Vampiros para la eternidad (Los hermanos Argeneau 7)

Lynsay Sands

Fragmento

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labios

Prólogo

Irás en uno de los aviones de la compañía. Estará listo y a tu disposición cuando lleguemos al aeropuerto.

Thomas Argeneau asintió con la cabeza, pero tenía toda su atención puesta en la ropa que estaba descolgando de las perchas del vestidor y metiendo de cualquier manera en su mochila.

Etienne lo observó durante un momento antes de hacerse una pregunta en voz alta.

—¿Por qué no habrá llamado mamá?

Sin respuesta para esta pregunta, Thomas hizo una mueca y negó con la cabeza. Toda aquella situación le parecía muy angustiosa. Después de haber sido una devota ama de casa durante setecientos años, Marguerite Argeneau decidió iniciar una carrera profesional. Pero en lugar de coger el camino más fácil hacia el mundo laboral, empezando por un trabajo de oficina o cualquier otro oficio trivial, ella decidió que quería ser el próximo Sam Spade, o mejor, la próxima Samantha Spade[1]. La mujer, que rara vez había abandonado su hogar antes, aceptó trabajar como detective privado y viajó a Europa para intentar localizar a la madre de un vampiro de quinientos años.

Si bien Thomas entendía su deseo de tener un trabajo que la ayudara a llenar el tiempo, habría preferido que hubiera escogido algo menos exótico, y sobre todo que pudiera hacer en Canadá.

—Las primeras tres semanas llamaba todas las noches sin falta, en ocasiones hasta dos veces en una misma noche. Pero luego dejó de llamar de repente. Sin duda le ha pasado algo. —Etienne hablaba entre dientes, con evidente preocupación.

Thomas echó una mirada por encima del hombro, y advirtió que su rubio primo, que se caracterizaba por ser un hombre apacible, no estaba nada tranquilo en aquel momento. Etienne caminaba de un lado a otro del pequeño vestidor con la preocupación marcada en el rostro. Este era un sentimiento que afligía a toda la familia últimamente. Hacía ya tres días que Marguerite Argeneau no se ponía en contacto con ninguno de sus parientes. Normalmente, tal cosa no sería preocupante en absoluto; pero Lissianna, su única hija, estaba en el último mes de su primer embarazo, y por eso mismo Marguerite había estado llamando con mucha frecuencia. Todo el mundo sabía que estaba dispuesta a dejarlo todo y volver a casa a la primera señal de que Lissianna estaba de parto. Esa circunstancia hacía que su silencio fuese muy inquietante.

—Thomas —Etienne dejó de andar de un lado para otro y, de manera inesperada, le tocó el brazo—, de verdad te agradezco que hayas aceptado hacer este viaje para ir a ver cómo está ella… y el resto de la familia también te lo agradece.

—Yo también me preocupo por ella. —Thomas se encogió de hombros con cierta rigidez, y luego siguió haciendo las maletas, consciente de que se había quedado muy corto al decir estas palabras.

Desde un punto de vista biológico, Marguerite Argeneau solo era su tía, pero se trataba de la mujer que lo había criado y la única madre que había conocido en su vida. La quería tanto como todos sus hijos.

—Lamento no poder ir contigo. —Etienne no podía ocultar su ansiedad, y de nuevo se puso a pasear nerviosamente de un lado para otro—. Si no tuviera ese plazo de entrega…

Thomas no hizo ningún comentario. Sabía que Etienne, igual que el resto de la familia, quería ir a buscar a la desaparecida mujer tanto como él; pero no podían abandonarlo todo de repente. Sin embargo, también sabía que todos tenían pensado seguirle en cuanto pudieran. Thomas sinceramente esperaba que eso no fuese necesario. Esperaba llegar y encontrarla sana y salva, y que ella tuviera algún absurdo motivo que explicara por qué había dejado de llamar.

El repentino timbrazo de un teléfono hizo que los dos hombres se sobresaltaran, o mejor dicho, se quedaran helados. Thomas vio a Etienne sacar un móvil de su bolsillo y llevárselo al oído. Su saludo fue seguido de un breve silencio mientras escuchaba lo que le decían desde el otro lado del auricular. Al cabo de unos instantes dijo «vale», y guardó el teléfono. Luego se explicó.

—Era Bastien. Te ha reservado una habitación en el hotel Dorchester de Londres. Nuestra madre estaba hospedada allí cuando desapareció.

—¿Londres? —Thomas fruncía el ceño—. No lo entiendo. Pensé que la tía Marguerite y Tiny estaban en Italia. Están trabajando para un tío italiano, un tal Nocci o algo por el estilo.

—Notte —le corrigió Etienne—, y tienes razón en parte, es italiano, al menos por parte de padre, pero parece que nació en Inglaterra. De modo que Marguerite y Tiny decidieron emprender la búsqueda allí.

Cuando Thomas se quedó mirándolo con incredulidad, siguió con sus explicaciones.

—Bastien se encargó de pedir un avión para nuestra madre y para Tiny, y confirma que viajaron a Inglaterra.

—Entonces está en Inglaterra, no en Italia. —Thomas hizo un gesto de extrañeza y sacó los pantalones blancos de lino que estaba metiendo en la mochila para reemplazarlos por unos vaqueros y un par de camisas de manga larga que combinaban con las camisetas que ya había guardado. Estaban a principios de otoño: las tardes ya debían de ser frescas en Inglaterra.

Cuando terminó de meter toda la ropa que pudo en la mochila, Thomas pasó el abultado equipaje por delante de su primo y salió corriendo del vestidor.

—¿Bastien se ha puesto en contacto con Jackie? ¿Sabes si ella ha tenido noticias de Tiny? —Thomas hacía las preguntas mientras buscaba frenéticamente calcetines y ropa interior en los cajones. Jackie Morrisey era la dueña de la Agencia de Detectives Morrisey, y la jefa de Tiny y Marguerite. También era la pareja para toda la vida de Vincent, su primo.

Etienne contestó negativamente con un gruñido mientras seguía a Thomas con la mirada.

—No ha podido ponerse aún en contacto con Jackie. Vincent y Jackie también han desaparecido. Seguramente están como tórtolos en una casita apartada, disfrutando de su mutua compañía. Desde luego, cuando Rachel y yo nos unimos finalmente, nos tiramos varias semanas sin aparecer por el mundo.

Thomas asintió con la cabeza mientras embutía calcetines en la mochila. Tenía razón. Había visto a todos sus primos encontrar a sus parejas para toda la vida, y todos desaparecieron durante varias semanas… Bueno, todos menos Bastien. El director general de Empresas Argeneau decidió que no disponía de tiempo para alejarse del mundo. Pero lo cierto era que hubiera sido mejor que lo hiciera. No había estado trabajando al ritmo habitual desde que su pareja para toda la vida, Terri, volvió con él. Los demás desaparecieron durante un mes, poco más o menos, y al regresar lograban centrar

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