Apego y crianza

Maritchu Seitún
Inés Di Bártolo

Fragmento

Corporativa

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Penguin Random House

Dedicado a la memoria de la querida Martha Gonçalves Bórrega, psicóloga, quien alumbró el camino personal y profesional de cada una muchos años. Lamentablemente, Martha tuvo que partir para que nosotras pudiéramos encontrarnos y descubrir todo lo que teníamos en común.

Pensamos que ella leería con felicidad y orgullo este libro.

INTRODUCCIÓN

Un anhelo de todos los padres es que sus hijos logren armar un vínculo seguro y confiado con el entorno, que alcancen esa íntima confianza de que hay un adulto (mamá o papá) disponible para comprender sus necesidades, calmar sus ansiedades y preocupaciones, para cuidarlo, atenderlo y entenderlo. La teoría del apego nos muestra el camino. Desde esa confianza el niño puede alejarse y aventurarse al mundo, sabiendo que a la vuelta va a encontrar a esa persona disponible para recibirlo y ayudarlo en lo que pueda necesitar.

Esa confianza que el niño adquiere con sus padres es trascendental, porque luego se traslada al entorno y a los vínculos humanos en general; y también se internaliza. Así, el niño puede crecer con toda su energía puesta en explorar, divertirse, aprender, establecer nuevas relaciones, jugar, sin tener que usar esa energía para protegerse de un mundo y de otros no confiables.

El vínculo de apego se construye de a poco en el intercambio diario y continuo entre el cuidador (habitualmente los padres) y el niño. La cercanía física de los padres se combina con su disponibilidad, con la sintonía emocional y la empatía, con miradas, estimulación, juego, comunicación, buenos cuidados, llevando a un vínculo día a día más rico, placentero, nutricio, amoroso, confiable.

Los encuentros, las miradas, las vocalizaciones, esa danza compartida entre cuidador y niño, tienen una gran potencia. Cuando el bebé siente que sus acciones generan respuestas, insiste en ellas; y para los padres acertar en lo que él necesita o propone es altamente motivante y placentero.

El bebé no solo se desarrolla y florece, sino que además corresponde, nos devuelve una sonrisa, un gorjeo, una mirada, en función de nuestros aciertos. La seguridad en la relación crece al ritmo de estos intercambios positivos y con la repetida experiencia de cuidado, disponibilidad y atención.

El bebé muestra señales de hambre o de incomodidad; aparece el cuidador (mamá/papá) que lo atiende y hace desaparecer la molestia. Esta experiencia se repite incontables veces en las primeras semanas para diferentes temas.

Al poco tiempo, apenas aparece el cuidador, él deja de llorar. Ya sabe, lo reconoce como el que alivia su incomodidad o dolor, se siente cuidado y confía. De a poco, también empieza a ir más lejos en su capacidad de confiar: se da cuenta de que va a haber más comida, y más mamá y más cuidado, y eso le permite saciarse sin necesidad de pedir más y más. Aprende a confiar y a esperar. La modalidad de cuidados de los primeros tiempos teñirá el modo en que ese bebé, luego ese niño, adolescente y aun el adulto, transita la vida y los vínculos.

La manera en que los padres hemos vivido nuestra propia historia vincular teñirá también el modo en que nos acerquemos a nuestros hijos. Criar a un hijo es también una oportunidad de revisar nuestras relaciones primarias para encontrar así nuestro camino personal de maternidad y paternidad, sin repetir lo que hicieron con nosotros —o lo opuesto— sin pensar, y sin dejarnos llevar por lo que el entorno dicte sin revisarlo.

En la primera parte de este libro, hablamos de lo que el apego seguro habilita, como actitudes básicas hacia la vida y formas de estar en el mundo, y qué ofrecemos cuando damos a nuestros hijos confianza y seguridad en su relación con nosotros. Vemos qué es el vínculo de apego, cómo se constituye y a qué personas nos apegamos.

En la segunda parte, desarrollamos los elementos centrales del apego: empatía, disponibilidad, confianza, incondicionalidad, respeto, aceptación, valoración, regulación emocional.

En la tercera parte, hablamos de cómo se pueden cambiar los patrones de apego. Veremos que nuestro estilo de apego es modificable aun en la adultez y cómo cambiarlo modifica el modo en que nos vinculamos con nuestros hijos.

En la cuarta parte, presentamos el concepto de la importancia de permanecer cerca de nuestros hijos hasta su plena independencia, continuando nuestra tarea como brújula, aunque nuestros adolescentes se resistan y quieran convencernos de que no lo necesitan.

En la quinta parte, vemos la relación entre apego y límites, la importancia de la autoridad y también de la conexión, y hablamos de la manera de construir buenas razones por las que un niño o un adolescente acepten nuestra guía y se avengan a nuestros requerimientos.

Cerramos señalando que aun con todo esto es importante tener muy en cuenta que el ensayo y el error forman parte de todo este proceso, y que debemos tenernos paciencia a nosotros mismos como padres, inevitablemente imperfectos.

Nota: Hemos utilizado indistintamente las palabras madre, padre, cuidador, cuidadora, hija, hijo. Es posible que por costumbre aparezca la palabra madre una cantidad mayor de veces porque, además, suele ser l

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