Dos en la tormenta (Saga de los Malory 12)

Johanna Lindsey

Fragmento

Capítulo 1

1

Georgina Malory entró en el comedor de la enorme mansión familiar situada en Berkeley Square para almorzar con su marido. Los gemelos, Gilbert y Adam, acababan de salir de la estancia y de subir la escalera a toda prisa, dejando atrás sus platos vacíos en la mesa. Los chicos, que tenían catorce años, seguían manteniendo la infantil costumbre de ir corriendo a todas partes. Georgina ya ni siquiera los regañaba.

Sin embargo, en ese momento no les prestó atención, ya que estaba pensando en su marido y en su inminente viaje, que esperaba que no se produjera hasta el final de la temporada social. Así que, imitando su gesto de enarcar la ceja y con un tono de voz tan seco como el que él solía usar, le preguntó:

—¿Otro barco? ¿No teníamos bastante con el que ya sobraba, James?

James Malory pareció desconcertado por un instante mientras replicaba:

—¿Cómo narices lo has descubierto?

—Tu nuevo capitán ha venido esta mañana con la intención de informarte de que se marcha unos días para visitar a su familia. Quiere decirles que le queda un último viaje como capitán antes de jubilarse, que es lo que esperan que haga.

James cruzó los brazos por delante de su amplio pecho, pero a esas alturas estaba sonriendo.

—Sabes bien que puedo ser muy persuasivo. El hombre vendía su barco. A mí me interesaba comprarlo con él y su tripulación.

—Pero ya has comprado otro barco.

—Es un plan de contingencia, cariño. Por si acaso tengo que zarpar sin tus hermanos.

Georgina chasqueó la lengua mientras se sentaba al lado de su marido.

—Te refieres a que esperas aprovechar la primera excusa que se presente para hacer precisamente eso.

—Paparruchas. Siempre y cuando no tenga que soportar su compañía durante el viaje, estoy dispuesto a aceptar su ayuda en esta empresa, aunque solo me la hayan ofrecido porque alguien ha usado a su querida sobrina como anzuelo y quieren vengarse.

—Eso no es justo. Una vez fracasado el secuestro y después de que el culpable exigiera que fueras tú el rescate, ¿de verdad crees que iban a permitir que el tema se zanjara de esta forma sin analizarlo a fondo cuando puede volver a suceder, cuando saben que eso me destrozaría? Sí, sí, estaba escuchando cuando insististe en que no podíamos dejar el tema sin más. Incluso entiendo por qué no quieres que te acompañe en esta ocasión. —Soltó una carcajada—. Pero, James, ¿siete barcos?

—Tal vez ocho. Nathan Tremayne nos ha ofrecido el suyo.

Georgina jadeó.

—Ni se te ocurra molestarlo durante su luna de miel. Bueno, estoy empezando la casa por el tejado, la verdad. Ni se te ocurra marcharte de Inglaterra antes de que Nathan y Judy se casen.

—Cierra el pico, George. ¿Crees que voy a perderme la oportunidad de ver cómo Tony entrega a la novia a regañadientes? Ni hablar.

—Tu hermano accedió...

—Bajo coacción —la interrumpió James—. Pero ya sabes cómo puede ser Ros, por no mencionar a Judy, cuando algo se le mete entre ceja y ceja. Lo superaban en número en el tema de la boda de su hija con Tremayne.

—¿Tú no te opones a contar con un contrabandista en la familia?

James rio entre dientes.

—Antiguo contrabandista. Confieso que me sentía un poco solo siendo la única oveja negra de la familia.

Georgina sonrió.

—Creo que puedo decir sin temor a equivocarme que sigues conservando ese título... y que te encanta la notoriedad que conlleva, no lo niegues.

No lo hizo. Los diez años que había pasado siendo el capitán Hawke, un caballero pirata, estaban entre los mejores de su vida.

—En cualquier caso, le agradecí el ofrecimiento a Nathan, pero tenía pensado rehusar y el tercer barco es una excusa convincente. No me apetece ofenderlo ahora que está un poco sensible con el recibimiento que vamos a hacerle en la familia.

—Supongo que los tres barcos ya tienen tripulación y que están listos para zarpar en cualquier momento, ¿verdad? Bueno, en cuanto regrese el tercer capitán.

—Por supuesto. También lo están los barcos de Warren y de Boyd, y el tuyo. Drew se reunirá con nosotros, bien aquí, si consigue la información que está buscando, o bien en el Caribe, tras informarnos por carta. En ese caso, nos hará saber el punto de encuentro. Así que estamos esperando noticias suyas. Ha tenido tiempo de sobra para descubrir al culpable. Si no sabemos nada de él para finales de mes, yo mismo partiré en busca de respuestas.

Georgina no había puesto nunca en duda que su marido pondría rumbo al Caribe en busca de venganza. No se provocaba a un Malory hasta el extremo que habían provocado a James, secuestrando a su hija y exigiendo que él fuera el rescate, sin tener que afrontar las consecuencias.

Los cinco hermanos de Georgina también se habían enfurecido por el secuestro de Jack, y el sentimiento de culpa había multiplicado la furia. Se culpaban de la pesadilla que había vivido Jack porque habían insistido en que fuera presentada en sociedad en Norteamérica antes de disfrutar de su presentación en Londres. Aún esperaban que se casara con un norteamericano en vez de hacerlo con un inglés. De no ser por eso, Jack no habría estado en Bridgeport, Connecticut, donde fue secuestrada mientras paseaba por el jardín de los Anderson. Los secuestradores de Jack hundieron todos los barcos anclados en el puerto aquella noche, de manera que ni los Malory ni los Anderson pudieron salir en su busca de inmediato. Pero la oportuna llegada de Nathan Tremayne con su barco echó por tierra esa parte del plan del culpable. Nathan, James y Judy, junto con Thomas, Warren y Drew Anderson, siguieron el barco de los secuestradores hasta el Caribe. Por suerte, Jacqueline consiguió escapar por sí sola sin haber sufrido el menor daño y los esperó en la isla de San Cristóbal. Sin embargo, fue incapaz de resolver el misterio de la identidad del hombre que quería ver muerto a James.

—Hablando de tu partida —replicó Georgina—, ¿la fijamos para dentro de un mes entonces? Así coincidirá casi con el fin de la temporada social, ¿o ya has pensado qué vas a decirle a Jack para explicarle que no estarás aquí para el final?

—Nuestra querida niña ni siquiera se da cuenta de que asisto a los bailes y fiestas —le recordó James.

Una queja con fundamento. Porque él ni siquiera intentaba disimular cambiando el tono de voz. Georgina trató de no reírse, pero no pudo contenerse y se ganó una de las miradas más amenazadoras de James, si bien él sabía que no surtían el menor efecto en ella. Por supuesto, había planeado asustar a todos los pretendientes de Jack. A su mujer y a su hija les había costado engatusarlo para que accediera a pasar desapercibido en las fiestas a las que Jacqueline estaba invitada. Y aunque para un hombre de su tamaño era ciertamente difícil pasar desapercibido, James había intentado mantenerse al margen e inclu

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