Ángel o demonio (Serie de Bow Street 1)

Lisa Kleypas

Fragmento

 

Título original: Someone to Watch over Me

Traducción: Ana Silvia Mazía

1.ª edición: julio 2004

© Lisa Kleypas, 1999

© Ediciones B Argentina, S.A., 2004

Paseo Colón, 221 - Piso 6 - Buenos Aires (Argentina)

www.edicionesb.com

 

Depósito legal: B.8243-2012

ISBN EPUB:  978-84-15389-97-2

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

 

 

 

 

A mi madre, que hizo posible este libro puesto que, mientras yo lo escribía, cuidó cada día de mi hijo Griffin.

 

Dentro de esta tarea amorosa se incluye

hacer por lo menos doscientos bocadillos

de manteca de cacahuete cortados en cuartos,

cambiar unos cuatrocientos pañales y mirar Thomas, the Tank Engine, durante horas y horas.

 

Gracias, Mimi, de mi parte y de parte de Griffin.

 

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

 

1

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Epílogo

 

1

 

Desde el momento en que Grant Morgan vio a la mujer supo que, pese a su belleza, ella jamás sería la novia de un hombre.

Caminó detrás del barquero, atravesando remolinos de esa niebla que, como una fría nube, se adhería a su piel y se condensaba en perlas líquidas sobre su abrigo de lana. Con ambas manos metidas en los bolsillos, Grant recorría incansablemente la escena con su mirada. A la luz opaca de las lámparas que colgaban sobre los macizos bloques de granito cerca del muelle, el río tenía un aspecto oleoso. Dos o tres pequeñas embarcaciones transportaban pasajeros al otro lado del Támesis, balanceándose sobre el agua como si fuesen de juguete. Las olas heladas abofeteaban los peldaños y la superficie del muro de un malecón. Un frío viento de marzo envolvía la cara y las orejas de Grant e insistía en colarse por el borde de la corbata. Contempló el agua inquieta y negra del río y contuvo un estremecimiento. Nadie podría sobrevivir más de veinte minutos en el agua tan fría.

—¿Dónde está el cuerpo? —le preguntó Grant, ceñudo e impaciente. Metió la mano en el abrigo y tocó el estuche de su reloj de bolsillo—. No tengo toda la noche.

El barquero del Támesis trastabilló al volverse para mirar al hombre que lo seguía. La neblina flotante lo rodeaba con un halo amarillo grisáceo y le hacía guiñar los ojos en su esfuerzo por ver mejor.

—Usted es Morgan, ¿no es cierto? El señor Morgan en persona... ¡Caramba, nadie me creerá cuando lo cuente! Un hombre que cuida del rey... Yo habría imaginado que usted estaría por encima de estos sucios negocios.

—Por desgracia, no —murmuró Grant.

—Por aquí, señor... fíjese dónde pisa. Cerca del agua, los escalones son muy resbaladizos, sobre todo en una noche tan húmeda como ésta.

Grant tensó el mentón y se dirigió hacia ese cuerpo pequeño, mojado, que había sido depositado sobre la escalera del muelle. Durante su vida de detective, él había visto cadáveres con frecuencia, pero los cuerpos de los ahogados se contaban entre las víctimas de aspecto más desagradable. El cuerpo estaba colocado boca abajo, pero no cabía duda de que se trataba de una mujer. Estaba desmadejada como una muñeca rota abandonada por una niña descuidada; la falda de su vestido estaba levantada en empapado montón alrededor de sus piernas.

Grant se agachó junto a ella, tomó el cuerpo de la mujer por el hombro con su mano enguantada y comenzó a darlo vuelta, pero retrocedió de inmediato, asombrado al ver que ella empezaba a toser y a vomitar agua salada, y que su cuerpo era sacudido por los espasmos.

A sus espaldas, el barquero soltó un grito de terror y luego se acercó.

—Yo pensé que estaba muerta —dijo, con voz temblorosa de asombro—. ¡Le juro que estaba fría!

—Imbécil —musitó Grant.

¿Cuánto tiempo habría pasado esta pobre mujer sufriendo ese intenso frío, mientras el barquero había ido en busca de un policía a la sede de la calle Bow, en Covent Garden, principal estación de policía de Londres, para que investigase? Ella habría tenido muchas más posibilidades de sobrevivir si hubiese recibido cuidados inmediatos. En cambio, tal como estaban las cosas, sus posibilidades eran escasas. Terminó de dar vuelta el cuerpo de la mujer, le levantó la cabeza y la apoyó sobre sus rodillas; el largo pelo de la joven le empapó los pantalones. La piel de la mujer parecía cenicienta bajo esa luz escasa y se veía una hinchazón en un costado de su cabeza. Aun así, se podían reconocer sus delicadas facciones: él la conocía.

—¡Dios mío! —exclamó Grant.

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