Los bohemios de Villa Crespo

Raanan Rein

Fragmento

Introducción

Aunque la mayor parte de los historiadores estaría de acuerdo respecto de la centralidad de los deportes, en general, y del fútbol, en particular, en las sociedades latinoamericanas, es muy poco lo que se ha escrito sobre etnicidad y deportes en sociedades de inmigrantes como, por ejemplo, Argentina y Brasil. Esto merece ser destacado, pues el vínculo del fútbol con la construcción y la recreación de identidades nacionales, étnicas, clasistas y de género, y el papel que tiene el juego en la sociedad, ya están afirmadamente establecidos. Al mismo tiempo, así como los historiadores deportivos no se refieren a la dimensión étnica de los deportes, la historia social de los judíos en América Latina, producida principalmente para el consumo endocomunitario, tiende a ignorar muchos aspectos de la rica cultura de la vida cotidiana en la ciudad de Buenos Aires que crearon inmigrantes judíos, sobre todo los no afiliados a las instituciones de la comunidad. Hay una necesidad urgente de recrear algo de su mundo y del papel activo que desempeñaron al modelar dicha cultura para servir a sus propios fines. En línea con esta tendencia, en años recientes se ha visto el surgimiento de una historiografía diferente de los judíos-argentinos, una que explora el pensamiento y los logros de judíos más que el odio expresado contra ellos. En este nuevo enfoque los judíos no son actores pasivos ni víctimas, sino que les corresponde un papel activo en la determinación de sus relaciones con los argentinos extracomunitarios, la mayoría.

Este libro se concentra en la historia del Club Atlético Atlanta, anclado en el barrio porteño de Villa Crespo. Aunque poblado por numerosos grupos étnicos, Villa Crespo fue considerado, al igual que “El Once”, y tanto por parte de judíos como de no judíos, como un barrio judío, al punto que uno de sus apodos populares es “Villa Kreplaj”, aludiendo a la versión de la cocina askenazí de algo parecido a los ravioles italianos o el wonton chino. Durante la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, hubo una nutrida presencia judía en la hinchada de Atlanta, sus directivos y presidentes, al punto de que los seguidores de equipos rivales vocean frecuentemente lemas antisemitas durante los partidos.

Al no haber monografías académicas dedicadas a este club de fútbol, este libro quisiera pasar revista a la historia de Atlanta y de sus hinchas como una forma de explorar la integración social de inmigrantes semitas y de sus descendientes, nacidos ya en Argentina, en la vida urbana de lo que se dio en llamar “La Gran Aldea”. Creo que para la primera generación de estos inmigrantes judíos, la pertenencia al club era una forma de convertirse en argentinos. Al fin y al cabo, el deporte no es solamente un marcador de la identidad social ya establecida de un individuo, sino un medio por el cual se forja para sí mismo una nueva identidad social.

Para la generación siguiente, ya nacidos en el país de adopción, listos para agregar un fuerte componente nacional argentino al mosaico de su identidad y buscar una movilidad social que les permitiera ascender, se trató también de una forma de mantener una identidad étnica judía, mientras que para la tercera generación ya se convirtió mayormente en una tradición familiar. Esto es una prueba adicional del argumento que sostiene que, desde el punto de vista histórico, el fútbol ofreció un escenario en el que grupos étnicos u otros grupos sociales pudieron afirmar sus identidades, pero también integrarse, y no solamente en los términos de la élite, a la nación.

Propongo, además, que Atlanta constituye uno de los pocos espacios en los que han interactuado tanto no judíos como judíos, y de estos tanto afiliados como no afiliados, sionistas y no sionistas, askenazíes y sefarditas. De este modo, como con muchos otros clubes de fútbol, Atlanta ha brindado a sus miembros un marcador subcultural de identidad intergeneracional.

Este libro forma parte de un proyecto de investigación más amplio y se basa en una amplia gama de fuentes primarias y secundarias que incluyen Actas de las Comisiones Directivas de Atlanta y las Memorias y Balances del club, así como un análisis de un cuestionario al que han respondido cincuenta de sus hinchas. Con él espero contribuir a una comprensión más profunda de cuestiones vinculadas con etnicidad, integración social, identidades híbridas y conflictos generacionales en el contexto de la Argentina moderna y contemporánea. Al mismo tiempo, este estudio forma parte de un reciente esfuerzo por parte de varios investigadores de analizar el asociacionismo deportivo y sostener que los clubes —con su cultura y su actividad política interior, con sus relaciones con otras organizaciones de la comunidad, con sus historias y tradiciones— pueden considerarse como arena política digna de análisis. Sin embargo, hasta ahora solamente “los cinco grandes” —es decir, River, Boca, Racing, Independiente y San Lorenzo— han recibido la atención de los investigadores.

En un sitio de Internet encontré la siguiente frase: “Atlanta no es Villa Crespo, pero Villa Crespo no sería Villa Crespo sin Atlanta. El barrio y el club están unidos en muchos sentidos”. Esta premisa, que muy probablemente está teñida con la típica hipérbole de los aficionados al fútbol, no carece de fundamento. El fútbol allí tuvo un protagonismo central en el desarrollo de las lealtades barriales y, al fin y al cabo, su historia ha estado ligada estrechamente al fútbol. A mediados de la década de 1930, había nada menos que quince clubes dedicados a este deporte en el barrio. Ningún otro tuvo tantos. Los nombres de por lo menos tres clubes importantes (Argentinos Juniors, Chacarita Juniors y Atlanta) están conectados al menos en algún período de su trayectoria con Villa Crespo. Sin embargo, desde mediados de la década de los años cuarenta del siglo XX Atlanta tiene la exclusividad en Villa Crespo y, por lo tanto, ha canalizado identidades y lealtades locales de muchos de sus vecinos. Sería lisa y llanamente imposible escribir una historia del barrio, uno de los que podrían considerarse un prototipo de las mejores características porteñas, tango y fútbol incluidos, sin tomar en cuenta la historia del Club Atlético Atlanta. Cayetano Francavilla, un historiador villacrespense, lo formuló con claridad: “Hablar de Atlanta es acompañar el progreso de nuestro barrio junto a nuestro vecino futbolero”.

Una clara expresión de la centralidad de Atlanta en la vida de Villa Crespo y de la identidad colectiva de sus residentes pudo verse en marzo de 2009, con la gran fiesta por la reapertura del estadio que lleva el nombre del legendario presidente de Atlanta, León Kolbowski, luego de tres años de clausura. Dos años después, Villa Crespo se vistió otra vez de azul y amarillo, al festejar el campeonato de la tercera división, la B Metropolitana, y el ascenso de Atlanta a la segunda división, la B Nacional. El público bohemio invadió las calles principales del barrio y se concentró en bares y cafés en los alrededores de la cancha, vestido con camisetas y gorros de la escuadra. Ese día agitaron banderas y gritaron en las esquinas “dale campeón, dale campeón”. Atlanta volvió a la B Nacional y los veteranos del club de la calle Humboldt se acordaron de tiempos atrás y del clásico con Chacarita, o cuando River Plate y Atlanta se enfren

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