Descubriendo al impostor (Con armas de mujer 1)

Ana Álvarez

Fragmento

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Capítulo 1

Maite Valero regresó de su habitual carrera vespertina. Su trabajo como psicóloga en un gabinete, en el que trabajaba a tiempo parcial, era bastante sedentario y su espíritu inquieto exigía ejercicio físico. El resto del tiempo preparaba una tesis doctoral sobre un tema que conocía muy bien: gemelos.

Era gemela idéntica con su hermana Ángela, tenía otras dos hermanas menores gemelas entre sí y dos primas de la misma edad de sus hermanas, también nacidas en el mismo parto. El comportamiento gemelar lo tenía bien interiorizado, al menos en lo que a mujeres se refería. Aunque iguales en el físico, en el resto no se parecían en nada. Ángela, su binomio, era una mujer tranquila, no como ella que se consideraba un culo de mal asiento, nerviosa, y hasta un poquito hiperactiva.

Sorprendió a su familia estudiando Psicología, todos esperaban que se dedicara a cualquier otra ocupación menos sedentaria, pero su profesión le encantaba. Y no se la tomaba de forma calmada, se metía en todos los charcos, como decía su madre. Complicarse la vida era su norma, por eso, decidida a hacer su tesis doctoral sobre el comportamiento de los gemelos masculinos, solo se le había ocurrido crear una web que le permitiera conocer a fondo muchos elementos a los que estudiar. Su director de tesis le había advertido de que, para utilizar la información que recabara en la web, debía obtener el consentimiento de los participantes, y realizar entrevistas, pero eso ya llegaría. De momento su intención era observar y luego decidir a quiénes escogería para su estudio.

No era una página de contactos amorosos ni sexuales, aunque imaginaba que, puesto que estaba abierta a los dos sexos, alguno que otro encontraría su media naranja, o al menos echaría un par de polvos.

No era su intención enredarse con un gemelo, ya tenía bastante de eso en su familia. El día que encontrara una pareja, sería alguien que no arrastrase la dependencia emocional que ella sentía hacia su hermana Ángela, con la que comía al menos una vez a la semana. El resto de las chicas Valero Rivera —todas se apellidaban igual pues sus padres eran hermanos y sus madres también, gemelas además— lo hacían una vez al mes. Por un día, casi siempre el último fin de semana, estuvieran donde estuvieran, se desplazaban a Madrid para una noche de chicas, a veces loca y a veces tranquila. Cada vez le correspondía a una de ellas organizar la salida y, puesto que eran todas muy diferentes, la variedad estaba asegurada.

Tras regresar de su carrera y darse una ducha, se preparó para la visita de su hermana. Estaba deseando enseñarle la página que había diseñado el día anterior, Gemelos.com, y que ya empezaba a tener los primeros usuarios. Con toda seguridad le diría que estaba loca, que había otras formas más sencillas de contactar con gemelos para su estudio, pero el morbo de la clandestinidad la atraía mucho. En la siguiente reunión les pediría a las demás hermanas y primas que se registrasen y la ayudaran en su investigación de forma anónima.

Ángela llegó puntual, no como ella, que siempre rozaba los quince minutos de retraso en cualquiera de sus encuentros. Apuraba el tiempo al límite, haciendo mil cosas y, salvo en las citas profesionales, era la impuntual de la familia.

Tras un abrazo se dirigieron a la isla de la cocina, donde solían sentarse a cenar si estaban solas. El salón solo lo utilizaban cuando se reunían todas.

—¿Qué tal la última semana? —le preguntó su hermana— ¿Qué tienes que contarme?

—¿Cómo sabes que voy a contarte algo especial?

—Has cocinado, y la mayoría de las veces pedimos comida a domicilio —respondió olfateando el aire—. Huele de maravilla.

Un delicioso olor a lasaña casera flotaba en la cocina.

—¡Mierda, otra vez he olvidado conectar la campana extractora!

—Cualquier día vas a olvidarte la cabeza. ¡No sé cómo logras centrarte con tus pacientes!

—Con ellos no tengo problema. Es en mi día a día donde me disperso. Tal vez porque centro toda mi atención en el trabajo.

—Eso debe ser. Bueno, pues suelta lo que sea, antes de que me asuste. Porque contigo nunca se sabe.

—He decidido hacer el doctorado.

—¿En serio? —respiró aliviada—. Eso es una gran noticia, pero tengo entendido que supone muchísimo trabajo, y tú ya tienes un empleo en el gabinete psicológico. ¿Cómo lo vas a compaginar?

—A tiempo parcial, ambas cosas. Contaré hasta con seis años para la investigación, puesto que no la realizaré con un contrato remunerado, aunque mi intención es terminarla antes. Cuando hice la tesina de fin de máster uno de los profesores me preguntó si quería preparar el doctorado, y me sedujo la idea. Solicité información sobre la forma de llevarlo a cabo, ya sabes que estaba deseando empezar a trabajar, y puesto que podría hacerlo a tiempo parcial, me decidí, porque hay un tema que me interesa mucho y me encantaría investigar sobre él.

—¡A ver por dónde me vas a salir! —exclamó Ángela sirviéndose una copa de vino de la botella que su hermana acababa de descorchar, mientras esta colocaba la lasaña en los platos—. ¿La esquizofrenia en el ámbito criminal? ¿Los esquimales trasladados a zonas cálidas? ¿La agresividad al volante? —Todas eran preguntas que Maite se había formulado en alguna ocasión, y Ángela lo sabía.

—Gemelos.

—¿Gemelos? ¿Vas a hacer una tesis sobre la familia? Tienes material de sobra, desde luego —rio.

—Para nada. He dicho gemelos, no gemelas. Sé muy bien cómo nos comportamos las mujeres en nuestra relación con las hermanas idénticas, pero no sé nada sobre cómo se desempeñan los hombres en la misma situación. ¿Son dependientes de su binomio? ¿Tratan, como nosotras, de separarse y diferenciarse en la edad adulta?

—Pues imagino que más o menos igual.

—¡Son hombres, Ángela! Nunca se comportarán como las mujeres. De modo que he decidido estudiarlos.

—¿Como si fueran monos de feria?

—Claro que no, será un estudio serio y dirigido por un director de tesis. De hecho, ya lo tengo: el profesor del máster del que te he hablado se ha ofrecido a llevar mi doctorado.

—¿Y cómo piensas encontrar gemelos para realizar tu estudio? Porque no vas a ir por la calle preguntando a los hombres que encuentres si tienen un hermano idéntico y ofreciéndoles colaborar contigo… espero.

—No. Para eso está Internet. He creado una página web solo para gemelos de ambos sexos. Si pidiera solo hombres se podría pensar que busco otra cosa. Lo que quiere decir que tanto tú como las chicas deberéis registraros en ella y ayudarme en la búsqueda de especímenes para mi estudio.

—Maite, eso de especímenes suena fatal. Ni que fueran insectos…

—Para nada, hay algunos muy interesantes… Cuando terminemos de cenar te los enseño. Hay uno que afirma ser trillizo, que está para mojar pan. Tengo que conseguir que haga que los dos que faltan se registren también. Sería fascinante estudiar a trillizos, nuestra experiencia gemelar se limita a pares.

—¡A ver si te vas a pillar de un gemelo (o trillizo), y con la historia genética de nuestra familia vas a parir de cuatro en cuatro! —Su madre era gemela y tanto ella como su tía habían tenido embarazos d

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