Bernabé. Memorias de un amor dislocado

Jenny Pineda

Fragmento

magínese que llueve, cielo gris, frío, uuuy qué frío, hay gotas de las gordas, gotazas, pobres tejas. ¿Se fijó en las tejas, en sus tejas, en los colores de sus tejas? ¿Nooooo? ¿Síííííííí? ¿De qué color las tejas? ¿Y se pasean gatitos como en las mías? Sí, ya sé, que qué pasó con el cuento, que a qué horas vamos a empezar y todo eso… Pasa que en este cuento llueve mucho, y hay gotas gordas y tejas de barro, uno que otro gato y una señora con bigote llamada Georgina, abuela campesina que hace arepas* fantásticas de chócolo*, ¿conoce?

Georgina descubre que una arepa se puede hacer de cualquier cosa, luego de que Natalia (nieta pecosa, de voz chillona) le muestra su plastilina recién mezclada…

—Sí, abuela, te hago arepas y una estufita y servilleta donde poner la arepita, mira…

La abuela un-poco-loca le arrebata la plastilina a la pobre chiquita, practica recetas que no había podido hacer por falta de semillas y condimentos que ya no venden. Sirve todo en un platito, feliz, porque sabe que ahora, con la plastilina, por ahí todo es más fácil.

En esas están cuando de pronto (no olvide que está lloviendo) suena algo en la ventana. Esta ventana no es cualquier ventana, es la ventana donde horas antes se pasearon moscas, mariposas, polvo, y ahora se deslizan las gotazas. Pero algo suena, algo suena en la ventana.

—Asómate.

—Asómate tú y de paso me traes una mantita para el frío. —dice la niña.

No se hacen caso, sonríen y siguen elaborando recetas. Segundo golpe: la nena como quien ve llover y la anciana un-poco-menos-loca se levanta, se acerca a la ventana y descubre… (no sé si decirlo) descubre un gato mojado muerto rojo triste tímido libanés intolerante a la lactosa.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos