No todo fue un sueño

Caroline March

Fragmento

Contents
Contenido
Dedicatoria
Prólogo
1. Ginebra, solo tienes que mirar al cielo...
2. El regreso a mi futuro
3. No, no puede ser cierto, pero lo es
4. ¡Sionnach traidora!
5. Tiempo de verdades, de deseos y de reencuentros
6. Secretos desvelados, luchas enfrentadas... y confesiones de traición
7. Se celebra una boda y se lamentan tres despedidas
8. Si algo puede ir mal... irá a peor
9. Prestonpans. El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional
10. ¿Quién soy realmente?
11. Esta vez obedeceré...
12. La noticia más esperada... e inesperada
13. Es de valientes reír cuando el corazón llora
14. El mal es el rostro de las mil máscaras
15. Hoy dueles, mañana solo serás un recuerdo
16. Hay gente que vive la vida, otros simplemente la sobreviven
17. «Tu me enseñas que se puede querer lo que no ves»
18. El día que nunca debió existir
19. Todo estaba escrito
Epílogo
Agradecimientos
Nota de la autora
todo

Para Leyre y Gael,

porque desde el mismo momento

en que llegasteis a este mundo,

llenasteis mi vida del sonido de la risa,

del color más hermoso del arcoíris,

del tacto de una suave caricia

y del aroma de la felicidad.

Porque lo sois todo, absolutamente todo

todo-1

Prólogo

Caía.

Me deslizaba girando sobre mí misma una y otra vez, sin descanso, en un espacio oscuro e infinito.

Los rostros de las personas que había amado a lo largo de mi vida se mostraron, asomándose como espectros atrapados, de forma continuada, sin que yo lograra memorizar su imagen: mi madre, mi padre, Gala, Yago, mi bebé en mis brazos y él.

Pero ¿quién era él? Aquel hombre de pelo rubio, con una tristeza indescriptible en la verde mirada, fue el único que tendió una mano para detener mi caída.

Aullé de dolor al no poder retenerlo, al perder su recuerdo mientras seguía girando, sintiendo el viento golpeándome el cuerpo, arañando mi piel, llevándose todo lo que había sido. Y, entonces, ella se asomó con una sonrisa de triunfo. Mi otro yo, la mujer que me perseguía en mis pesadillas. Su gesto de profundo odio me paralizó, y dejé de respirar. Soltó una risa ronca y su mueca obscenamente vengativa reverberó en mis pupilas enfocadas hacia la nada.

El golpe final. La velocidad se hizo vertiginosa y supe que ya no quedaba mucho para que mi cuerpo, mi vida, se deshicieran en pedazos para no recomponerse jamás. El olvido.

«¿Es eso lo que se siente al morir, Connor?», pensé con desesperación.

«¿Olvidarte?»

todo-2

1

Ginebra, solo tienes

que mirar al cielo...

Royal Infirmary

Edimburgo. Diciembre de 2011

—¡Geneva!

—¡Gin!

—¡Ginebra!

Mi nombre era pronunciado con diferentes grados de intensidad, con distintos acentos y entonaciones, pero ninguno de ellos tenía sentido. Un instante después, llegó el silencio.

Un silencio que se transformó en un estruendo ensordecedor, para convertirse paulatinamente en un zumbido molesto que me aturdía. Mi cerebro me devolvió mi propia imagen mostrando una mueca despiadada, pero no era yo sino Melisande, con un rictus de amargura, envuelta en siniestras sombras negras. Solté un grito aterrador intentando aferrarme, sin conseguirlo, a los recuerdos que se desprendían de mi piel. El rostro de Melisande se disolvió, dando paso a los ojos grises, nublados por las lágrimas, de mi hermana Gala, que me sonreía con dulzura.

Fue en ese momento cuando lo oí.

—¡Genevie!

Desvié la mirada hacia el dueño de aquella voz tan similar a la de mis recuerdos, y esbocé una sonrisa. Aquel hombre se inclinaba sobre mí con un claro gesto de preocupación.

—Doctor, ya está preparada la siguiente descarga —anunció una mujer a mi izquierda, y reconocí el zumbido del desfibrilador.

—Apáguelo. No es necesario —ordenó el hombre con aquella voz particular y diferente. Después me observó con seriedad y preguntó suavemente—: ¿Sabe quién es?

—Gi... Ginebra Freire —balbucí. No conseguía filtrar las palabras y el dolor había regresado con mucha intensidad, como si me hubiera sacudido una descarga eléctrica paralizante. Apenas respiraba, y aquel hombre me puso la mascarilla de oxígeno sobre la boca, lo que hizo que tuviera unos segundos de descanso.

—¡Ha regresado! ¡Está aquí de nuevo! —exclamó Gala, volviendo la cabeza hacia la persona que había conseguido que despertara de nuevo—. ¡Gin! ¡Respóndeme, Gin! —gritó, concentrando toda su atención en mí.

Una luz intensa me deslumbró. Parpadeé, confusa y aterrada. No quería estar allí, pero tampoco conseguía recordar dónde deseaba estar. Sentí que alguien sujetaba mi mano con fuerza. Permanecí inerte, demasiado aturdida para reaccionar a cualquier estímulo.

—Meu ceo,* por favor, despierta. Vuelve a mí —susurró, quejumbrosa, una voz de hombre.

Intenté descifrar el significado de aquellas palabras, pero solo encontré sentido a la última frase. «Vuelve a mí.» No. No era la voz que yo deseaba oír.

—Yago, ¡apártate! —Mi hermana se había alejado y yo cerré los ojos. Me sentía cansada, confusa, y no llegaba a entender ni reconocer dónde me encontraba ni la gente y las voces que me rodeaban.

—¡No! No me iré. Necesito que me escuche, que me perdone, necesito... —La voz se apagó y el zumbido regresó con intensidad.

En ese instante, la imagen de Melisande mirándome despectivamente brotó de mis recuerdos y emitió un aullido que desgarró mis entrañas, mientras tendía las manos y caía a la oscuridad. Abrí los ojos y traté de incorp

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos