Te llevo bajo la piel

Belén Urcelay

Fragmento

La banda sonora de Maggie y Bryson

La banda sonora de Maggie y Bryson

En el tocadiscos de Maggie:

Dream a Little Dream of Me. Ella Fitzgerald y Louis Armstrong

Heartbreak Hotel. Elvis Presley

Beyond the Sea. Bobby Darin

Brown Eyed Handsome Man. Chuck Berry

All I Have To Do is Dream. The Everly Brothers

Rock Around the Clock. Bill Haley & His Comets

I Put a Spell On You. Screamin’Jay Hawkins

Smile. Nat King Cole

Love is Strange. Mickey & Sylvia

I’ve got You Under My Skin (versión de Peggy Lee)

En el tocadiscos de Bryson:

A Kiss to Build a Dream On. Louis Armstrong

Dream Lover. Bobby Darin

Mannish Boy. Muddy Waters

Jenny, Jenny. Little Richard

Be-Bop-A-Lula. Gene Vincent & His Blue Caps

The Great Pretender. The Platters

That’s All Right. Elvis Presley

Whole Lotta Shakin’Goin’On. Jerry Lee Lewis

I Walk the Line. Johnny Cash

I’ve got You Under My Skin (versión de Frank Sinatra)

Esta es la banda sonora que acompaña a nuestros protagonistas.

Escanea el código con el móvil y escúchala tú también mientras lees su historia.

Primera parte

Primera parte

Todos somos estrellas, solo tenemos que aprender a brillar.

MARILYN MONROE

Stars shining bright above you

Night breezes seem to whisper «I love you»

Birds singing in the sycamore tree

Dream a little dream of me

Dream a Little Dream of Me

Capítulo 1

1

Beverly Hills, mayo de 1957

A Maggie McEvers no le gustaban demasiado las fiestas o, para ser más exactos, no le gustaban las fiestas como aquella, en las que se veía fagocitada por otras actrices mucho más exitosas y jóvenes, su exmarido rodeaba con el brazo a su nueva novia cuatro mesas más allá y se sentía tan ignorada que hasta le parecía que los camareros tardaban más en servirla a ella que a los otros comensales.

Ni siquiera sabía por qué había acudido. Jonah la había acabado convenciendo, claro, al insistir en que la única manera de relanzar su carrera era dejarse ver deslumbrante en todos los eventos a los que la invitaran y aprovechar para charlar, «incluso flirtear, pequeña», con cualquier gigante del espectáculo un poco achispado que se le cruzara. Maggie sabía que Jonah, su agente y su amigo, estaba cada día más preocupado por ella. Llevaba exactamente doce meses sin hacer una sola película, justo desde que se había divorciado, y no tenía pinta de que las cosas fueran a mejorar pronto, ni en el plano profesional ni en el personal. Estaba esperando los resultados de la última prueba de casting y no albergaba demasiadas esperanzas... Pero que George Cukor la hubiera invitado a una de sus famosas fiestas había insuflado una pequeña llama de optimismo en Maggie, así que, al final, se había forzado a levantarse de la cama, correr al salón de belleza y adquirir a toda prisa un vestido nuevo de Chanel. El señor Cukor la había saludado cariñosamente al entrar en su mansión, llamándola «Querida Maddie», pero no había vuelto a dirigirse a ella.

Los postres se habían servido hacía rato y, aunque la mayoría de los invitados seguían sentados en las mesas redondas cubiertas por manteles blancos y candelabros de plata, otros se habían levantado y deambulaban por el jardín iluminado con antorchas, sosteniendo las insustanciales conversaciones de siempre y bebiendo champán como si no hubiera un mañana. Uno de los primeros en abandonar la mesa había sido Bryson, por supuesto. A su exmarido siempre le había resultado difícil aguantar quieto en el mismo sitio durante más de una hora y, por otra parte, le encantaba relacionarse con todo el mundo. No podía limitarse a hablar solo con sus compañeros de mesa. Bryson se hacía amigo de los camareros, provocaba las carcajadas de individuos cuyos nombres desconocía, fumaba con los chóferes que esperaban en la fila de coches de la entrada y seducía a cualquier mujer —soltera o casada, joven o madura— con sus absurdas e interminables anécdotas. En aquel momento, el actor se encontraba de pie junto a la piscina, con un cigarro en una mano y un martini en la otra (probablemente el segundo o el tercero de la noche), inmerso en una conversación con el productor Mike Todd. Su exmarido lucía el esmoquin con la misma naturalidad que si llevara unos pantalones vaqueros y una camisa de franela y, mientras hablaba, movía un pie al ritmo de la música. Adoraba bailar y no tardaría en lanzarse en cuanto Juniper se levantara de su mesa y fuera a buscarlo. Elizabeth Taylor se acercó a ellos entonces, saludó con cordialidad a Bryson y se cogió del brazo de quien desde hacía pocos meses era su tercer esposo. Maggie envidió la capacidad de la joven actriz para integrarse en la conversación de los dos hombres aún más de lo que ya envidiaba su impactante belleza. Elizabeth parecía una diosa griega, enfundada en un vestido blanco que destacaba sus ojos color violeta y su cabello negro. Tenía solo veinticinco años y ya había rodado ese mismo número de películas. Maggie, por su parte, cumplía los treinta al día siguiente y solo había actuado en dos obras de teatro y tres pelí

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