Conquistando a un libertino (Los Preston 2)

Julianne May

Fragmento

conquistando_a_un_libertino-2

Prólogo

Hertfordshire. Mayo de 1815

Querida Isabel:

Sabes lo mucho que odio dejarte sola y, más aún, en estas circunstancias. Pero créeme cuando te digo que, luego de Wellington, no hay hombre más confiable que Worwood. Estoy seguro de que recordarás lo mucho que nuestro padre lo apreciaba.

Como sea, tanto el marqués como su esposa están encantados de recibirte en su residencia en Londres.

Sí, lo sé. Odias la idea. Incluso sonrío en este preciso momento de solo imaginar tu boca torcida. Pero no te preocupes, te encantará. Con solo decirte que la biblioteca de Worwood es uno de los detalles que más destacan y de los que más se hablan sobre su casa, creo que te convencerás de que será una buena estadía.

Ahora, no creas que no lo he pensado. Al leer esto, muy probablemente hayas resuelto vivir encerrada entre los libros de los marqueses, pero déjame decirte que no será posible. Oh, sí. Lo siento, querida hermanita, pero estarás en la ciudad y con gente que ama ir de evento en evento. Aun así, no te aflijas. No lo pasarás tan mal. Mi querido Henry me ha escrito y, para nuestra fortuna, regresará a Londres. Le comenté la situación y… ¿adivina? Se ha ofrecido a hacerte compañía durante todo este tiempo hasta que yo regrese. Y si dejarte en manos de Worwood me inspira tranquilidad, saber que Henry velará por ti cual fiel sombra me permite dormir en paz. Sabes lo mucho que lo aprecio. Y aprovecho para confesarte lo que por meses has intentado sonsacarme con tan poco disimulo… Sí, no hay duda: él te aprecia tanto cómo tú a él.

Como sea, irás a Londres y allí tendrás la oportunidad de conocer todo tipo de personas (y personajes, por supuesto). Y aunque lo que más deseo es que disfrutes y halles la felicidad, no puedo dejar de rogártelo, Isa: ten cuidado. No te fíes de nadie, y mucho menos en asuntos del corazón.

En fin… No hace falta que te exprese cuánto te quiero, y aunque sé que volveré pronto para demostrártelo en persona, sabes que nunca perdería la oportunidad de decírtelo. Así que… te quiero, hermanita. Por siempre.

Desde lo más profundo de mi corazón,

Bernard

En cuanto Isabel terminó de leer la carta, un largo suspiro escapó de su boca. Por un lado, lleno de resignación. No quería saber nada acerca de ir a Londres. Prefería la soledad de la residencia de campo en la que vivía desde su más tierna infancia. Pero, desde que su padre había fallecido, supo que más temprano que tarde debería salir de allí. Así se lo había expresado Bernard en cuanto ella cumplió la edad en la que la mayoría de las jovencitas solían contraer matrimonio. Y ya habían pasado algunos años de ello. Por lo que entendía la repentina decisión de su hermano. También sabía que era cierto que Bernard detestaba separarse de ella. Y aunque los fieles empleados la cuidaban como a sus propias vidas, la realidad era que el mayor de los Bates deseaba que Isabel encontrara la felicidad en una futura familia.

No obstante, el suspiro no fue de pura resignación. La emoción de leer de puño y letra aquella afirmación sobre Henry Craven había provocado que el corazón le estallara en un galope. Solo Dios (y Bernard, por supuesto) sabía lo mucho que ella pensaba en Henry. Y, aunque le dolía que su querido hermano debiera estar lejos de ella para cumplir con Wellington y el reino, la felicidad de compartir tiempo con el joven Craven la entusiasmó hasta los huesos.

«¿Acaso será posible que Henry y yo…?», pensó. Pero la emoción la invadió y, al tiempo que abrazó la carta, lanzó otro suspiro lleno de esperanza.

No perdería tiempo. Debía prepararse cuanto antes. Londres la esperaba. Y para su sorpresa, la idea ya no le disgustaba.

conquistando_a_un_libertino-3

Capítulo 1

Jamás se casaría. Así lo había decidido Luke Preston años atrás, luego de la terrible pérdida de sus padres.

No era que no creyera en el amor, simplemente pensaba que era la peor pérdida de tiempo. Para él, no había nada más tonto y peligroso que un sentimiento capaz de arrastrarte a la propia muerte. Era absurdo. Con tanta belleza y placer por disfrutar en la vida, arriesgarse de forma tan estúpida no era razonable para Luke.

Y así su filosofía de vida era tan clara para él como para el resto de la sociedad. De los Preston de Somerset, era el único que amaba las fiestas y la ciudad. Y cuando no eran las excéntricas celebraciones en Bath, las noches de Londres en plena temporada eran de sus diversiones predilectas. Y aunque su perfil de libertino poco tenía que ver con el del resto de sus hermanos varones, respetaba muchísimo las posturas de ellos, en especial la de Leopold, el mayor. No era capaz de comprender la fortaleza inquebrantable que identificaba a su hermano mayor. Y mucho menos que, en cuestión de días, contrajera matrimonio y nada más ni nada menos que por amor. Una locura absoluta que no alcanzaba a entender, pero que al tiempo le inspiraba un enorme respeto.

Aun así, ni el respeto ni el amor que sentía por sus hermanos había logrado cambiar la armadura de libertino que con tanto orgullo lucía cada vez que salía de su hogar. En especial, cuando se trataba de situaciones tan peligrosas como escandalosas. Y, claro, tampoco le interesaba siquiera disimularlo un poco.

—Al fin somos dignos de tu presencia, Luke Preston —soltó Archivald desde el sillón en el que se había relajado para leer uno de sus libros favoritos.

Luke ingresó en la sala de la residencia del nuevo barón Preston y, tras aflojarse la corbata, se lanzó sobre el sillón que yacía enfrente a Archi y, desfachatado como siempre, apoyó los pies sobre la mesilla que separaba a ambos hermanos.

—No hay nada que me guste más en este mundo que complacer a mis hermanos. Y si es con mi presencia, pues mucho mejor. —Sonrió burlón.

Archivald cerró el libro de un sopetón y alzó una ceja al tiempo que lo fulminó con los ojos entrecerrados. Un gesto muy característico de él.

—¿Tampoco me dirás dónde has estado? —Apoyó el libro sobre la pequeña mesa y volvió a relajarse sobre el sillón—. Porque creo que debes ser muy consciente de lo difícil que se le está haciendo a Dennis manejar a nuestra querida Anne, ¿no?

Luke chasqueó la lengua y, sin pedir siquiera permiso, se adueñó de la taza de té que había estado bebiendo el serio de Archi.

—¿Y para qué querrías saber dónde estuve si no harías más que escandalizarte? —sonrió Luke con picardía, y su hermano puso los ojos en blanco—. Además, no creo que pueda ser de muy buena ayuda respecto de Anne. Digo… llevarla a mis lugares favoritos —resaltó sugestivo— no es una buena idea. No al menos para Leopold.

Archivald suspiró, resignado.

—Podrías dejar de ir a lugares tan divertidos —remarcó alzando las cejas.

—Cierto. Podría, tal como tú podrías empezar a hacerlo —contratacó Luke, conteniendo una sonrisa y volvió a colocar la taza sobre la me

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos