Poesía completa

Marianne Moore

Fragmento

Prólogo

PRÓLOGO

El silencio es más elocuente que el discurso: un tópico, pero, a veces, determinada cosa que alguien ha escrito despierta nuestra admiración y uno se siente tentado a escribir sobre ello o, si está en una lengua distinta a la propia, tal vez a traducirlo, o a intentarlo; parece que lo que despierta tu atención podría despertar también la de los demás.

Predilections 1955:vii

Esta edición, la primera en España de los Complete Poems de Marianne Moore, es la amorosa respuesta de una traductora a una voz poética única, la satisfacción de un reto personal largamente pospuesto y un acto de justicia editorial y cultural con uno de los poetas más emblemáticos del siglo XX que todavía no contaba con una edición en español de su poesía completa.

En 1967, Marianne Moore, con ochenta años, prepara la edición de sus Complete Poems siguiendo los criterios de revisión que había practicado a lo largo de toda su vida. Dichas revisiones implican muchas veces el abandono de algunos de los poemas –publicados o no–, la reescritura de otros en los que altera radicalmente la forma estrófica, el metro o la puntuación, y la eliminación de ciertos versos que ya no suscribe o que le parecen, según sus propias palabras, simplemente «relleno» (Schulman, 2003).[1] Los cambios a los que somete su obra y las permanentes revisiones de lo escrito son esenciales para entender su concepción de la escritura como un proceso en constante transformación, en el que el presente modifica el pasado y la memoria de ese pasado; un proceso que, lejos de aplicar la idea de linealidad que fragmenta el tiempo en inamovibles compartimentos, participa del tiempo eliotiano en el que «en el principio está el final y […] en el final está el principio». Moore construye, a partir de la continua reelaboración de sus poemas, su propia biografía literaria, en la que desestabiliza y desacraliza la invariabilidad de unos textos que, como en uno de sus versos, «no son el inmutable juramento de Herodes».

El resultado final de este procedimiento es una obra de ciento veinte poemas más una selección de su traducción de las Fábulas de La Fontaine en la que, abolida la cronología, los textos se han reunido atendiendo a las relaciones literarias, temáticas o estilísticas que establecen entre sí. Esa biografía literaria es el resultado de una cuidadosa destilación, de una precisa labor de poda de cualquier elemento accesorio, excesivamente explícito o reiterativo, en aras a conseguir esa «solidez medular», buscada sin descanso en el dilatado work in progress de su escritura. Previendo la reacción y los comentarios tanto de Marshall Best, jefe editorial de Viking Press, como de algunos lectores y estudiosos de su poesía, Moore introduce sus Complete Poems con una contundente y escueta nota: «Las omisiones no son accidentales».

Sin embargo, en el año 2003, la escritora y académica Grace Schulman decide hacer caso omiso de esta constante labor de reescritura, de permanente autocrítica que es La poesía completa de Marianne Moore y, publica, en un volumen titulado The Poems of Marianne Moore, los poemas que la autora había excluido en la edición preparada por ella. Schulman alega que los lectores y estudiosos de la obra de Moore «deben» conocer esos ensayos previos y «deben» hacerlo en orden cronológico. Es evidente mi absoluto desacuerdo con ese criterio exhumatorio, que contraviene el derecho elemental de la poeta a definir los límites y el contenido de su obra. Para el lector atento, la calidad literaria y ética que se desprende de la actitud revisionista de Moore es mucho más iluminadora que el conocimiento que puedan aportarle una serie de «ensayos» de poemas que ella consideró prescindibles. En cualquier caso, y como ella señala en un elogioso artículo sobre Wallace Stevens, «tal vez sea una grosería que, después de atribuir a un artista escrupulosa maestría y un método de composición rigurosamente intencionado, se citen fragmentos que él ha omitido cuidadosamente en su obra completa».

En consecuencia, la edición que hoy presento está basada en la editada por su albacea literario, Clive Driver, y publicada por Penguin en 1981, The Complete Poems of Marianne Moore, que sigue fielmente la preparada por la autora en 1967, y a la que Driver añade cinco poemas que pertenecen a los cinco últimos años de la vida de Moore. Por razones obvias, mi edición no recoge las nueve fábulas de La Fontaine traducidas por Moore y que, como parte de su propia obra poética, ella incluyó en la edición citada The Complete Poems of Marianne Moore.

Las notas que Moore añade a sus poemas son parte imprescindible de los mismos y permiten que el lector pueda hacerse una idea de su ecléctico proceso de composición. No obstante, en esta edición, y venciendo la tentación de una anotación más exhaustiva, he añadido algunas notas adicionales que arrojan luz sobre personajes o episodios oscuros que al lector contemporáneo le puedan ayudar en la labor interpretativa de los poemas.

De todas las obras a las que he prestado mi voz de traductora a lo largo de estos últimos veinticinco años, ninguna me ha acompañado, enamorado y enseñado tanto como la de Marianne Moore. Sus versos me han sostenido en muchas ocasiones y ayudado a salvar «el rendido momento de peligro que oprime corazón y pulmones» o a definir lo incomprensible del griterío y el barullo de lo banal: «He visto ambición sin lucidez en formas diversas». Su contención, humor y reticencia y la ubicua curiosidad y perspicacia de su mirada han sido antídotos contra el desaliento («es un privilegio ver tanta confusión»). En ocasiones, herramientas en la valoración de lo que realmente importa («¿De qué sirve poder decir que se ha dominado el arroyo en una actitud de autodefensa?» cuando «una buena salva de ladridos es lo único que pedimos»).

Sus poemas me han llevado por caminos intelectuales imprevistos: de la botánica a la etología; del bestiario y el tapiz medieval a la Plymouth Plantation de Bradford; de las duras escamas del pangolín al salto prodigioso del jerbo. La fascinación ha sido el motor que me ha impulsado a traducir estos textos, el deseo de apropiarme intelectualmente de una poesía cuyos sentidos se resistían a ser reformulados. «No admiramos lo que no podemos comprender», dice Moore, y yo deseaba entender para traducir o, tal vez, traducir para entender su discurso, para escucharlo, leerlo y compartirlo en mi propia lengua. Quizá sean las palabras de Randall Jarrell las que mejor describían mis iniciales respuestas de lectora a los poemas de Marianne Moore: «No los entiendo del todo, pero me encanta lo que entiendo, y lo que no entiendo me gusta todavía más» (1969, p. 123). La intuición de que podría romper la coraza si insistía lo suficiente y de que el ejercicio sería gratificante ha resultado cierta. En poesía, encontramos discursos voluntariamente opacos cuya oscuridad es un fin en sí mismo, y que una vez descifrados no revelan nada, o, más bien, revelan la nada sobre la que se construyen; pero tambi

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