Mil razones para quererte (Mis razones 2)

Violeta Reed

Fragmento

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La música es una constante en mi vida y ha sido una fuente de inspiración de esta historia, así que aquí os dejo la playlist.

Mil razones para quererte

Elena

«Spirits» — The Strumbellas

«Snowman» — Sia

«Breathe» — Taylor Swift ft. Colbie Caillat (Taylor’s version)

«Cardigan» — Sing2Piano

«Drivers License» — Sing2Piano

Marcos

«Portales» — Dani Martín

«Snowman» — Tullio

«Somewhere Only We Know» — Keane

«Love You Still (abcdefu romantic version)» — Tyler Shaw

«Let It Go» — Anthem Lights

Elena y Marcos

«Talk Tonight» — Oasis

«Come on! Let’s Boogey to the Elf Dance!» — Sufjan Stevens

«God Only Knows» — The Beach Boys

«Lover» — Taylor Swift ft. Shawn Mendes

«Lover» — Sing2Piano

«Medieval» — Finneas

«As It Was» — Harry Styles

«Falling» — Harry Styles

«Imagination» — Shawn Mendes

«No hay futuro» — La Casa Azul

Amanda

«Happily Ever After» — Jordan Fisher & Angie K

Lucas

«Love You Like the Movies» — Anthem Lights

Blanca

«Vivir así es morir de amor» — Nathy Peluso

Bruno

«El fin del mundo» — La La Love You

Carlota

«Perra» — Rigoberta Bandini

Otras canciones que se mencionan:

«Wannabe» — Spice Girls

«Last Christmas» — Wham!

«Should I Stay or Should I go» —The Clash

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1

Algo prestado

Cuando me desperté estaba sola. Estiré el brazo en busca de Marcos y me topé con las sábanas frías. Despegué los párpados y suspiré al ver su lado vacío.

Así sería a partir de ahora.

No quería ponerme melancólica desde el primer minuto, así que recuperé el móvil de la mesita con la esperanza de tener un mensaje suyo y sonreí al comprobar que así era.

Buenos días, preciosa.

Voy a poner ya el modo avión

Siento que dejo en Madrid una parte de mí.

Te quiero

Mi boca se torció hacia abajo, pero seguí leyendo:

Ya estoy en Londres.

Lisa no deja de preguntar por ti

ni de reírse de mí.

Es muy pesada

Solo imaginar su cara de enfurruñado hacía que me entrase la risa y que Lisa ganase cien puntos. Me fijé en la hora que marcaba el teléfono y me sorprendió ver que eran las once. Normalmente madrugaba, pero la noche anterior me habían dado las tantas con Marcos y necesitaba descansar. Sin perder el tiempo, giré sobre mí misma y le contesté un:

Buenos días, letrado

Por qué se ríe Lisa de ti?

Que tengas un buen día!

Te quiero

Me quedé remoloneando y viendo las fotos que nos habíamos sacado en el tren el día anterior al volver de Altea, hasta que mi gata se subió a la cama en busca de atenciones. Entre Minerva y yo se había creado un vínculo especial mediante el cual ella percibía cuándo yo estaba triste y necesitaba que me dejase mimarla. Al ratito, se cansó de mis caricias y se tumbó junto a la almohada de Marcos, maulló y trató de meter la cabeza debajo.

—Se ha ido —informé mirándola. Insistió tanto que terminé levantando la almohada—. ¿Lo ves? No está ahí.

Fue entonces cuando mis ojos repararon en la camiseta que Marcos se había olvidado. No era la misma que me había quedado yo. Era mi favorita, la azul zafiro que hacía juego con sus ojos.

—Gata lista —la felicité acariciándola—. Ahora te doy una chuchería.

Le escribí otro mensaje de camino a la cocina:

Te has dejado una camiseta

Minerva apareció al oír el sonido de la bolsa de sus golosinas gatunas. Eché un par en su comedero y me chupó el dedo con suavidad en busca de más.

—A mí no vas a comprarme con tanta facilidad como a él —aseguré guardando la bolsa—. Se acabaron las chuches por hoy.

Ella bufó y yo me reí.

Cogí un yogur y, cuando fui a sentarme en el sofá, vi la camisa blanca de Marcos estirada. Fruncí el ceño. Eso no estaba ahí la noche anterior. Doblé la prenda con cuidado y le escribí para que supiera que también se la había dejado.

Mientras limpiaba, cerca de la hora de comer, mi móvil sonó y me sentí igual que cuando era adolescente.

Perdona que no haya contestado antes,

llevo toda la mañana reunido.

Lisa se ríe porque (según ella)

pongo cara de idiota cuando hablo de ti.

La ropa la he dejado aposta para

que no me olvides y no tengas que robármela.

Por si te lo estás preguntando… sí,

la camisa es la que llevaba en la boda.

Por suerte, los botones sobrevivieron

a tu apetito sexual voraz

Se me escapó una risa bajita y sacudí la cabeza. La mitad de mi corazón se derretía por el detalle de la ropa y la otra mitad estaba triste por no tenerlo delante. Pese a que había intentado no darle vueltas, durante la mañana no había podido evitar consultar un par de artículos con consejos para sobrellevar una relación a distancia. Había leído que la comunicación, la confianza y la actitud positiva eran muy importantes. La teoría ya me la sabía; ahora tocaba ponerla en práctica. No podía ser tan difícil, ¿no?

«¡Claro que no, campeona!», era lo que yo me repetía.

Todavía me sorprendía echar la vista atrás y ver lo que Marcos y yo habíamos pasado juntos. Desde los días infernales del colegio cuando no lo podía ni ver hasta el horror que sentí al despertarme con él después de la boda de Amanda y a todo lo que vino después, que hizo que mi vida cambiase en dos meses: el calor del verano, los helados a las tantas de la madrugada, las risas al escondernos para besarnos y el sexo increíble, pasando por la parte sentimental, donde reconocimos que nos gustábamos. Y lo más difícil para mí: enfrentarme al abismo de mis miedos y admitir que lo quería.

Al final una cosa había estado patente desde el principio: nuestra química era inevitable y tratar de ignorarla solo me había servido para que se hiciera más grande y me explotase en la cara. Marcos había pasado de ser la persona a la que me habría encantado poner un candado en la boca para no oírla al propietario de la voz que más me gustaba. Sonreí con nostalgia al recordar a aquella Elena de casi dieciséis años que había deseado que Marcos se fuese a vivir a la otra punta del mundo para no tener que verlo más y para poder olvidar su primer beso. Esa Elena no sabía que, n

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