accidental culpa de un virus. El papel le resultaba más concreto y real. Obviamente que para otras actividades más específicas que no eran anotar nombres, números y direcciones, no podía prescindir de la tecnología. Por ejemplo, el contenido del disco rígido de su notebook era indispensable, y perderlo podría hasta provocarle la muerte súbita.

Entre hoja y hoja, halló lo que buscaba.

«¡¡¡Importante!!! 12 hs. Guillermina Grecco. Miérc. 20. Palermo, bar de siempre».

Estaba con el auto en el taller. Por H o por B, siempre algo le pasaba. No veía la hora de cambiarlo, pero no tenía el dinero suficiente. Solo le restaba resignarse y pedirle ayuda a el que la salvaba desde que tenía uso de razón: su papá. Él no se negaría a llevarla.

***

Con su cabello negro atado en un rodete improvisado, con lentes de sol y de jean, se presentó en el bar. Su imagen era totalmente relajada y casual. Para su trabajo Florencia no creía necesaria la formalidad, al contrario, cuanta más confianza se generara, mejor.

Observó una mujer de no más de treinta años, de cabello color caoba, corto y ondulado, sentada en una de las mesas. Le dio la impresión de que podía ser ella. No se habían visto personalmente, pero sí habían charlado un par de veces por teléfono.

—¿Guillermina? —indagó al acercarse.

—¡Flor! —exclamó con una sonrisa, al mismo tiempo que asentía a su pregunta.

—Disculpá si llegué tarde.

—No es nada, soy yo la ansiosa —dijo rápidamente, tropezándose con las palabras.

Florencia sonrió.

—Si de algo estoy acostumbrada es a la ansiedad de las futuras novias —agregó para generar empatía. Aunque, de todos modos, no dejaba de ser verdad.

Durante el transcurso del almuerzo, Florencia se encargó de describirle su forma de trabajo, todas las ventajas que obtendría contratándola y las razones por la cuales debería elegirla a ella como su wedding planner y no a ninguna otra.

Guillermina por su parte se desahogó expresándole todas sus expectativas e ilusiones para el gran día. Algo que Flor ya se sabía de memoria:

«Que sea una noche inolvidable».

«Que todo salga perfecto».

«Que tanto ellos como los invitados la pasen lo mejor posible».

«Etcétera».

«Etcétera».

«Etcétera».

La sumatoria de ítems parecía una utopía. Sin embargo, Florencia era capaz de lidiar con eso y salir victoriosa.

—Sinceramente sos la tercera wedding planner que consulto, y la primera que me da la tranquilidad de que en sus manos la fiesta de casamiento no corre peligro. —confesó la novia entre risas.

—Te aseguro que no corre peligro para nada. Ningún detalle, mientras yo esté a cargo, queda al azar —reafirmó Florencia con convicción antes de lanzar una sonrisa simpática, la cual fue respondida por otra igual.

—Eso es lo que me convence de elegirte —confesó Guillermina levantando su dedo índice―. ¡Que hablás como si se tratara de tu propio casamiento! —exclamó efusiva.

Florencia después de una media sonrisa falsa, por más que quiso, no pudo evitar agachar la mirada y sentirse incómoda. Jamás nunca se había sentido tan en evidencia. ¿De verdad se veía así? ¿Eran tantos sus deseos de casarse? La mujer sin siquiera saberlo había dado con su talón de Aquiles. Florencia se consoló pensado que al menos para algo le había servido una vida entera de frustraciones amorosas.

—¿Cuándo tenés pensada la fecha de casamiento? —indagó ella para salir de ese penoso momento.

—Más o menos dentro de un año. No estamos apurados y es el tiempo aproximado para la organización de la fiesta, ¿no?

—Aunque depende, un año es lo ideal —afirmó honesta.

La novia no llegó a responderle que el celular interrumpió. Con una mueca de disculpas hacia Florencia, Guillermina contestó la llamada.

Después de varios ajam, no y dale, y finalizar con un mi amor, cortó la comunicación. Enérgicamente se levantó de su asiento y alzó su mano derecha como llamándole la atención a alguien. Florencia miró hacia atrás, intentando identificar a la persona que, según parecía. era su otro posible cliente, cuando esta retomó su lugar.

—Ahí viene mi novio a buscarme, le dije que entre, así te conoce —le explicó al verla desencajada.

Florencia asintió.

—Ya tomé mi decisión, sos mi wedding planner. —le anunció con una amplia sonrisa que contagió a Florencia al mismo tiempo que tomaba la mano de quien estaba atrás de ella—. Él es mi novio —le informó.

Florencia, eufórica por la noticia, alzó la vista para reconocer al futuro novio. Se topó con un hombre joven, alto, de tez blanca, con cabello castaño oscuro, ondulado y corto, pero no lo suficiente. Tenía la barba crecida, demasiado para el gusto de ella. Nariz gruesa y recta. Hasta que se detuvo en sus ojos marro

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