La Cámpora

Laura Di Marco

Fragmento

¿Qué es realmente La Cámpora, y por qué ese halo de intriga y misterio que la rodea? A raíz del cepo comunicativo que sus propios integrantes imponen, la información que fue surgiendo sobre la agrupación de jóvenes que lidera Máximo Kirchner, sobre todo después de la muerte del ex presidente, resulta confusa, contradictoria e invariablemente escasa.

La Cámpora tiene un jefe, el hijo de la Presidenta, y una mesa de conducción constituida por cinco integrantes, cuatro varones y una mujer: Andrés El Cuervo Larroque, su secretario general; Eduardo de Pedro, a quien todos llaman Wado, Juan Cabandié, Mariano Recalde y José María Ottavis Arias.

Mayra Mendoza, incorporada a mediados de 2011, es la única chica en la cúpula camporista.

El Cuervo, Wado y Mayra fueron elegidos diputados nacionales en octubre de 2011. Cabandié logró su reelección como legislador porteño. Ottavis se alzó con la vicepresidencia de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, un puesto clave en el territorio político bonaerense, y Recalde fue nombrado, en 2009, CEO de la reestatizada Aerolíneas. Desde entonces maneja una de las cajas más importantes de la agrupación.

La agrupación de Máximo tiene, además, un segundo anillo de notables, jóvenes que orbitan la mesa nacional, aunque no la integran formalmente. Sin embargo, también tienen peso e influencia interna, y por eso lograron cargos en la nueva gestión cristinista.

Uno de ellos es Axel Kicillof, elegido viceministro de Economía, secundando a Hernán Lorenzino. El otro economista estrella del grupo era Iván Heyn, recientemente fallecido en extrañas circunstancias, designado subsecretario de Comercio Exterior, bajo el ala del nuevo hombre fuerte del equipo económico bendecido por la Presidenta, Guillermo Moreno. Como número dos en el Ministerio de Justicia ya había sido designado Julián Álvarez.

¿Cuánta influencia real tienen al lado de Cristina, y cuánta más podrían llegar a tener, en esta nueva etapa en el poder? ¿Por qué, después de la muerte de Néstor Kirchner, estos jóvenes se convirtieron en una pieza clave al lado de la Presidenta?

Cristina Fernández festejó su espectacular reelección del 23 de octubre, en la intimidad de la Quinta de Olivos, ya de madrugada, con los amigos de Máximo: un dato no menor para una Presidenta viuda, sin amigas, que nunca tuvo otro entorno político que no fueran su marido, sus hijos y el pequeño puñado de funcionarios patagónicos, cruzados leales, que manejan temas tan sensibles como los servicios de inteligencia o el dinero de la obra pública. La Cámpora parece haber accedido ahora a ese alto grado de confianza política.

Pero, ¿cómo llegaron a estar tan cerca? ¿De dónde salieron? ¿Dónde estaban antes? ¿Y por qué sus integrantes, con semejante cuota de influencia, tabican de ese modo lo que sucede en el interior de la agrupación juvenil? ¿Qué hay para proteger, para ocultar?

A pesar de manejar resortes clave en el poder, presupuestos millonarios e influencia, poco y nada se sabe de ellos.

Un vacío de información que no sólo le cabe al ciudadano común, sino a aquellos que se mueven en el nivel más alto de la política: encuestadores, sindicalistas, empresarios, periodistas, políticos de la oposición y hasta del propio oficialismo, que en muchos casos recelan de estos recién llegados.

El misterio se ahonda porque sus máximos líderes jamás dieron una entrevista, abierta y sin condiciones, a medios ajenos al holding mediático del oficialismo. Una garantía de que nadie les hará preguntas incómodas y, sobre todo, de que la verdadera información jamás saldrá a la luz. El secretismo y la desconfianza son sus marcas culturales.

Como me desafió una vez Juan Cabandié, cuando lo quise entrevistar para La Nación: “¿Vos irías a poner la cabeza en la boca del diablo?”.

* * *

¿Se trata, realmente, de una agrupación que maneja el hijo presidencial, o los jóvenes K usan su nombre para adquirir influencia?

¿Quién es realmente Máximo Kirchner? ¿Un muchacho desinteresado del poder y la política? ¿Alguien que, simplemente, fue empujado por el destino a ocupar el importante rol que tiene hoy al lado de su madre y que, consciente de esas limitaciones, mantiene un extremo bajo perfil? ¿O, por el contrario, se trata de un líder tan innovador que, para garantizar su eficacia, elige no hacerse notar?

La búsqueda de respuestas a cada una de estas preguntas me llevó a escribir este libro. No son preguntas metafísicas. Son las que se hizo la mayoría de los argentinos el día del funeral del santacruceño, cuando vimos aparecer, sorprendidos, aquella inmensa masa de jóvenes que lloraba su muerte como se llora a un padre, y apoyaba a la Presidenta como se rodea a una madre desamparada.

Responder a estas preguntas me llevó, también, a revisar aquel lugar común, repetido pero equivocado, que afirmaba que los jóvenes de La Cámpora habían llegado a ocupar cargos importantes de la nada.

A poco de avanzar, me di cuenta de que la verdad era al revés. Y que, en todo caso, allí había una trama que aún no había sido revelada. La Cámpora se sumerge, entonces, en la historia de una nueva generación política, parida al calor del estallido de 2001, que llegó inesperadamente al corazón del poder y que logró convertirse en la agrupación juvenil más marquetinera y novedosa desde la irrupción de la Junta Coordinadora, aquellos jóvenes radicales que rodearon a Raúl Alfonsín veinticinco años atrás.

La Cámpora, en cambio, se integra a la familia peronista. Y forma parte de una saga que, en su desarrollo, contiene todos los condimentos de una gran historia: poder, influencia, tragedia, caja, orfandad, reparación, ideales verdaderos, agachadas, monjes negros, intriga, militancia, excesos, contradicciones, sueños, banalidades, mentiras, logros, hazañas, sectarismo, buenas intenciones y, también, oscuridad.

Casi desde el mismo momento en que asumió, en condiciones de fragilidad política, Kirchner empezó a construir una alianza estratégica con los jóvenes. O un “puente entre generaciones”, como él mismo decía.

Una alianza que terminó resultando más eficaz y funcional al proyecto de poder de los Kirchner —sobre todo, al de Cristina— que la que, en su momento, había ensayado con los gremios o los organismos de derechos humanos.

Las páginas que siguen irán desnudando, finalmente, un relato político tan fascinante como desconocido: el que se escondía detrás de aquella potente foto que mostró la muerte de Kirchner, sembrada de juventud.

Laura Di Marco

Diciembre de 2011