Perderme en ti

María José Tirado

Fragmento

Creditos

1.ª edición: junio, 2014

© 2014 by María José Tirado

© imagen portada de Thinkstock

© Ediciones B, S. A., 2014

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Depósito Legal: B 11612-2014

ISBN DIGITAL: 978-84-9019-834-6

Maquetación ebook: Caurina.com

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Dedicatoria

 

 

 

 

 

A Antonio, mi marido, mi amigo, el pilar que me sostiene cuando el mundo se diluye.

Para Nuria, mi chica de los montones, por estar ahí, a mi lado, siempre

Cita

 

 

 

 

 

«El amor es como una guerra, fácil de iniciar, difícil de terminar, imposible de olvidar.»

Henry Louis Menken

Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Cita

 

Capítulo 1. Infierno Verde

Capítulo 2. Pienso en él con mis manos

Capítulo 3. La chica de los montones

Capítulo 4. Marandunga

Capítulo 5. La cueva del Corvejón

Capítulo 6. Negrita

Capítulo 7. Hemisphere

Capítulo 8. Me muero

Capítulo 9. Miedo

Capítulo 10. Distinta

Capítulo 11. Desaparecida

Capítulo 12. Simbiosis

Capítulo 13. Yo no quería

Capítulo 14. Verano Azul

Capítulo 15. Sheraton

Capítulo 16. No éramos tan amigas

Capítulo 17. Travis Maynard

Capítulo 18. Ella

Capítulo 19. La fotografía perfecta

Capítulo 20. Perderme en ti

Epílogo

Agradecimientos

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Capítulo 1

Un infierno verde

«¿Qué hago yo aquí?», me preguntaba mientras rebotaba contra mi asiento como si viajase sobre la power plate del gimnasio. Pero al menos cuando me subía, la plataforma vibratoria me ayudaba a perder peso, y en cambio aquella oxidada camioneta parecía capaz de provocar que se me saliesen los huesos de las articulaciones.

No esperaba una limusina al final de la escalinata del avión, pero al menos un vehículo al que no le faltase tanta pintura como al chófer piezas dentales.

Resultaba incomprensible que mi amiga Delia hubiese enviado a alguien a recogerme en semejante cacharro. Ella, la flamante espo

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